ellos, y algunos casi no soportan vivir con el recuerdo de lo que han hecho. Son capaces de arrepentirse, de avergonzarse, de entristecerse. No tanto por el acto sexual, pues tienen una notable capacidad para racionalizar eso, como por el asesinato. Por el hecho de que el nino tuviera que morir.
– ?Adonde quieres llegar?
Inger Johanne vacio el vaso de leche y se dio un palmadita en la tripa.
– Una persona capaz de matar a ninos completamente inocentes… de secuestrarlos, matarlos y mandarselos de vuelta a los padres con una carta cruel… Este tipo de actos requiere una psique que permita al asesino legitimar sus acciones.
– Se trata de actos perfectamente sensatos, a su juicio. Esta loco, por tanto.
Yngvar estaba manoseando una funda que llevaba en el bolsillo de la camisa.
– No, no esta loco, al menos en el sentido convencional de la palabra. No es psicotico. Si lo fuera, nunca habria sido capaz de llevar a cabo su plan. Que no se te olvide lo metodico que es cuando actua, el cuidado con el que lo planea todo. Pero… depende de lo que entiendas por loco. ?Un… alma descarriada? Si. ?Una mente trastornada? No lo creo.
– Pero le parece bien matar ninos. ?Es eso lo que estas diciendo? ?Que le parece bien matar ninos, pero que al mismo tiempo no esta trastornado?
– Si, bueno, en realidad no. Quizas hasta cierto punto le apene la muerte de los ninos, pero tiene un objetivo mas elevado. Un encargo, por asi decirlo. Una especie de… ?mision?
– ?Encomendada por quien? -La funda se deslizaba arriba y abajo entre sus dedos. Apenas se percibia el sonido del metal al rozar la piel seca.
– No lo se -dijo ella laconicamente.
«Me estas enganando -se le ocurrio a ella de pronto-. Aqui estoy yo, desgranando obviedades que hace tiempo que tu mismo habias pensado. ?Cuantos casos de asesinato has investigado? ?Con cuantos asesinos con facultades mentales mermadas te has topado? Has leido tomos y tomos de libros sobre esto. Estas pescando, crees que ya he mordido el anzuelo. Por alguna razon absurda es importante para ti que me implique en el caso. Yo no me dejo enganar.»
– ?Cafe? -pregunto con ligereza y empezo a llenar la cafetera de agua.
– Ya sabes como trabaja un
El agua empezo a correrle por la muneca; hacia rato que la cafetera estaba llena.
– Primero habrias leido todos nuestros documentos -continuo Yngvar-. Todas las pruebas y datos objetivos que hemos reunido. Despues habrias trazado el perfil de cada una de las victimas, cosa que en este caso resultaria bastante sencilla, al tratarse de ninos, y a la vez increiblemente complicada, porque te verias obligada a trazar tambien el perfil de los padres para completar la imagen. Despues empezarias, lentamente, desde la base, a construir a nuestro hombre. Si es que tienes razon en que se trata de un hombre, claro esta. Esto es lo que harias. Si estuvieras dispuesta a ayudarme.
La intensidad con la que Yngvar pronuncio la ultima frase la asusto. Inger Johanne cerro el grifo y estuvo a punto de dejar caer la cafetera al suelo.
– ?Por que? ?Por que? -Se volvio bruscamente y asesto una fuerte palmada con la mano que tenia libre en el banco de la cocina-. ?Podrias darme una sola razon por la cual un experimentado inspector de Kripos iba a perder un monton de tiempo y a recurrir, dicho con suavidad, a sutiles metodos para conseguir que una simple investigadora lo ayude con un caso que es tan aberrante que nunca habiamos visto nada igual en este pais? ?Podrias explicarme por que tengo la impresion de que eres completamente incapaz de aceptar un no por respuesta?
Se hizo el silencio. El se miraba las manos. Inger Johanne le dio la espalda para retirar del fuego el cafe, que habia empezado a hervir. Al otro lado de la ventana de la cocina, por la calle que en teoria estaba cerrada al trafico, avanzaba un Golf rojo, deteniendose ante los buzones.
– Tengo miedo -dijo Yngvar calladamente, como buscando las palabras- de que creas que estoy tan loco como… De que creas que he perdido la cabeza.
Ella seguia sin volverse. El Golf rojo se habia parado frente al numero 16.
– Cuando era mas joven, hasta cierto punto me enorgullecia de ello -continuo el con voz queda-. Incluso presumia de mi intuicion. Los chicos me llamaban Stubo el Vidente. Yo… No es que sea realmente vidente, yo no creo en esas cosas y no tengo visiones de donde esta la gente que ha desaparecido. Pero… he dejado de hablar de eso. Los companeros empezaron a mirarme como a un bicho raro, murmuraban por los rincones y a mis espaldas. Yo no decia nada, pero tengo la capacidad…, no, no la capacidad: la tendencia. Tiendo a tener sensaciones sobre los casos en los que estoy trabajando. Es dificil de explicar, la verdad. Entro en una especie de estado de hipersensibilidad. Sueno con los casos. Veo cosas.
El conductor del Golf rojo tiro una colilla por la ventanilla y dio media vuelta con el coche. Inger Johanne no alcanzaba a ver lo que habia dejado, pero la tapa del buzon del numero 16 ya no cerraba del todo.
– Tampoco es para tanto -repuso ella con ligereza-. Todos los buenos detectives tienen intuicion. No hay nada paranormal o sobrenatural en eso. La intuicion no es mas que el tratamiento por parte del inconsciente de una serie conocida de factores. Proporciona respuestas a las que uno no es capaz de llegar por medio de un analisis consciente. -Por fin se volvio hacia Yngvar-. Algunos lo llaman sabiduria. -Sonrio levemente-. Quiza por eso se suele decir que es una cualidad femenina. Pero ?que tiene esto que ver conmigo?
– Te vi en la tele -senalo el-. Y me quede impresionado. Me paso por la cabeza la posibilidad de hablar contigo, pero al dia siguiente me habia olvidado de toda la historia. A media tarde me llamo un amigo desde Estados Unidos, Warren Scifford.
– Warren Sci…
– Si, del FBI.
Ella sintio que se le erizaban los pelos de los brazos, de forma repentina y desagradable.
– Por cuestion de rutina hemos informado a la Interpol de los secuestros. Warren habia llegado al caso a traves de otro asunto. Cuando llamo hacia mas de medio ano que no hablabamos. Al final de la conversacion me pregunto si por casualidad conocia a una mujer llamada Inger Johanne Vik. Cuando le hable de ti y de lo que andabas haciendo, me recomendo que acudiera a ti. La verdad es que fue la recomendacion mas insistente que me han hecho nunca. Paso el dia y yo tenia mucho que hacer. Esa misma noche tuve un sueno, o mas bien una pesadilla. No te voy a molestar contandote el sueno, entonces si que pensarias que estoy loco. -Solto una risita algo forzada-. Sea como fuere, tenias un papel en el sueno, un papel que hace que sea importante para mi hablar contigo. Tienes que ayudarme. Pero no quieres. Sera mejor que me vaya.
– No. -Inger Johanne volvio a sentarse en la silla, justo enfrente de Yngvar-. Espero que Warren no te confundiera -dijo en voz baja-. Yo no soy
– Y fuiste la mej…
– Espera -lo interrumpio ella mirandolo directamente a los ojos-. Me has enganado. Me has tenido enganada al no confesarme desde el principio que habias escarbado en mi pasado. No es un buen punto de partida para una colaboracion.
Habria jurado que el se sonrojaba, que le asomaba un debil rubor justo debajo de los ojos.
– A pesar de todo, te doy cinco minutos para que me digas que estas pensando -agrego ella echandole una ojeada al reloj del horno-. Cinco minutos.
– Esta investigacion es un caos -reconocio el-. Hay un orden en ese caos, esta en algun sitio, pero pierdo la perspectiva cada vez con mayor frecuencia. Cuando desaparecio la primera nina, Emilie, todo era abarcable con la vista. Yo tenia la responsabilidad principal, eramos un grupo limitado de investigadores. Despues todo ha saltado por los aires. Ahora que hemos acaparado la atencion de los medios de comunicacion, todo se ha elevado a un plano mas alto. Nadie esta autorizado a realizar declaraciones publicas excepto el mismisimo jefe de Kripos, pero como el apenas hace otra cosa que hablar con los medios de comunicacion, no esta bien informado. A veces hace afirmaciones precipitadas, los subordinados cargamos con la culpa. No lo critico, de verdad que no. No le envidio a nadie el papel de tener que dar la cara para responder sobre un caso en el que mueren ninos como moscas y… - Yngvar dirigio la mirada a la cafetera, luego se levanto y vertio el contenido en un termo azul-, y no tenemos una puta pista, joder -dijo finalmente con enfasis.
Inger Johanne nunca lo habia oido soltar tacos. En cierto sentido le sentaba bien.
– O tenemos un millon de pistas -anadio el-, pero que no llevan a ningun sitio. -Sirvio una taza de cafe para cada uno-. Tambien lo complica todo el hecho de que la Policia Municipal de Oslo haya entrado en escena.