– Teneis que dejarme llamar a mi mujer. Y tengo que buscarme un abogado. Salid a la antesala, mientras tanto.
La subinspectora sonrio.
– A partir de ahora y durante bastante tiempo, me temo que no vas a poder hablar con nadie sin que haya un policia delante. Eso, evidentemente, no incluye a tu abogado, pero eso tendra que esperar hasta que lleguemos a la comisaria. Ahora abrigate y no montes jaleo. Todos saldremos ganando.
– ?Tengo que hablar con mi mujer! -Casi les inspiro lastima-. ?Me espera en casa dentro de una hora!
No podia causar ningun mal que se le permitiera darle el recado. Les ahorraria criticas a ese respecto, al menos. Hanne descolgo el telefono y se lo tendio.
– Explicale como quieras lo de que no vas a ir a casa. Puedes decirle que estas arrestado, si quieres, pero no puedes decir una palabra sobre el motivo. Como digas algo que no me guste, corto la conversacion.
Coloco un dedo disuasorio sobre la tecla de cortar y dejo que marcara el numero. La conversacion fue escueta y el abogado dijo la verdad. Hanne pudo oir una voz llorosa que preguntaba «?Por que? ?Por que?», al otro lado de la linea. En un acto digno de admiracion, el hombre consiguio mantener la compostura y para acabar prometio a su mujer que su abogado la contactaria a lo largo de la tarde. Colgo el telefono de un golpetazo y se levanto.
– Acabemos ya con esta farsa -dijo en tono malhumorado; se puso el abrigo del reves, al darse cuenta empezo a maldecir y consiguio enderezar el entuerto antes de echar una ojeada a los dos hombres de la puerta-. ?Me vais a poner tambien las esposas?
No fue necesario. Un cuarto de hora mas tarde se encontraba en comisaria. No era la primera vez que estaba alli, pero anteriormente todo habia sido muy, muy, distinto.
La eleccion de abogado de Jorgen Ulf Lavik sorprendio a todo el mundo. Habian creido que iba a escoger a una de las dos o tres superestrellas y estaban preparados para enfrentarse a un infierno. Sobre las seis de la tarde, Christian Bloch-Hansen se presento en la comisaria y, de modo correcto y en tono bajo, saludo tanto a Hanne como al inspector Kaldbakken. Luego insinuo cortesmente su deseo de hablar con Sand antes de reunirse con su cliente. Cogio el fino expediente del caso con una ceja arqueada y, sin mayores objeciones, acepto las disculpas de Hakon por no poderle proporcionar mas documentos sin perjudicar la investigacion. Bloch-Hansen no se dejo provocar. Llevaba treinta anos en el oficio y era un hombre conocido y respetado dentro del gremio; sin embargo, el lector habitual de la prensa no hubiera reconocido su nombre. Nunca se habia interesado demasiado por las relaciones publicas, mas bien al contrario, parecia evitar cualquier publicidad en torno a su persona. Eso a su vez habia reforzado su renombre en los tribunales y en los ministerios y le habia proporcionado una serie de tareas y misiones especiales, que el habia cumplido con gran seriedad y solidez profesional.
El alivio inmediato que sintio Hakon Sand ante la amabilidad de su oponente tuvo que ceder el sitio a la constatacion de que le habia tocado el peor de los contrincantes. El abogado del Tribunal Supremo Christian Bloch-Hansen no iba a montar jaleo, no iba a proporcionar titulares de guerra a la prensa amarilla ni se iba a empecinar en asuntos irrelevantes. Lo que iba a hacer era descuartizarlos. No se le iba a escapar nada y, ademas, era un fuera de serie en lo que respectaba a procesos penales.
Al cabo de treinta minutos, el aseado abogado de mediana edad tenia informacion suficiente. A continuacion se reunio a solas con su cliente durante dos horas. Al acabar, pidio que el interrogatorio de Lavik se pospusiera hasta el dia siguiente.
– Mi cliente esta cansado. Y supongo que vosotros tambien. Por mi parte, he tenido un dia muy largo. ?A que hora os viene bien que empecemos? -Abrumada por la buena educacion de Christian Bloch-Hansen, Hanne dejo que el abogado del Tribunal Supremo propusiera la hora-.
Para Hanne Wilhelmsen no era ni tarde ni pronto. El interrogatorio comenzaria a las diez.
Sabado, 21 de noviembre
?Que cono de jaleo seria aquel? Al principio no entendio lo que era, se giro aturdido y guino los ojos al despertador, que era anticuado y mecanico: tenia una maquinaria que hacia tictac, numeros normales y una llave en la parte de atras que le recordaba a los patinetes de su infancia. Cada noche tenia que darle cuerda hasta que chirriaba, para que no se quedara parado a las cuatro de la manana. En ese momento marcaba las siete menos diez. El fiscal le pego un manotazo a la campana de la parte de superior. No sirvio de nada. Se despabilo, se incorporo en la cama y, finalmente, se dio cuenta de que lo que sonaba era el telefono. Palpo en busca del auricular, pero solo consiguio que el telefono entero cayera al suelo con un estruendo. Al final consiguio lo que necesitaba para murmurar que estaba alli.
– Hakon Sand al habla. ?Quien es?
– ?Hola, Sand! Soy Myhreng. Siento…
– ???Que lo sientes??? ?Que cono pretendes llamandome a las siete, no, «antes» de las siete de la manana de un sabado? ?Quien cono te crees que eres?
Las ocho y media era una buena hora para levantarse. A pesar de ello, se lo tomo con calma, con la esperanza de que quien fuera perdiera la paciencia antes de que el llegara a la puerta. Mientras se cepillaba los dientes volvieron a llamar. Aun mas violentamente. De todos modos, Hakon se tomo tiempo para lavarse la cara y se sintio agradablemente libre y dispuesto a ponerse el albornoz y poner a calentar agua antes de dirigirse al interfono.
– ?Si?
– ?Hombre! Escucha, soy Myhreng, ?Podria hablar contigo?
El chico no se rendia, pero Sand tampoco.
– No -dijo, y colgo el telefonillo.
No sirvio de nada. Al cabo de un segundo, el desagradable zumbido atraveso el piso como una avispa gigante fuera de si. Hakon se lo penso durante algunos segundos, antes de volver a coger el telefonillo.
– Ve al Seven & Eleven de la esquina y compra unos panecillos. Y zumo de naranja, de ese con pulpa. Y los periodicos. Los tres.
Se referia al
– Que piso tan cojonudo tienes -dijo Myhreng echando una larga mirada al dormitorio.
«Tiene tanta curiosidad como los policias», penso Hakon, y cerro la puerta.
Invito a Myhreng a entrar en el salon, despues salio al bano y saco un cepillo de dientes extra ademas de un frasco de perfume especialmente femenino que alguien se habia dejado alli un ano atras. Era mejor no parecer demasiado penoso.
Fredrick Myhreng no habia ido para charlar, antes de que el cafe estuviera listo ataco con sus preguntas.
– ?Lo habeis detenido o que? No lo encuentro por ningun lado. Su secretaria dice que esta en el extranjero, pero en su casa solo atiende un nino que dice que su papa no se puede poner al telefono y que su mama tampoco. He estado a punto de llamar a proteccion de menores, la verdad, despues de que en seis ocasiones me cogiera el telefono un nino de cinco anos o los que fueran.
Hakon nego con la cabeza, fue por el cafe y se sento.
– ?Te dedicas a maltratar a menores? Si tenias en la mente que tal vez hubieramos detenido a Lavik, ?deberias haberte dado cuenta de que ni al nino ni al resto de la familia les podia resultar muy agradable que los aterrorizaras por telefono!
– Los periodistas no podemos andarnos con ese tipo de consideraciones -dijo Myhreng, que se abalanzo sobre una lata sin abrir de caballa en tomate.
– Si, esta bien, puedes abrirla -dijo Hakon con tono de enfado, despues de que la mitad del contenido de la lata estuviera colocado sobre el pan de Myhreng.