algo forzado.

– ?El testigo ha aportado algo mas a la descripcion?

– Por desgracia, no.

A la copa dragon se le habia roto la otra ala a lo largo de la noche. Ahora la bestia parecia aun mas compungida, como un gallo manso y tullido. Yngvar le echo un chorro de leche al cafe.

– Solo hablo de la edad aproximada. Y de que iba vestido de gris o de azul, o quiza de gris y de azul. Tenia un aspecto muy neutro.

– Sensato por su parte. Si de verdad era nuestro hombre, claro esta…

– Tambien describio su pelo. Llevaba una melenita corta y espesa, como la de un caballero. El catedratico no se atreve a asegurar nada mas. Evidentemente, vamos a hacer un llamamiento para que cualquiera que estuviera en la zona se ponga en contacto con nosotros. Asi que ya veremos.

Inger Johanne se froto la region lumbar y cerro los ojos. Aparentemente se habia quedado completamente en Babia. La luz de la manana empezaba a iluminar el cielo. De pronto, ella se puso a recoger todos los papeles amarillos, a descolgar los carteles, a plegar los mapas y las columnas. Lo ordeno todo meticulosamente: las notas en sobres, las hojas de papel grandes apiladas con sumo cuidado. Por ultimo, lo guardo todo en la vieja maleta y saco una lata de Coca-Cola de la nevera. Clavo una mirada inquisitiva en Yngvar, pero este nego con la cabeza.

– Me voy a ir -le aseguro-. Por supuesto.

– No -repuso ella-. Ahora es cuando vamos a empezar. ?Quien mata ninos?

– Ya hemos pasado por este ejercicio antes -protesto el, desconcertado-. Estabamos de acuerdo en que eran los automovilistas y los criminales sexuales. Pensandolo mejor, me resulta verdaderamente grotesco nombrar a los automovilistas en este contexto.

– Eso no quita que sean ellos los que matan a ninos en este pais -respondio ella secamente-. Pero olvidalo. Aqui de lo que se trata es de odio, de algun tipo de sentido de la justicia completamente retorcido.

– ?Como sabes eso?

– No lo se. ?Estoy pensando, Yngvar!

El blanco de los ojos de Stubo ya no era blanco. Tenia pinta de llevar de juerga tres dias, y su olor acentuaba esta sensacion.

– Hace falta un odio muy intenso para justificar unos actos como los de este hombre -asevero Inger Johanne-. No olvides que el va a tener que vivir con esto, que dormir por las noches, que comer, sin que los remordimientos se lo impidan. Probablemente va a tener que desenvolverse en una sociedad que lo condena energicamente desde cada pagina de periodico, desde cada telediario, en las tiendas a las que no puede dejar de ir, en su lugar de trabajo, quiza…

– Pero es imposible que… ?Es imposible que odie a los ninos!

– Chsss. -Inger Johanne elevo la palma de la mano-. Estamos hablando de alguien que se esta resarciendo. Resarciendo.

– ?De que?

– No lo se. Pero ?tu crees que ha elegido arbitrariamente a Kim y a Emilie, a Sarah y a Glenn Hugo?

– Por supuesto que no.

– Ahora estas sacando conclusiones sin ninguna base. Por supuesto que pueden haber sido elegidos de un modo arbitrario, pero no es lo mas verosimil. Que al hombre se le metiera de pronto en la cabeza, y sin ningun motivo, que le habia llegado el turno a Tromso… me parece dudoso. Tiene que haber algun tipo de relacion entre estos ninos.

– O entre sus padres.

– Exacto -dijo Inger Johanne-. ?Quieres mas cafe?

– Estoy a punto de vomitar.

– ?Te?

– Quiza lo mejor hubiera sido algo de leche caliente.

– Entonces te vas a quedar dormido.

– No estaria nada mal.

Eran las cinco y media. El Rey de America tenia pesadillas. Echado panza arriba, agitaba las patitas en el aire, como si huyese en suenos de un enemigo. Inger Johanne abrio la ventana para que se ventilara la cocina. El ambiente estaba muy cargado.

– El problema es que no somos capaces de encontrar una conexion entre los put… entre los padres. -Yngvar hizo un gesto de desesperacion con los brazos.

– Obviamente eso no significa que no exista -senalo Inger Johanne y se sento en el banco de la cocina apoyando los pies sobre un cajon medio abierto-. Limitemonos por un momento a jugar con la idea -continuo- de que se trata de un psicopata, simple y llanamente porque sus actos son tan horribles que parece una hipotesis creible. ?Que seria entonces lo que estariamos buscando?

– Un psicopata -murmuro Yngvar Stubo.

Ella prosiguio, como si no lo hubiese oido.

– Hay mas psicopatas de lo que solemos creer. Segun algunas estadisticas, son cerca del uno por ciento de la poblacion. Casi todos hemos llamado alguna vez psicopata a alguien cuyo comportamiento no nos gusta, y no es algo tan lejano como quisieramos creer. Aunque…

– Yo creia que hoy en dia a eso se le llamaba trastorno de personalidad antisocial -comento Yngvar.

– Pues resulta que eso es otra cosa. Los criterios para diagnosticarlos se superponen, pero… Olvidalo. ?Ayudame, Yngvar! ?Estoy intentando pensar!

– Desde luego, el problema es que yo ya no estoy en condiciones de pensar en absoluto.

– Pues deja que lo haga yo. ?Escuchame, por lo menos! La violencia… La violencia se puede dividir, grosso modo, en dos tipos: la instrumental y la reactiva.

– Ya lo se -refunfuno Yngvar.

– Nuestros casos son claramente el resultado de una violencia instrumental, es decir, que se trata de un ejercicio de violencia planificado y con objetivos concretos.

– Al contrario que la violencia reactiva -recito Yngvar Stubo, despacio-, que es mas bien consecuencia de amenazas externas o frustracion.

– La violencia instrumental es mucho mas habitual en los psicopatas que en el resto de la gente. De alguna manera presupone una cierta… maldad, por asi decirlo. O, en terminos mas cientificos: incapacidad para empatizar.

– Pues no parece el caso de nuestro hombre. Nuestro hombre…

– Los padres -dijo Inger Johanne pausadamente.

Se bajo de un salto del banco de la cocina y abrio la maleta de piloto rota. Busco el sobre que habia marcado con la palabra «Padres» y luego dispuso el contenido en filas en el suelo. Jack levanto la cabeza, pero luego se volvio a repantigar.

– Aqui tiene que haber algo -dijo ella con emocion contenida-. Tiene que haber alguna relacion entre estas personas. Es sencillamente imposible odiar tan profundamente a cuatro ninos de nueve, ocho, cinco y apenas un ano.

– No se trata en absoluto de los ninos -replico Yngvar, casi en tono de pregunta, y se inclino sobre los papeles.

– Quiza no, quiza sean las dos cosas, los ninos y los padres. Las madres. Que se yo.

– La madre de Emilie esta muerta.

– Y Emilie es la unica que no ha aparecido.

Los dos se quedaron callados. En aquel silencio sonaba mas fuerte el tictac del reloj de la pared, que se aproximaba implacable a las seis.

– Todos los progenitores son blancos -dijo de pronto Inger Johanne-. Todos son noruegos, tambien sus familias. No se conocen. No tienen amigos en comun. No trabajan en el mismo sitio. Esto es, como minimo…

– Chocante. ?Los ha elegido simple y llanamente porque no tenian nada en comun?

– Comun, comun, comun… -Inger Johanne repetia la palabra una y otra vez, como un mantra-. La edad. Las edades van desde los veinticinco que tiene la madre de Glenn Hugo, hasta los treinta y nueve del padre de Emilie. Las madres tienen edades comprendidas entre…

Вы читаете Castigo
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату