– Tu padre esta preocupado.

A Inger Johanne le entraron ganas de espetar: «Tu estas preocupada.» Contuvo un suspiro de impaciencia y se esforzo por sonar alegre:

– ?Como? ?Preocupado por mi? No hay motivo para eso.

– Es por tu comportamiento del otro dia en la tele y por… La verdad es que se pasa las noches en vela preguntandose si… ?Va todo bien, tesoro?

– Dejame hablar con papa.

– ?Tu padre? Esta… Veras, esta ocupado, pero escuchame un minuto. Hemos pensado que quiza te sentarian bien unas pequenas vacaciones. Has estado tan agobiada ultimamente, con Kristiane y el trabajo y… ?No te querrias venir hoy con nosotros a la casa de la montana? Seguro que te puedes tomar el lunes libre, y el martes tambien. Tu y tu padre podriais pescar, y todos podriamos ir de excursion… Ya he hablado con Isak y no le importa hacerse cargo de Kristiane hoy…

– ?Has hablado con Isak?

Una cosa era que Inger Johanne e Isak mantuvieran una buena relacion de cooperacion en lo que se referia a Kristiane. Se daba cuenta de que a todos -sobre todo a la nina- les convenia que Isak se llevara bien con sus ex suegros, pero esto era demasiado. Tenia la sospecha de que los visitaba todas las semanas, con o sin Kristiane.

– ?Si, por Dios! ?Sabias que anda pensando en comprarse un velero nuevo? Pero dice que esta vez no quiere uno de competicion, porque empieza a estar cansado de… Bueno, tiene mucho que ver con Kristiane, tambien. Es que a ella le encanta salir a navegar y estos barcos no son lo mas adecuado para los ninos. Estuvo aqui ayer por la tarde y hablamos un poco de ti, ?sabes?, de lo preocup…

– ?Mama!

– ?Si?

– No te preocupes. Estoy perfectamente. Ademas me marcho a…

Si le contaba que se iba a Estados Unidos, su madre la abrumaria con buenos consejos sobre rutas de viaje y reglas de comportamiento y acabaria por hacerle la maleta.

– Oye, mama, es que ahora mismo estoy un poco atareada. Lo siento mucho, pero no tengo tiempo para ir con vosotros a la montana. De todos modos te lo agradezco. Saluda a papa de mi parte.

– Pero Inger Johanne, ?no podrias al menos pasarte por aqui esta noche? Yo os prepararia algo rico de cenar, y tu padre y tu podriais jugar…

– Creia que os ibais a la montana.

– Solo si tu vienes, por supuesto.

– Adios, mama. -Y colgo el telefono muy despacio. Su madre la habia acusado muchas veces de cortar bruscamente las conversaciones. Tenia razon, pero quedaba mejor si no lo hacia de golpe.

Todo mejoro con la ducha. Kristiane estaba sentada sobre la tapa del inodoro charlando con Sulamit, un coche de bomberos que tenia cara y que guinaba los ojos. Sulamit era casi tan viejo como Kristiane y habia perdido ya la escalera y tres de las ruedas. Solo Kristiane conocia el origen de ese nombre.

– Hoy Sulamit ha salvado a un caballo y a un elefante. Muy bien, Sulamit.

Inger Johanne se peinaba el pelo mojado e intentaba limpiar el espejo empanado.

– ?Que paso con el caballo y el elefante? -pregunto.

– Sulamit y dinamita. Elefantepelefante.

Inger Johanne volvio al dormitorio y se puso unos vaqueros y un forro polar rojo. Afortunadamente habia hecho la compra para el fin de semana el dia anterior, antes de ir a buscar a Kristiane a la guarderia. Asi podian dar un buen paseo. Kristiane necesitaba salir durante unas horas para estar tranquila por la noche. Inger Johanne descorrio las cortinas del dormitorio y contemplo con los ojos entreabiertos el cielo. Parecia que haria buen tiempo.

Llamaron a la puerta.

– ?Joder, mama!

– Joder -repitio Kristiane, muy seria.

Inger Johanne se dirigio a la entrada a grandes zancadas y abrio la puerta de la calle de un tiron.

– Hola -dijo Yngvar Stubo.

– Hola…

– Hola -dijo Kristiane, asomando la cabeza tras las caderas de su madre, con la mejor de sus sonrisas.

– ?Que guapa te has puesto hoy!

Yngvar Stubo le tendio la mano a la chiquilla y ella, contra todo pronostico, se la estrecho.

– Me llamo Yngvar -se presento el con aire solemne-. ?Y como te llamas tu?

– Kristiane Vik Aanonsen. Buenos dias. Buen rato. Tengo un gato.

– Anda, ?podria saludarlo?

Kristiane le mostro a Sulamit. Cuando el quiso agarrar el coche de bomberos, ella retrocedio un paso.

– Creo que es el gato mas impresionante que he visto nunca -aseguro el.

La nina se marcho a su habitacion.

– Es que pasaba por aqui y… -titubeo Stubo y se encogio de hombros. Su descarada mentira hizo que los ojos le brillaran con picardia, casi con coqueteria. A Inger Johanne la desconcerto el leve estremecimiento que le recorrio el cuerpo, una opresion en el pecho que la impulso a bajar la vista e invitar a Stubo a entrar en voz muy baja.

– Esto no esta precisamente ordenado -se disculpo automaticamente al advertir que el paseaba la vista por el salon.

Stubo se sento en el sofa, demasiado bajo y mullido para un hombre como el. Las rodillas le quedaban muy altas, de modo que casi daba la impresion de que el hombre estaba sentado en el suelo.

– Quizas estara mas comodo en la silla -sugirio ella quitando un libro de cuentos que estaba sobre el asiento.

– Aqui estoy muy bien -asevero el. Hasta ese momento Inger Johanne no se habia percatado de que el hombre llevaba un gran sobre. Lo dejo encima de la mesa del salon.

– Solo voy a… -Ella hizo un gesto vago hacia el cuarto de la nina. Siempre tenia el mismo problema. Como Kristiane tenia el aspecto de una nina sana de cuatro anos (y a veces incluso se comportaba como tal), ella nunca sabia que decir, en que momento explicar que la nina solo era un poco pequena para su edad, seis anos, y que ademas padecia una lesion cerebral que nadie conseguia definir. No sabia como aclarar que su hija no decia aquellas cosas raras por tonteria, ni por desfachatez infantil, sino por un fallo en las conexiones de su cerebro que ningun medico habia logrado arreglar. Normalmente tardaba demasiado en dar explicaciones. Era como si cada vez esperara que ocurriera un milagro, que la nina de pronto empezara a conducirse de un modo racional, logico, coherente; o que adquiriera un defecto fisico, que le engordara la lengua y se le alargaran los ojos, que se le achatara el rostro para que todos los demas sonrieran calida y comprensivamente. Pero eso nunca ocurria y ella se encontraba a menudo en situaciones muy embarazosas.

La madre le puso a Kristiane la pelicula de Ciento un dalmatas en su despacho.

– No suelo… -Senalo al cuarto donde estaba la nina, de nuevo con una expresion de disculpa y a la vez de resignacion.

– No pasa nada -respondio el policia, sentado en el sofa-. Tengo que admitir que a veces yo recurro a lo mismo, con mi nieto, quiero decir. En ocasiones resulta agotador. El video es buena ninera. Aunque no hay que abusar.

Inger Johanne sintio que se sonrojaba y entro en la cocina. Asi que Yngvar Stubo era abuelo.

– Digame, ?por que ha venido en realidad? -pregunto ella al regresar con una taza de cafe que deposito sobre una servilleta frente a Stubo-. Esa explicacion de que andaba por aqui no es del todo cierta, supongo.

– Pues queria hablar con usted de este caso nuestro.

– Estos casos.

El sonrio.

– Correcto. Casos. Al menos en eso tiene razon… Estoy convencido de que usted me puede ayudar, asi de claro. No me pregunte por que. Sigmund Berli, un companero del trabajo, no consigue entender por que la acoso de esta manera.

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