46
Habia un hombre acurrucado junto a la pared de una cabana. Iba bastante abrigado para aquella epoca del ano, pero de todos modos tenia frio: le castaneteaban los dientes, de modo que intento cubrirse mejor con la chaqueta. No tenia idea de donde estaba. Los arboles rodeaban un claro frente al pequeno edificio destartalado. No era dificil entrar, incluso era posible que la cabana no estuviese cerrada con llave. Una tenue luz rosa iluminaba el cielo por el este. El hombre tenia que encontrar un sitio donde esconderse, pero en realidad las cabanas de campo no eran lo mas inteligente. A las cabanas podia llegar gente, aunque esta en particular daba la impresion de estar deshabitada. Olia a alquitran viejo y a urinario.
El hombre intento levantarse, pero las piernas no le respondian. Se tambaleo y comprendio que iba a tener que encontrar pronto algo de comer.
– Comer -murmuro-. Comer.
La puerta parecia estar ahi de adorno; no consistia mas que en unas cuantas tablas mal unidas que colgaban de un gozne. Casi se desprendio del quicio cuando el entro.
Estaba oscuro, aun mas oscuro que fuera. Alguien habia clavado las contraventanas a las ventanas. El hombre avanzo palpando la pared, y su mano dio con un armario. Por suerte tenia un encendedor, aunque hacia mucho que se le habia acabado el tabaco y ya estaba notando el sindrome de abstinencia como un fuerte dolor bajo las costillas. Tabaco y comida. Necesitaba tabaco y comida y no tenia la menor idea de como lo iba a conseguir. A la luz del mechero consiguio abrir el armario. Estaba vacio, al igual que el siguiente. No habia mas que telaranas y una radio destrozada.
La cabana constaba de una sola habitacion. Sobre una mesa habia una especie de maceta, un cenicero enorme con cuatro colillas. Al agarrar una de ellas le temblaron los dedos. El tabaco estaba tan seco que se salio del papel, y el tuvo que volver a introducir con cuidado las fibras, cosa que le llevo su tiempo porque no le resultaba facil mantener abierto el hueco. Cuando por fin encendio el cigarro, se relajo. Despues de fumarse cuatro colillas se le habia pasado un poco el hambre, pero se habia mareado. Asi estaba mejor. Se hizo un ovillo debajo de la mesa y se quedo dormido.
47
Era como si la cria hubiese decidido morirse, el no entendia por que. Le daba suficiente comida, suficiente agua, suficiente aire. Le daba todo lo que necesitaba para mantenerse con vida, pero ella no hacia mas que quedarse ahi tirada. Habia dejado de contestar cuando el se dirigia a ella, cosa que lo irritaba mucho. Era de muy mala educacion. Como el hombre no soportaba el olor de la cria, habia agarrado un par de calzoncillos viejos y les habia cosido la bragueta. No podia comprar un par de braguitas de nina sin llamar la atencion, puesto que en el pueblo lo conocia todo el mundo. Claro que habria podido ir a la ciudad, pero era mejor jugar sobre seguro. Habia jugado sobre seguro todo el tiempo. Nunca lo encontrarian, y el no queria estropearlo todo despertando las sospechas de alguien al comprar braguitas de nina pese a no tener hijos. La gente estaba completamente histerica, en todas partes se hablaba de lo mismo: en la cooperativa, en la gasolinera de Bobben… En el trabajo podia ponerse los auriculares y aislarse de todo, pero durante la pausa de la comida no le quedaba mas remedio que escuchar sus tonterias. En un par de ocasiones habia engullido su bocadillo junto a la sierra, pero entonces el jefe se habia acercado para preguntarle que le pasaba. La comida era sagrada para todo el mundo, habia que tomarla en el barracon. Asi era la cosa, de modo que el habia sonreido y lo habia seguido.
Cuando hacia un par de dias le habia ordenado a la nina que se levantara de la cama y se lavase, ella estaba rigida como un robot, pero lo hizo. Fue renqueando hasta el lavabo, se quito toda la ropa hasta quedarse desnuda, se lavo con los trapos que el le habia traido y se puso las bragas limpias: verdes, desgastadas y con un descarado elefante en la parte delantera. El se habia reido. Las bragas le venian grandes a la cria, que tenia una pinta completamente ridicula cuando se volvio hacia el. Flaca y palida, sujetaba la trompa de tela con la mano derecha.
Despues el le habia lavado la ropa. La habia metido en la lavadora y le habia echado suavizante durante el aclarado. Es cierto que le dio pereza plancharlo todo, pero ella podria haberse mostrado mas agradecida de todos modos. En cambio, seguia ahi tumbada con solo los calzoncillos puestos. Su ropa estaba apilada junto a la cama, cuidadosamente doblada.
– Oye -la llamo el en tono hosco desde la puerta-. ?Sigues viva?
No hubo respuesta.
La criaja de mierda no le queria responder.
Le recordaba a una nina que iba a su colegio. Estaban montando una obra de teatro y la madre de el iba a venir a verla. Le habia confeccionado el vestuario. El hacia de oca salvaje y decia solo un par de lineas. El traje no estaba demasiado bien: las alas estaban hechas de carton, y una de ellas estaba bastante estropeada. Los demas se rieron. La nina guapa representaba el papel de cisne. Las plumas formaban un aura alrededor de ella, plumas blancas como la nieve hechas de papel de seda. Se tropezo con algo y se cayo del escenario.
La madre no aparecio, el nunca supo por que. Cuando llego a casa, ella estaba sentada a la mesa de la cocina, leyendo. Ni siquiera lo miro cuando el le dio las buenas noches. La abuela le habia dado una rebanada de pan con mantequilla y un vaso de agua. Al dia siguiente lo obligo a ir al hospital a visitar al cisne y a pedirle perdon.
– Oye -dijo el hombre otra vez-. ?Me vas a responder?
Algo se movio levemente bajo el edredon, pero no se oyo el mas leve sonido.
– Andate con cuidado -le advirtio el entre dientes y cerro de un portazo.
El cuarto estaba completamente a oscuras.
Emilie sabia que no se habia quedado ciega. El senor habia apagado la luz.
Papa habria ya dejado de buscarla, quizas hubieran celebrado ya el funeral.
Seguramente ella estaba ya muerta y enterrada.
– Mama -dijo con voz ahogada.
48
El viernes por la manana Kristiane se desperto con fiebre, o mejor dicho, no se desperto. Cuando Inger Johanne se levanto a las ocho y diez, despues de que los ladridos de Jack la arrancaran del sueno, la nina seguia durmiendo, con la boca abierta. Tenia mal aliento, los mofletes rojos y la frente caliente.
– Duele -murmuro cuando Inger Johanne la desperto-. Sed en la tripa.
En realidad a Inger Johanne le venia bien quedarse en casa. Se puso un chandal viejo, llamo al trabajo para avisar y marco el numero de telefono de su madre.
– Kristiane se ha puesto mala, mama. No podemos ir esta noche.
– Cuanto lo siento. ?Es una lastima! Habia conseguido un salmon marinado estupendo, ya sabes que tu padre conoce a… ?Quieres que vaya a cuidarla?
– No, no hace falta. Bueno, la verdad…
Inger Johanne necesitaba pasar un dia en casa. Queria hacer un poco de limpieza para el fin de semana, quizas arreglar una de las sillas de la cocina que se habia descuajaringado un poco bajo el peso de Yngvar. Kristiane era una nina muy peculiar. Se recuperaba a base de dormir, literalmente. La ultima vez que contrajo la gripe durmio durante cuatro dias seguidos, hasta que un dia se levanto a las dos de la manana y anuncio:
– Sana. Sanamanzana.
Inger Johanne se podria aplicar por fin la mascarilla para el pelo que le habia dado Line. Podria quedarse en la banera tranquilamente, pero habia un par de cosas que tenia que hacer antes del fin de semana.