De nuevo entorno los ojos, y esta vez no cabia la menor duda de que se trataba de un coqueteo. Inger Johanne se concentro profundamente en no volver a ruborizarse. Bollos. No tenia bollos. Galletas. Kristiane se habia comido las ultimas el dia anterior.
– ?Leche?
Hizo ademan de levantarse pero el nego con un gesto de la mano derecha.
– Vera -comenzo el de nuevo, sacando un taco de papeles del sobre-. Esta es Emilie Selbu.
La foto mostraba a una bella chica con una guirnalda de farfaras en el pelo. Estaba muy seria, y en sus ojos azul marino se apreciaba un atisbo de pesadumbre. Tenia un pequeno hoyuelo en la fina barbilla, la boca pequena, los labios carnosos.
– Es una foto reciente, la tomaron hace tres semanas. Una nina preciosa, ?verdad?
– ?Es ella la que aun no ha aparecido?
Stubo carraspeo.
– Si. Este es Kim -dijo con la voz entrecortada.
Inger Johanne estudio el retrato de cerca. Era el mismo que habia visto en la television. El nino sujetaba un coche de bomberos rojo entre las manos. Un coche de bomberos rojo. Como
– Si Emilie continua desaparecida, mientras que Kim esta… ?Que le hace pensar que lo ha hecho la misma persona?
– Eso mismo me pregunto yo.
En el monton habia mas fotografias. Por un momento a ella le dio la impresion de que Stubo se las queria ensenar, pero luego, al parecer, cambio de opinion y metio el resto de las fotografias en el sobre. Las de Kim y Emilie quedaron sobre la mesa, una al lado de la otra, delante de Inger Johanne.
– A Emilie la secuestraron un jueves -dijo con lentitud-. En pleno dia. Kim desaparecio la noche del martes. Emilie tiene nueve anos y es una nina. Kim era un nino de cinco anos. Emilie vive en Asker. Kim vivia en B?rum. La madre y el padre de Kim son enfermera y fontanero respectivamente. La madre de Emilie esta muerta, el padre es filologo y se gana la vida traduciendo novelas. No se conocen. Hemos buscado con lupa algun punto de contacto entre las familias, pero solo hemos encontrado que tanto el padre de Emilie como la madre de Kim vivieron en Bergen una temporada a principios de la decada de 1990. Tampoco alli llegaron a conocerse, ni a establecer contacto de ninguna clase.
– Que extrano -comento Inger Johanne.
– Si, o tragico. Todo segun se mire.
Ella intentaba no mirar las fotos de los crios. Era como si los dos le estuvieran reprochando que no quisiera saber nada de ellos.
– En Noruega siempre hay alguna conexion entre la gente -dijo-. Por lo menos cuando viven en dos poblaciones tan cercanas como Asker y B?rum. Usted mismo se habra dado cuenta de que cuando uno se sienta a hablar con un extrano, casi siempre se descubre que se tiene algun conocido en comun, un viejo amigo, un lugar de trabajo al que han estado vinculados los dos, alguna experiencia compartida. ?No es cierto?
– Si…
A ella le parecio que el le seguia la corriente, sin mucho interes. Inspiro abruptamente, a punto de protestar, pero se contuvo.
– Necesito alguien que me trace el perfil del delincuente -dijo el-. Un profiler.
Pronunciaba el ingles de forma relajada, como en una teleserie norteamericana.
– No creo -repuso Inger Johanne secamente, pues la conversacion estaba derivando hacia temas de los que no queria hablar-. Para que un profiler le sirva de algo necesita mas casos que estos. Y eso suponiendo que el autor de ambos delitos sea realmente la misma persona.
– Dios no lo quiera -murmuro Yngvar Stubo-. Que haya mas casos, quiero decir.
– En eso evidentemente estamos de acuerdo. Pero a partir de estos casos es practicamente imposible sacar conclusiones.
– ?Como lo sabe?
Stubo ya no estaba coqueteando.
– Logica elemental -respondio ella con aspereza-. Cae por su propio peso que… Para esbozar el perfil de un delincuente desconocido hay que basarse en las caracteristicas que se conocen de sus actos. Se traza como uno de esos dibujos en los que uno tiene que ir uniendo los puntos. Se deja que el lapiz vaya siguiendo los puntos numerados hasta que aparece un dibujo concreto. No se puede hacer con solo dos puntos, se necesitan muchos. Evidentemente, tiene usted razon: es deseable que eso no suceda. Que aparezcan mas puntos, quiero decir.
– ?Como sabe todo esto?
– ?Por que insiste usted en tratarlo como un solo caso y no como dos?
– Creo que no es una casualidad que estudiase usted Psicologia y Derecho. No es algo muy habitual. Debia de tener un plan. Un objetivo.
– La verdad es que fue totalmente casual. No fue mas que el resultado de mi indecision juvenil. Ademas, queria irme a Estados Unidos. Y ya sabe que… -Se pillo mordiendo su propio pelo. Con la mayor discrecion posible se coloco el mechon mojado detras la oreja y se enderezo las gafas-. Creo que se equivoca. Que a Emilie Selbu y al pequeno Kim no los ha secuestrado el mismo hombre.
– O mujer.
– O mujer -repitio ella con desgana-. Y ahora, no quiero ser descortes, pero debo pedirle que… Tengo algunas cosas que hacer hoy, porque voy a… Lo siento.
Noto de nuevo esa opresion en los pulmones, le resultaba imposible mirar al hombre del sofa. El se levanto con sorprendente ligereza de su incomoda postura.
– Si vuelve a suceder… -dijo el limpiandose las gafas-. Si desaparece algun otro nino, ?me ayudara?
Cruella de Ville chillo desde el cuarto de la nina. Kristiane aullo de alegria.
– Eso no lo se -dijo Inger Johanne Vik-. Ya veremos.
Como era sabado y todo el proyecto iba sobre ruedas, decidio permitirse una copa de vino. Cayo en la cuenta de que era la primera vez en varios meses que bebia alcohol. Normalmente temia los efectos. Con una o dos copas ya se atontaba, a mediados de la tercera empezaba a enfadarse, y en el fondo de la cuarta yacia la ira.
Solo una copa. Todavia entraba algo de claridad por la ventana, y el contemplo el vino al trasluz.
Emilie era rara. Desagradecida. Aunque el deseaba mantener a la cria con vida, al menos por ahora, habia limites para todo.
Bebio. El vino tenia un gusto oscuro; sabia a sotano.
Su propio sentimentalismo le hacia sonreir. El tenia una sensibilidad extrema, ese era su problema, que era demasiado bueno. ?Y por que habia de dejar que Emilie viviera? ?Para que? ?Que habia hecho en realidad la cria para merecerlo? El le daba comida, comida buena y abundante. Tenia un grifo del que salia agua limpia. Habia llegado incluso a comprarle una muneca Barbie, pero eso no parecia haberla complacido mucho.
Por suerte, la nina habia dejado de quejarse. Al principio, y sobre todo despues de que desapareciera Kim, se ponia a llorar en cuanto el abria la puerta alla abajo. Daba la impresion de que le costaba respirar, lo cual era absurdo. Hacia mucho que el habia instalado un buen sistema de ventilacion, no tenia la menor intencion de asfixiar a la chiquilla. Ahora estaba mas tranquila. Por lo menos no lloraba.
La decision de dejar vivir a Emilie habia llegado por si sola. No estaba previsto desde un principio, pero la nina tenia algo especial, aunque ella evidentemente no lo supiera. Ya se veria cuanto le duraba. A la nina le convenia irse con cuidado. El era un sentimental, pero tambien para el habia limites.
Pronto la cria tendria compania.
El hombre dejo la copa y se imagino a Sarah Baardsen, de ocho anos. Habia memorizado sus rasgos, se los habia aprendido de memoria, hasta tal punto que podia visualizar su cara en cualquier momento, en cualquier lugar. No tenia fotos. Las fotos pueden desaparecer. En cambio, la habia estado observando en el patio del colegio y de camino a casa de la abuela, en el autobus. Una vez habia estado sentado a su lado en el cine durante toda la pelicula. Sabia que su cabello despedia un aroma dulce y calido.
Le puso el corcho a la botella y la coloco sobre uno de los estantes casi vacios de la cocina. Al echar un vistazo por la ventana se quedo helado. Justo al otro lado, a pocos metros de la pared de la casa, habia un corzo