– Ni siquiera estoy seguro de que sea alli donde esta enterrada Grete Harborg -dijo el con la respiracion entrecortada-. Joder. ?Por que no hemos pensado en eso?

Yngvar se levanto de repente y apunto con un gesto interrogativo en direccion al despacho de Inger Johanne.

– Llama, llama -dijo ella-. Pero quizas ahora sea un poco tarde para averiguar esto, ?no?

– Demasiado tarde -dijo el cerrando la puerta a sus espaldas.

Se habian sentado en la terraza. Asi lo habia querido el. Pasaba de la medianoche y los vecinos por fin habian mandado a sus hijos a la cama. Se percibia un leve olor a carne asada a la parrilla proveniente del este. La direccion del viento resultaba comoda, el ruido de los coches en la autopista era un rumor lejano. Sobre las once, Inger Johanne le habia ofrecido un saco de dormir cuando fue a buscar un edredon para si. El habia dicho que no, pero al final habia accedido a taparse los hombros con una mantita. Estaba claro que tenia frio: movia los muslos regularmente y, de vez en cuando, se echaba el aliento en las manos para calentarselas.

– Una historia fascinante -comento el comprobando por cuarta vez que tenia el movil encendido-. Les he pedido que llamen a este numero, para que no… -Senalo hacia el interior de la casa, donde Kristiane dormia profundamente.

Inger Johanne le habia hablado de Aksel Seier. En realidad estaba sorprendida de no haberselo contado antes. En menos de una semana, Yngvar y ella habian pasado juntos un dia, una larga velada y una noche en vela. Varias veces habia estado a punto de contarle la historia, pero algo se lo habia impedido, quiza su reticencia a mezclar sus diferentes intereses laborales. Yngvar aun llevaba su camiseta. La habia estado escuchando con interes, y sus preguntas, breves y escasas, siempre eran pertinentes, tenian profundidad. Ella habria debido contarselo antes. Por alguna razon habia evitado hablar de Asbjorn Revheim y Anders Mohaug, ni habia mencionado siquiera su excursion a Lillestrom. Era como si primero quisiera pensarlo hasta el final.

– ?Crees que…? -dijo pensativa-. ?Crees que la fiscalia noruega a veces cae en…?

Casi daba la impresion de que no se atrevia a pronunciar la palabra.

– ?En la corrupcion? -la ayudo el-. No. Si con eso te refieres a la posibilidad de que la fiscalia aceptara dinero a cambio de contribuir a que un caso acabe de determinada manera, creo que esta casi descartada.

– Eso me tranquiliza mucho -dijo ella secamente.

Sobre una pequena mesa entre ellos habia un termo de te con miel. La tapa silbaba de un modo irritante, y ella intento cerrarla bien.

– Pero hay muchas formas de debilidad humana -dijo el aferrandose a la taza para calentarse-. La corrupcion resulta casi impensable en este pais, por muchos motivos. En primer lugar, es algo ajeno a nuestra tradicion. Quiza suene extrano, pero la corrupcion presupone en realidad una especie de tradicion nacional. En muchos paises africanos, por ejemplo…

– ?Cuidado con lo que dices!

Los dos se rieron.

– Hemos visto ejemplos de corrupcion a muy alto nivel en Europa estos ultimos anos -le recordo Inger Johanne-. Belgica. ?Francia! No queda tan lejos, no tienes por que irte a Africa.

– Tienes razon -admitio Yngvar-. Pero estamos en un pais muy pequeno, muy transparente. El problema no es la corrupcion.

– ?Cual es entonces el problema?

– La incompetencia y el prestigio.

– Vaya.

Ella se dio por vencida con el termo, que seguia emitiendo un ruido bajo y siseante. Yngvar abrio la tapa del todo y vertio lo que quedaba del te en su taza. Luego dejo la tapa a un lado y pregunto:

– ?Adonde quieres llegar?

– Yo… ?Es posible que Aksel Seier, en su momento, fuera condenado a pesar de que habia alguien en el sistema que de hecho sabia que era inocente?

– Fue juzgado por un tribunal -dijo Yngvar-. Un tribunal esta formado por diez personas. Me cuesta mucho creer que diez personas se hayan puesto de acuerdo para hacer algo tan ruin sin que nunca haya salido a la luz en todos estos anos.

– Si, pero las pruebas fueron presentadas por la fiscalia.

– Por supuesto. ?Quieres decir que…?

– En realidad no quiero decir nada. Te pregunto si crees que es posible que la policia y el fiscal en 1956 se aliaran para conseguir que condenaran a Aksel Seier por un crimen que sabian que no habia cometido.

– ?Sabes quien era el fiscal del caso?

– Astor Kongsbakken.

Yngvar se aparto la taza de la boca y se echo a reir.

– A juzgar por los recortes de periodico, estaba profundamente implicado en el caso, por decirlo con suavidad -continuo Inger Johanne.

– ?Me lo imagino! Soy demasiado joven para…

Ahora Yngvar sonrio de oreja a oreja y la miro directamente a la cara. Ella fijo la vista en una mancha de te en el edredon y se arrebujo en el.

– Soy demasiado joven para haberlo conocido en los tribunales -prosiguio el-. Pero era legendario. Digamos que era el equivalente en la fiscalia de Alf Nordhus. Comprometido y muy eficiente. A diferencia de algunos de los grandes abogados defensores, Kongsbakken sabia cuando capitular. No recuerdo muy bien que fue de el.

– Debe de haber muerto hace mucho -aventuro ella.

– Si, o esta muerto o es mas viejo que Matusalen. Y creo que te puedo asegurar una cosa: el fiscal del Estado Kongsbakken nunca habria contribuido a condenar a un inocente.

– Pero en 1965… Cuando soltaron sin mas a Aksel y nada…

En el telefono movil empezo a sonar una version digital de Para Elisa. Yngvar se lo llevo al oido. La conversacion apenas duro un minuto, y el no pronuncio mas que tres palabras: si, no y gracias.

– Nada -dijo en voz alta y colgo el telefono-. Grete Harborg esta enterrada en Ostre Gravlund, aqui en Oslo, junto a sus abuelos. Tres patrullas de la policia de Oslo han peinado la zona que rodea la tumba. Nada. Ni paquetes misteriosos ni notas. Seguiran buscando manana, cuando amanezca, pero estan bastante seguros de que no hay nada.

– Gracias a Dios -susurro Inger Johanne, que sentia una especie de alivio fisico-. Gracias a Dios. Pero…

El la miro. En la oscuridad de la noche sus ojos parecian oscuros, casi negros. Deberia haberse afeitado. La manta se le habia caido de los hombros y, cuando el se dio la vuelta para recogerla, ella vio su propio nombre escrito sobre sus anchas espaldas. Trago saliva y no quiso mirar el reloj.

– Eso significa que seguimos sin poder estar completamente seguros de que Emilie haya sido secuestrada por la misma persona que asesino a los otros ninos -dijo-. Puede haber sido otra persona.

– Si -asintio el-. Pero no lo creo. Tu tampoco lo crees. Roguemosle a Dios que no sea asi.

La intensidad de la ultima expresion la sorprendio.

– ?Por que…? ?Que quieres decir?

– Emilie esta viva, puede estar viva. Si la ha secuestrado nuestro hombre, cabe suponer que tiene algun motivo para mantenerla con vida. Por eso espero que sea el. Solo tenemos que…

– … encontrarlo.

– Me tengo que ir -anuncio Yngvar.

– Supongo que si -dijo Inger Johanne-. Llamare un taxi.

Yngvar era un hombre corpulento y hacia tres horas que se habia bebido un gin-tonic. Lo mas probable es que estuviera en condiciones de conducir, y los dos lo sabian.

– Manana vendre a recoger el coche -dijo el-. Asi te traigo tambien la camiseta, a no ser que quieras que la lave antes.

En la puerta acaricio a Jack.

Luego se llevo los dedos indice y medio a la frente, a modo de despedida, sonrio y se dirigio al taxi que lo estaba esperando.

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