edificio a mordiscos, aunque lo volvia a escupir por ser completamente intragable. Pero aun seguia en pie, a duras penas y en un estado completamente inaceptable para cualquiera que no fuera uno de los usuarios habituales de los bancos de la ciudad, cuya alternativa era un contenedor en el muelle.

Olia a cerrado y era nauseabundo. Segun se entraba, habia un cubo con restos de vomito viejo y alguna otra cosa indefinible, pero probablemente organica. Wilhelmsen ordeno al pelirrojo de nariz respingona que probara la ventana de la cocina. El tiro y empujo, pero el cristal no se movio.

– Esta ventana hace anos que no la abren -jadeo el joven, y recibio un breve asentimiento en respuesta, que el interpreto como el permiso para abandonar aquel intento-. Joder, como esta esto -constato, y parecia que no se atrevia a moverse por miedo a contagiarse de bacilos desconocidos y mortalmente peligrosos.

«Es demasiado joven», penso Hanne, que ya habia visto demasiados zulos como aquel, a los que algunos llamaban hogares. Dos guantes de plastico atravesaron el aire.

– Toma, ponte estos -dijo, y ella tambien se puso los suyos.

La cocina se encontraba a la izquierda segun se entraba por el estrecho pasillo. Por todas partes habia vomitos de hacia varias semanas. En el suelo habia dos bolsas de basura negras. La subinspectora se valio de la punta del zapato para abrirlas un poco. La peste se extendio por la habitacion y al pelirrojo le entraron ganas de vomitar.

– Disculpa -jadeo-. Disculpame.

El chico salio corriendo y ella sonrio un poco y entro en el salon.

No debia de tener mas de quince metros cuadrados, a los que habia que restarle una alcoba para dormir instalada provisionalmente. La habitacion era cuadrada y, mas o menos en el centro, habian colocado un puntal. Una cortina marron de tela barata estaba corrida hacia una pared, enganchada con un clavo a una tabla del techo. La tabla estaba torcida, probablemente habia sido puesta alli en una borrachera.

Al otro lado de la cortina habia una cama casera, igual de ancha que larga. Era imposible que hubieran lavado aquellas sabanas aquel ano. Al levantar el edredon con dos dedos plastificados vio que la sabana bajera parecia la paleta de un pintor, donde la gama de colores era de matices marron con algo de rojo. Habia una botella de medio litro de aguardiente a los pies de la cama. Vacia.

Detras de la cortina habia una estanteria estrecha. Sorprendentemente contenia algunos libros. Al mirarlos mas detenidamente resulto que eran libros pornograficos daneses, en edicion de bolsillo. Por lo demas, la estanteria estaba ocupada por algunas botellas medio vacias y otras completamente vacias, algun que otro souvenir de los paises vecinos y una fotografia desenfocada de un chico de unos diez anos. La cogio y la estudio detenidamente. ?Tendria Jacob Frostrup un hijo? ?Habria en algun sitio un nino que tal vez hubiera querido al pobre heroinomano que murio de una sobredosis en la carcel provincial de Oslo? Casi sin darse cuenta, limpio el polvo del cristal con la manga de la chaqueta, lo despejo un poco para la fotografia y la devolvio a su sitio.

La unica ventana del salon estaba constrenida en el pasillo que se formaba entre la alcoba y el resto de la habitacion. Se podia abrir. En el patio trasero, tres pisos mas abajo, vio como el joven agente de policia se inclinaba con un brazo contra la pared y la cara hacia el suelo. Aun llevaba puestos los guantes de plastico.

– ?Como andas?

No obtuvo respuesta, pero el chico se enderezo, miro hacia arriba e hizo un movimiento tranquilizador con el brazo. Inmediatamente despues volvio a aparecer por la puerta. Palido, pero sobrepuesto.

– Yo tuve que pasar por eso por lo menos cinco o seis veces -le dijo ella sonriendo-. Acabaras acostumbrandote. Respira por la boca y piensa en frambuesas. Suele ayudar.

No les llevo mas de quince minutos revisar el apartamento. No aparecio nada de interes, pero Wilhelmsen no se sorprendio. Billy T. le habia asegurado que alli no habia nada, que habia buscado por todas partes. En fin, no habia nada visible. Tendrian que empezar a buscar lo invisible. Envio al chico por herramientas al coche y el parecio agradecerle la oportunidad de volver a salir al aire fresco. Tres minutos despues estaba de vuelta.

– ?Pod donde quiedes que empecemos?

– No hace falta que respires por la boca al hablar, ?no hablaras al inspirar?

– Como no me tape la nadiz todo el dato, vomito, incluso hablando.

Empezaron por la pared que parecia mas nueva, la que estaba detras del sofa. Era de tablas de madera y eran faciles de desprender. El joven manejaba bien la palanca y sudo la gota gorda. Alli no habia nada. Volvieron a clavar las tablas y colocaron el sofa en su sitio.

– Mida, esto no esta tan zucio como lo demas -murmuro el joven, que senalo una tabla del suelo de unos veinte centimetros junto a la pared.

Tenia razon. No cabia duda de que la tabla era mucho mas clara que el resto del suelo mugriento. Ademas, la suciedad entre las tablas, que alisaba el resto del suelo, habia desaparecido. Hanne saco un destornillador, solto la tabla y la aparto con cuidado. Aparecio una pequena camara. Estaba repleta de algo envuelto en una bolsa de plastico. El pelirrojo se emociono tanto que se olvido respirar por la nariz:

?Es dinero, Wilhelmsen! ?Mira, es dinero! ?Un huevo de dinero!

La subinspectora se levanto, se quito los guantes de plastico manchados, los arrojo a un rincon y se puso un par limpio. Luego volvio a ponerse en cuclillas y saco el paquete. El chico tenia razon. Era dinero. Un grueso fajo de billetes de mil. A toda velocidad calculo que debia de haber por lo menos cincuenta mil coronas. El agente habia sacado una bolsa de plastico de un bolsillo y se la tendio abierta. El dinero casi no cupo.

– Buen trabajo, Henriksen. Seras un buen Torvald.

Al chico le gusto el piropo y, por la pura alegria de ver la posibilidad de salir de aquel lugar pestilente, lo recogio todo por propia iniciativa y cerro la puerta a sus espaldas antes de seguir a su superiora escaleras abajo.

Jueves, 19 de noviembre

Nadie podia sostener que los resultados fueran predecibles. A decir verdad, nadie aparte de Hanne habia esperado ningun resultado. Sand se habia olvidado de las huellas dactilares de Lavik el jueves anterior, tras un simple encogimiento de hombros. La muerte de Han van der Kerch habia dejado todo lo demas en la sombra. Se habia montado un jaleo considerable con el asunto del olvido del cinturon. Bastante gratuito, puesto que el chico podria haber usado tanto la camisa como el pantalon para el mismo fin. La experiencia decia que no habia manera de parar a un suicida una vez que estaba decidido. Y Han van der Kerch lo estaba.

– ?Si! -Hanne Wilhelmsen se inclino hacia delante con la cadera girada, cerro el puno y bajo el brazo doblado como si tirara de una cadena imaginaria -. ?Si!

Repitio el movimiento. La gente que estaba en la sala de emergencias lo presencio todo en silencio, algo cohibida.

La subinspectora Hanne Wilhelmsen arrojo un documento sobre la mesa ante el escualido inspector. Kaldbakken lo cogio tranquilamente, en una elocuente reprimenda por lo inapropiado de su explosion de sentimientos. Se tomo su tiempo. Cuando lo dejo a un lado, intuyeron una sonrisa en su cara de tipo caballo.

– Esto me anima -carraspeo-. Me anima de verdad.

– What an understatement!

Hanne queria mas entusiasmo. Las huellas dactilares del abogado Jorgen Lavik, marcadas claramente en una taza de las Cantinas del Estado, eran identicas a una hermosa huella completa de un billete de mil coronas encontrado bajo una tabla del suelo de un apartamento nauseabundo de la calle Moss, perteneciente a un heroinomano muerto. El informe de Kripos era univoco e indiscutible.

– ?No me lo creo!

El fiscal adjunto Sand agarro el documento y este se partio por la mitad. Era verdad.

– Ya tenemos a ese tipo -exclamo el pelirrojo, orgullosisimo de haber contribuido a la resolucion del caso-. ?No tenemos mas que detenerlo!

Evidentemente no era asi. Las huellas dactilares no demostraban nada, pero, como penso, era un indicio de la hostia de alguna cosa. El problema era que Lavik, sin duda, seria capaz de sacarse un monton de explicaciones de la manga. Su relacion con Frostrup habia sido completamente legitima, con las huellas no bastaba. Todos los presentes lo sabian, tal vez a excepcion del emocionado agente de policia novato. Wilhelmsen coloco un

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