usted no lo sabia.
– No. Le acompano en el sentimiento.
Ella no queria escuchar esto.
– Un accidente absurdo. Mi hija… se llamaba Trine y tenia veintitres anos, Amund era un bebe. Es mi nieto. Ella queria… ?La estoy incomodando? La estoy incomodando. -Se incorporo bruscamente y echo los hombros hacia atras, como para volver a llenar la chaqueta de tweed gris. Luego sonrio brevemente-. Tiene cosas mas sensatas que hacer.
Pero no se levanto ni hizo ademan de irse. Un pajaro carbonero se habia posado en la casita para pajaros de la terraza.
– No -dijo Inger Johanne.
Cuando Stubo la miro, ella no supo lo que el queria. Mas que nada parecia agradecido, quizas aliviado, porque se hundio de nuevo en el sofa.
– Mi mujer se andaba quejando de que uno de los canalones estaba atascado -dijo el con la vista en el techo-. Yo le habia prometido arreglarlo, desde hacia mucho tiempo, pero nunca me decidia a hacerlo. Una manana que mi hija se paso por casa, se ofrecio a subir a desatascar los canalones. Probablemente mi mujer le estaba sujetando la escalera. Trine debio de perder el equilibrio. Se cayo, arrastrando consigo parte del canalon. De alguna manera, el tubo la… atraveso. A mi mujer le cayo encima la escalera, con todo el peso de Trine. Uno de los peldanos la golpeo en la cara. Le hinco el tabique nasal en el cerebro. Cuando llegue a casa un par de horas mas tarde, las encontre a las dos, alli tiradas. Muertas. Amund seguia durmiendo.
Inger Johanne oia su propia respiracion entrecortada. Intento obligarse a respirar a un ritmo mas pausado.
– En aquel momento era jefe de seccion -continuo el, serenamente-. Para ser sincero, hacia tiempo que me veia a mi mismo como el proximo jefe de Kripos. Pero despues de aquello… Solicite de nuevo el puesto de inspector. Nunca sere otra cosa que eso, si es que aguanto, claro. Este tipo de casos me hace dudar. En fin. - Tenia la mirada errante, y en sus labios se habia dibujado una sonrisa timida, casi compungida, como si hubiera hecho algo malo y no supiera bien como pedir perdon. Abrio la boca un par de veces, como para decir algo mas, pero se limito a contemplarse las manos-. En fin -volvio a decir jugueteando con los pulgares-. Tendre que empezar a pensar en retirarme.
Seguia sin levantarse, sin hacer ademan de marcharse.
«No tengo sitio para esto -pensaba Inger Johanne-. No tengo sitio para un caso como este en mi vida. No quiero. No tengo sitio…»
– … para ti -dijo a media voz.
– ?Como?
Yngvar estaba sentado de espaldas a la gran ventana del salon, a contraluz, por lo que a Inger Johanne le costaba distinguir sus rasgos. Solo le veia claramente los ojos. El la estaba mirando de frente.
– ?Quieres que prepare la comida? -le pregunto con una leve sonrisa-. Debes de tener hambre, yo, por lo menos, la tengo.
Ocupaba tanto espacio…
Isak, el unico hombre que habia estado alguna vez en su cocina durante mas de treinta segundos, era pequeno, casi enclenque. Yngvar llenaba toda la habitacion, de forma que practicamente no quedaba sitio para Inger Johanne. El se quito la chaqueta y la colgo sobre una silla. Despues se puso a hacer una tortilla, sin siquiera preguntar. Inger Johanne apenas podia moverse sin rozarlo. El hombre despedia un ligero olor a recien duchado y a puro, el olor de una persona mayor que ella. Cuando se remango la camisa para cortar la cebolla, ella se percato de que tenia el vello del antebrazo rubio, casi dorado. Empezo a pensar en el verano y se dio la vuelta.
– ?Que crees que significa la nota? -pregunto el, senalando al aire con el cuchillo-. «Ahi tienes lo que te merecias.» ?Quien tiene lo que se merece? ?La nina? ?La madre? ?La sociedad? ?La policia?
– En algun sentido, en ambas ocasiones los mensajes iban dirigidos a las madres -respondio Inger Johanne-. Aunque el asesino evidentemente no podia saber que seria la mama quien encontraria a Kim; hubiera podido ser el padre quien decidiese bajar al sotano. Y en lo que respecta a Sarah, supongo que tenemos razones para creer que el asesino comprendio que el paquete nunca llegaria a su destino. No es tonto. No se. Creo que es mas importante fijarse en el contenido del mensaje que hacer conjeturas sobre a quien iba dirigido.
– ?A que te refieres con el contenido?
Yngvar encendio el fuego y se agacho para sacar una sarten del armario, sin siquiera preguntar donde estaba. Inger Johanne se habia sentado en una silla y miraba ensimismada su vaso de agua con cubitos de hielo.
– En realidad creo que hay que seguir otro camino -dijo lentamente.
– Muy bien. ?Cual?
– Siempre hay que empezar por abajo -contesto ella con aire ausente, como si estuviera buscando algo en la memoria-. Analizar lo que se tiene. Los hechos. Los hallazgos objetivos. Poner los ladrillos desde abajo. Nunca especular sin tener algun tipo de fundamento. Es peligroso.
– Asi que eso es lo que hay que hacer.
– Si.
Ella estiro la espalda y dejo el vaso en la encimera. La comida olia bien, Yngvar saco platos y vasos, cuchillos y tenedores. Aparentemente concentrado, esculpio un bello ornamento a partir de un tomate.
– Mira -dijo satisfecho, depositando la sarten sobre la mesa-. Tortilla de cebolla. Esto me parece a mi una buena comida.
– Tres ninos -murmuro ella mientras masticaba despacio-. Si suponemos que Emilie ha sido secuestrada por la misma persona que secuestro a Sarah y a Kim. En realidad no podemos darlo por sentado, pero… por el momento lo vamos a suponer. Han desaparecido tres ninos. Dos han sido devueltos. Muertos. Ninos muertos.
– Ninos muertos -repitio Yngvar dejando el tenedor-. Ni siquiera sabemos de que han muerto.
– ?Espera! -De pronto, ella levanto la mano-. ?Quien mata ninos?
– Los delincuentes sexuales y los automovilistas -refunfuno el.
– Exacto.
– ?Hmm?
– A estos ninos no los ha matado un automovilista. Tampoco hay indicios de que los haya matado un delincuente sexual, ?verdad?
El asintio levemente con la cabeza.
– En todo caso tendrian que ser actos sexuales que no dejaran huella -explico-, lo cual, por supuesto, no se puede descartar.
– ?Que nos queda entonces, si no se trata de sexo ni de accidentes de trafico?
– Nada -respondio el y se volvio a servir.
– Comes demasiado rapido -lo reprendio ella-. Y te equivocas, nos quedan bastantes posibilidades. A vosotros, quiero decir. Os quedan bastantes. -Le gustaba aquella tortilla. Quiza tuviera demasiada cebolla, pero unas gotas de Tabasco le daban un sabor especial-. El caso es que somos muy reticentes a matar ninos. Tanto tu como yo sabemos que la gran mayoria de los asesinos comete sus crimenes en estado de alteracion, y el numero de recaidas es minimo. El asesinato suele ser resultado de un largo conflicto familiar, de celos incontrolables o… de meros accidentes. Peleas de borrachos. Una cosa lleva a la otra, y ademas hay armas, cuchillos, escopetas de perdigones. Bang. De pronto alguien se convierte en homicida. Asi es la cosa, eso lo sabemos los dos. Los ninos muy rara vez estan implicados, al menos como victimas. Como victimas directas del crimen, quiero decir.
– Eso si no contamos a los adolescentes, que cada vez se matan con mas frecuencia -observo Yngvar-. Cada vez son mas jovenes. Yo diria que un chico de catorce anos es un nino. Esa era la edad que tenia el muchacho que se cargaron algunos de sus companeros en enero, en el colegio de Mollergata, creo que fue.
Inger Johanne arqueo las cejas en un gesto elocuente.
– Que si, pero tambien en estos casos de bandas se trata de rivalidades, de honor mal comprendido. Se matan entre ellos, no matan a extranos. Y en lo que respecta a los delincuentes sexuales, suelen asesinar para ocultar su delito, el abuso en si. Es muy poco frecuente que el asesinato se perpetre durante el acto sexual. Los delincuentes sexuales matan porque no les queda otro remedio, simple y llanamente. He hablado con muchos de