Patrick, la unica persona en todo Estados Unidos que conocia su pasado, le habia aconsejado, mientras pulia un caballito dorado, que contactara con un abogado, o quiza con un detective. El tiovivo de Patrick era el mejor de toda Nueva Inglaterra. Habia muchisimos detectives en el pais, muchos de ellos muy eficientes, le aseguro. Si esa mujer habia venido desde un sitio tan lejano como Noruega para decirle que creia en su inocencia, tantos anos despues, es porque seguramente habia algo que averiguar. Por lo que sabia Patrick, los abogados eran caros, pero no era tan dificil encontrar alguno que solo cobrara si ganaban el caso.

El problema era que Aksel no tenia ningun caso que ganar.

Por lo menos en Estados Unidos.

Aun asi, lo cierto es que siempre habia estado esperando. Resignado, y en silencio, nunca habia perdido la esperanza de que alguien descubriera la injusticia que se habia cometido contra el. Apenas le alcanzaban las fuerzas para rogar en voz baja, a la hora de acostarse, que la manana trajera algo nuevo. Que alguien le creyera, alguien ademas de Eva y Patrick.

La visita de Inger Johanne Vik significaba algo.

Por primera vez en todos esos anos estaba contemplando la posibilidad de regresar a su pais.

Seguia considerando Noruega su pais, aunque su vida estaba en Harwichport. Su casa, sus vecinos, las pocas personas a las que podia llamar amigos, todo lo que tenia estaba aqui, en un pueblecillo del cabo Cod. Y, sin embargo, Noruega siempre habia sido su pais.

Si Eva le hubiera pedido que se quedara, nunca se habria embarcado en el MS Sandefjord. Si ella mas tarde, durante los primeros anos despues de que llegara a Norteamerica, le hubiera pedido que volviera, se habria enrolado en el primer barco de vuelta. Habria buscado trabajos temporales y se habria conformado con una vida modesta. Se habria mudado a otra ciudad, donde fuera posible conservar un trabajo durante un ano o dos, hasta que su pasado lo asediara de nuevo y lo empujara hacia algun otro sitio. Si Eva hubiera querido acompanarlo, el habria estado dispuesto a ir a cualquier sitio. Pero el no tenia otra cosa que ofrecer que su amor, y Eva no era lo bastante fuerte. El estigma que pesaba sobre Aksel era demasiado grande. No para el, sino para ella, aunque supiera que era inocente. Daba la impresion de que ella nunca dudaba de eso, pero no soportaba las miradas de reprobacion de los demas. Los amigos y vecinos la miraban mal y cuchicheaban, y la madre empeoraba aun mas las cosas. Eva tiro la toalla. Aksel habria soportado la soledad si hubiera estado con Eva, pero Eva era demasiado debil para soportar una vida junto a el.

Mas tarde, cuando ella quedo libre, era demasiado tarde para los dos.

Quizas ahora habia llegado la hora. El destino habia pegado un salto en una direccion inesperada, y habia alguien ahi en su pais que lo necesitaba. Es cierto que Eva no le pedia directamente que volviera en la carta que le habia mandado en una fecha inesperada, pero estaba al borde de la desesperacion.

Aksel tenia la tarjeta de visita de Inger Johanne Vik, por lo que si se marchaba podria ponerse en contacto con ella. Patrick tenia razon: aquella mujer habia viajado hasta alli desde Noruega para hablar con el, asi que tenia que creer en su inocencia. El sueno de llegar a limpiar su nombre alguna vez quiza se haria realidad. Asustado ante esa idea, se levanto, rigido y se rasco el trasero.

El hombre de la inmobiliaria le habia ofrecido un millon, y de eso ya hacia bastante tiempo. Ahora el cabo Cod estaba en su apogeo. Como no era de esperar que hubiese un solo comprador en potencia a quien le interesara mas la casa que el terreno, no tendria que preocuparse de la limpieza o las reformas.

Aksel Seier le dio la vuelta a un cangrejo con la punta de la bota y este se quedo tumbado, como un casco aleman de la Primera Guerra Mundial en la arena. A pesar de que nunca tomaba una decision sin antes meditarla a fondo, era consciente de que estaba a punto de dar un paso muy importante. Empezo a preguntarse si le seria posible llevarse al gato consigo.

44

– Al parecer tu teoria de los hermanastros estaba equivocada -dijo Sigmund Berli.

– Bien -dijo Yngvar Stubo-. ?Pudiste hacer los analisis de sangre sin demasiadas dificultades?

– Prefiero no hablar de eso. He mentido mas durante los ultimos dias que en toda mi vida. Prefiero no hablar. Por ahora solo tenemos los resultados de las viejas pruebas de paternidad. Los analisis del ADN llevan mas tiempo. Pero todo parece indicar que los demas padres realmente son los progenitores de sus hijos.

– Bien -repitio Yngvar-. Me alegra oirlo.

Sigmund Berli reacciono.

– Vaya -dijo, dejando los papeles ante su jefe-. No pareces muy sorprendido. ?Por que tenias tanto empeno en comprobarlo, si en realidad no creias gran cosa en ello?

– Hace mucho que he dejado de sorprenderme por nada, y tu sabes tan bien como yo que hay que comprobarlo todo: aquello en lo que creemos y aquello en lo que no. Justamente ahora da la impresion de que todo el mundo ha entrado en una especie de histeria colectiva en la que todo…

– ?Yngvar! ?Dejalo ya!

La caza de Olaf «Laffen» Sornes se habia convertido en una especie de asunto de interes nacional. No se hablaba de otra cosa ni en los medios de comunicacion ni en las comidas ni en los lugares de trabajo. Yngvar comprendia que la mayoria de la gente estuviese convencida de que Laffen era un infanticida, pero que sus colegas tambien hubiesen sacado esa conclusion precipitada lo asustaba. Era evidente que Laffen no era mas que un miserable copycat. Su ficha policial hablaba de una sexualidad perversa que solo ahora lo habia llevado a un intento real de secuestrar a un nino. Tanto la literatura como innumerables historias veridicas relataban hechos parecidos: cuando un crimen tiene una gran repercusion, a algunas personas ahi fuera se les despiertan sus peores instintos.

– Pero si es obvio -dijo Yngvar negando con la cabeza-. ?Nada encaja! Piensa por ejemplo en la entrega por mensajeria del cuerpo de Sarah. ?Crees que Laffen hubiera conseguido organizar algo asi? ?Podria un hombre con un coeficiente intelectual de ochenta y uno concebir un plan como ese? ?Por no hablar ya de llevarlo a cabo! - Descargo un punetazo sobre el expediente de Laffen Sornes que les habian facilitado en Asuntos Sociales y en el Hospital de B?rum, donde el hombre habia estado ingresado para que le diagnosticaran una posible epilepsia-. Conozco a ese tipo, Sigmund. Es un pobre diablo que desde la pubertad no ha tenido cabeza mas que para masturbarse. Coches y sexo: no hay otro interes en la vida de Laffen Sornes. Triste, pero cierto.

Sigmund Berli se chupaba los dientes.

– Bueno, tampoco es que nos hayamos cerrado en banda, no es eso. Se sigue investigando en todas las direcciones, pero para empezar tienes que reconocer que es importante detener a este tipo, al fin y al cabo intento…

Yngvar alzo las manos y asintio energicamente con la cabeza.

– Desde luego -lo interrumpio-. Evidentemente hay que detener a este hombre.

– Ademas -anadio Sigmund-, ?como explicas que supiera lo de la carta? ?Lo del mensaje de «Ahi tienes lo que te merecias»? Hemos analizado el papel y tienes razon, no es del mismo tipo que los otros, pero eso tampoco tiene por que significar nada. Cada uno de los mensajes fue escrito en hojas de lotes diferentes, como tu bien sabes. Y si… -Alzo la voz para evitar que Yngvar lo interrumpiera-. Los mensajes de Laffen estaban escritos en ordenador y los demas a mano, pero ?como podia saberlo? ?Como podia conocer este macabro detalle si no esta implicado en el caso?

Era ya jueves 1 de junio y se notaba que el conserje habia apagado la calefaccion por aquella temporada. Fuera llovia con fuerza y en la habitacion hacia fresco, casi frio. Yngvar se tomo su tiempo para sacar un cigarro de la funda de metal, y un cortapuros del bolsillo de la camisa.

– No tengo la menor idea -dijo-. Pero la verdad es que cada vez hay mas gente informada de esto: muchos agentes de policia, algunos medicos, los padres. Aunque les hayamos pedido que mantengan la boca cerrada, no seria raro que hubieran mencionado los mensajes a sus conocidos. En total hay cerca de un centenar de personas que saben de la existencia de esos mensajes. -«Entre ellas Inger Johanne», penso mientras encendia el puro-. No tengo la menor idea -repitio, exhalando una nube de humo hacia el techo.

– ?Podria ser…? -Sigmund volvio a chuparse los dientes-. ?Podriamos estar hablando de dos autores de los hechos? -pregunto Sigmund Berli-. ?Podria Laffen ser una especie de… peon de alguien, de alguien mas listo que el? No, gracias. -Hizo un gesto de rechazo hacia la caja de palillos que le tendia Yngvar.

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