Si Kristiane se despertaba en medio de la noche, se podia dar el dia por comenzado. Se quito la sudadera vieja de la facultad, tenia mejores jerseis que este en el armario.

– Si piensas aparecer alguna otra noche, estaria bien que no llamaras al timbre. Usa el telefono. Por la noche desconecto el del salon, pero el del… -Hizo un gesto hacia el dormitorio y le echo cafe a la cafetera-. El de mi cuarto suena poco, me despierta a mi, pero deja que Kristiane siga durmiendo. Es importante para ella, y para mi. -Intento sonreir, pero su gesto se convirtio en un bostezo. Algo aturdida, cerro los ojos y sacudio la cabeza con fuerza.

– Me acordare -prometio Yngvar-. Lo siento. Ya hay otra victima.

Ella se llevo lentamente la mano hacia el cabello, pero la dejo caer y acabo agarrando con fuerza el tirador de un cajon.

– ?A que…? -titubeo-. ?A que te refieres con «otra victima»?

Yngvar enterro la cara entre las manos.

– Un nino de once meses de Tromso -murmuro, alzando la vista-. Glenn Hugo. Once meses. ?No lo has oido?

– Yo… esta noche no he visto la tele ni he escuchado la radio. Hemos… Kristiane y yo hemos estado jugando con el perro y hemos salido a dar un paseo y… Once meses. ?Once meses!

La exclamacion se quedo flotando entre ellos, durante un largo rato, como si la edad de la pequena victima encerrase algun acertijo, alguna clave oculta que explicase aquel absurdo asesinato. Inger Johanne sintio que le asomaban lagrimas a los ojos.

– Pero…

Solto el cajon y se sento a la mesa. Ella sintio la necesidad de posar la mano sobre las de el.

– ?Ya ha aparecido?

– No fue secuestrado. Lo asfixiaron en su cochecito mientras dormia la siesta como todas las tardes.

El perro se habia tumbado en el rincon junto al horno. Estaba tirado de costado. Inger Johanne intento fijar la vista en el estrecho torax que subia y bajaba al ritmo de la respiracion. Se le notaban las costillas bajo el pelaje corto y suave. Tenia los ojos entrecerrados, y su lengua brillaba rosa y humeda, rodeada de marron.

– Entonces no es el -dijo con contundencia pero con voz debil. Le costaba respirar-. El no estrangula. El… Secuestra y mata de un modo… de un modo que nosotros no entendemos. El no asfixia a bebes dormidos. No es el mismo hombre. ?Has dicho Tromso? ?Ha ocurrido en Tromso?

Inger Johanne golpeo la mesa levemente con los punos, como si la distancia geografica fuera la prueba que necesitaba. Se trataba de una muerte tragica, pero al mismo tiempo natural. Una muerte subita de bebe obviamente era horrible, pero se podia vivir con ello. Por lo menos ella. Eso debia de servirle de consuelo a todo el mundo menos a la familia, a la madre, al padre.

– ?Tromso! ?No encaja!

Se inclino sobre la mesa y lo miro a los ojos. El desvio la vista hacia la cafetera y se levanto despacio, sin fuerzas. Abrio un armario, saco dos tazas y se quedo un momento contemplandolas. Una de ellas tenia un dibujo de un Ferrari que el lavavajillas habia convertido en una mancha de color rosa palido. La otra tenia la forma de un dragon desconcertado con un ala rota. El asa figuraba la cola. Yngvar sirvio cafe en las dos y le alargo la taza con el coche a Inger Johanne. Las particulas del vapor del cafe se le adherian a ella a la cara. Sujetaba fuerte la taza con las dos manos. Queria que Yngvar le diera la razon. Tromso estaba demasiado lejos, el modus operandi no encajaba. El asesino no habia encontrado a su cuarta victima. No podia ser asi. El perro gimio en suenos.

– La nota -dijo el, cansinamente, y tomo un sorbo del liquido ardiente-. Ha dejado una nota. «Ahi tienes lo que te merecias.»

– Pero…

– Todavia no hemos hecho publico ese detalle, no ha salido una palabra sobre eso en los periodicos. Lo cierto es que hemos conseguido guardarlo en secreto hasta ahora. Tiene que ser el.

Inger Johanne miro el reloj.

– Las dos menos veinticinco -dijo-. Faltan cuatro horas y treinta y cinco minutos para que se despierte el despertador de alli dentro. Pongamos manos a la obra. Supongo que has traido algo en esa maleta. Ve a buscarla. Nos quedan cuatro horas y media.

– ?Asi que el unico rasgo comun es la nota?

Inger Johanne se recosto abatida en la silla y enlazo las manos detras de la nuca. Habia papelitos amarillos por todas partes. De la nevera colgaba una enorme cartulina que habia estado enrollada y que hubo que fijar con cinta de embalar para que no se cayera. El nombre de los ninos encabezaba cada una de las columnas, que contenian informacion de todo tipo, desde detalles sobre la alimentacion hasta historiales medicos. La columna de Glenn Hugo era raquitica. Los unicos datos que habia sobre el ninito que llevaba menos de un dia muerto eran una posible causa de muerte (la asfixia), su edad y su peso. Un nino sano y normal de once meses de edad.

En una hoja de tamano DIN-A4 que colgaron sobre el fogon, se indicaba ademas que los padres se llamaban May Berit y Frode Benonisen, de veinticinco y veintiocho anos respectivamente y que vivian en la casa de la madre de ella, que tenia un patrimonio considerable. Los dos trabajaban en el Ayuntamiento, el en la seccion de limpieza y ella como secretaria del alcalde. Frode habia finalizado los estudios primarios y tenia a sus espaldas una carrera medianamente exitosa como futbolista en el TIL, mientras que May Berit habia obtenido dos diplomaturas, en historia de las religiones y en filologia espanola. Llevaban dos anos casados, casi exactamente.

– La nota. Y que todos son ninos. Y que todos estan muertos.

– No. Emilie no, no necesariamente. De eso no sabemos nada.

– Correcto. -Yngvar se froto el cuero cabelludo con los nudillos-. Las hojas de papel sobre las que estan escritas las notas proceden de dos paquetes distintos. Se trata de papel normal, del que usa todo el mundo que tiene un ordenador. No se ha recogido ninguna huella. Bueno… -Volvio a frotarse la cabeza, levantando una sutil nube de caspa que solo resultaba visible a la luz de la lampara de pie que ella habia traido del salon-. Es demasiado pronto para concluir nada sobre la ultima nota, claro. Todavia lo estan investigando, pero creo que no deberiamos hacernos demasiadas ilusiones. Este tipo obra con cautela. Con mucha cautela. La letra de las notas parece diferente, por lo menos a primera vista. Quiza sea premeditado, lo va a estudiar un experto.

– Pero ?y este testigo…? Este…

Inger Johanne se levanto y deslizo el dedo indice sobre una serie de papelitos amarillos pegados a la nevera, junto a la ventana.

– Aqui. Un senor del numero 1 de la calle Soltun. ?Que es lo que ha visto en realidad?

– Un catedratico retirado. Un testigo muy creible, hasta cierto punto. El problema es que… -Yngvar sirvio la sexta taza de cafe, y reprimio un eructo provocado por la acidez del estomago, con el puno sobre la boca-. No ve del todo bien, lleva gafas con bastante graduacion. Pero en todo caso… Estaba arreglando la barandilla de la terraza, y desde ahi se ve muy bien este camino. -Yngvar uso un cucharon de madera para senalar un punto en el boceto de un mapa que estaba pegado con celo a la ventana-. Dice que, hacia la hora en que se cometio el crimen, se fijo en tres personas: una mujer de mediana edad, con un abrigo rojo, a la que cree haber visto antes, y un nino en bicicleta, al que supongo que podemos descartar. Los dos caminaban hacia el lugar de los hechos. Pero vio tambien a otro hombre, un tipo que segun sus calculos tendria entre veinticinco y treinta y cinco anos. Este venia andando en direccion contraria -volvio a apuntar al papel con el cucharon-, hacia la colina de Langnes. Eran algo mas de las tres. El testigo lo sabe con seguridad porque su mujer salio justo despues para preguntarle a que hora le venia bien bajar a comer. El miro el reloj y calculo que terminaria de arreglar la barandilla hacia las cinco.

– Y habia algo en el modo en que el tipo caminaba…

Inger Johanne se concentraba en el mapa.

– Si, el catedratico lo describio como… -Yngvar rebusco en el taco de papeles-: «Alguien que intenta disimular la prisa.»

Inger Johanne adopto una expresion esceptica al oir la frase.

– ?Y como se nota eso?

– Decia que el tipo andaba mas despacio de lo que en realidad habria querido, como si en realidad estuviese deseando arrancar a correr pero no se atreviera. Una observacion bastante aguda, la verdad, si es que es correcta. De camino hacia aqui he intentado caminar asi, y quiza tenga sentido. Se adquiere un paso vacilante,

Вы читаете Castigo
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату