– ?Hamburguesa de caballa! ?Delicioso! -Siguio hablando con la boca llena de comida y esparciendo perlitas de tomate por el mantel blanco-: Admitelo, habeis cogido a Lavik. Te lo veo en la cara. Desde el principio me he dado cuenta de que pasaba algo con ese tio. Me he enterado de un monton de cosas, ?sabes?

La mirada que asomaba por encima de las gafas demasiado pequenas era desafiante, pero no completamente segura de lo que decia. Hakon se permitio dirigirle una sonrisa y unto la margarina con parsimonia.

– Dame una sola buena razon para que te cuente algo.

– Te puedo dar varias. Para empezar: la buena informacion es la mejor proteccion contra la informacion erronea. En segundo lugar: manana los periodicos van a estar llenos de informacion sobre el caso, de todos modos. El arresto de un abogado no se le va a pasar por alto a los periodicos durante mas de un dia, ni de cona. Y en tercer lugar… -Se interrumpio a si mismo, se seco el bigote de tomate con los dedos y se inclino sobre la mesa con aires seductores -. Y en tercer lugar ya hemos colaborado bien en otras ocasiones. A los dos nos conviene seguir haciendolo.

Aparentemente, el fiscal adjunto Hakon Sand se dejo convencer, aunque Myhreng se atribuyo mas merito del que realmente le correspondia. Porque mientras el periodista lo esperaba, obediente como un colegial, despues de que le hubiera prometido que le iba a proporcionar informacion de interes, Sand se fue al bano con la carpeta del caso, con la que habia estado trabajando hasta altas horas de la madrugada, y se tomo una larga ducha reconfortante.

La ducha duro casi un cuarto de hora y, durante ese tiempo, Hakon esbozo una historia periodistica que supondria un buen tiro de advertencia para los que estuvieran alla fuera, en el frio de noviembre, entrechocando los dientes. Porque a Hakon no le cabia ninguna duda de que ahi fuera habia alguien, solo tenian que tentarlo para que saliera, o tal vez mejor asustarlo…

Lunes, 23 de noviembre

Se monto la de San Quintin. Tres camaras de television, innumerables fotografos de prensa, al menos veinte periodistas y una cantidad importante de curiosos se habian congregado en el enorme vestibulo situado en la primera planta de los juzgados. Las ediciones dominicales se iban superando unas a otras en cuanto a titulares, aunque, analizando de cerca el contenido, se limitaban a informar acerca de un abogado de Oslo de 35 anos que se encontraba arrestado, sospechoso de ser el hombre en la sombra y el cerebro de una red de trafico de estupefacientes. Los periodistas carecian de mas informacion; aun asi llenaron portadas y paginas de sus diarios. Lograron cocinar un caldo bien aderezado de contenidos a partir de un pobre hueso sin chicha y con la inestimable ayuda de los companeros de Lavik, quienes, segun sabrosas encuestas, «estaban energicamente en desacuerdo con la monstruosa detencion por parte de la policia de un colega apreciado y respetado». El hecho de que sus honrados colegas no supieran absolutamente nada del caso no les impidio hacer buen uso de toda la paleta linguistica. El unico al que la gente de la calle Aker no habia conseguido sacarle algo era precisamente el que mas sabia: el abogado del Tribunal Supremo Christian Bloch-Hansen.

Fue dificil abrirse camino entre la masa de gente que bloqueaba la entrada del juzgado 17. Aunque solo dos o tres de todos los periodistas alli presentes lo reconocieron, la muchedumbre reacciono como una bandada de palomas cuando un tipejo de la television le enchufo un microfono a la cara. El periodista televisivo estaba conectado con su microfono mediante un cable al camara, un hombre de dos metros que no consiguio levantar las piernas cuando el entrevistador tiro de repente del cable. Tuvo que esforzase mucho para mantener el equilibrio; durante unos segundos la gente que lo rodeaba evito que se cayera, pero fue solo durante unos instantes. Finalmente perdio la vertical y se llevo en la caida a seis personas, y en ese caos total Bloch-Hansen entro a hurtadillas en la sala 17.

Sand y Wilhelmsen ni siquiera lo intentaron. Se quedaron sentados en un coche con las ventanas tintadas hasta que Lavik, con la chaqueta de rigor sobre la cabeza, fue introducido en el edificio por el zaguan situado al lado de la entrada principal. A casi nadie le importo la presencia del pobre Roger de Sagene, y el chubasquero beis que se habia subido hasta las orejas le conferia un aspecto mas bien comico. Inmediatamente despues, todos los curiosos entraron al juzgado, mientras que Hanne y Hakon penetraron furtivamente por la puerta trasera que solia utilizar la Policia, y subieron directamente del sotano a la sala.

Un ujier debilucho intento mantener el orden en la sala, pero fracaso en el intento. El hombre mayor y uniformado no tenia la menor posibilidad de resistir la presion de la gente que se encontraba en el exterior. Hakon entendio la expresion de desesperacion de aquel hombre y utilizo el interfono del juez para contactar con el sotano y pedir refuerzos. Al poco rato, cuatro agentes de Policia sacaron a todos los que no cabian en el unico banco de oyentes de la sala.

La vista estaba prevista para la una en punto y el juez se estaba retrasando. A la una y cuatro minutos hizo su entrada, sin mirar a nadie, y coloco una carpeta llena de documentos encima de su mesa. Era algo mas gruesa que la carpeta que habia recibido el abogado Bloch-Hansen tres dias antes y con la que habia tenido que conformarse. Hakon se levanto y le dio al defensor unos cuantos folios suplementarios para equilibrar la cosa. Le habia costado mas de siete horas clasificar y seleccionar lo que deseaba presentar ante la audiencia, y el tribunal no podia disponer de mas documentos que la defensa.

El juez solicito la presencia del acusado dirigiendose a Hakon Sand; este miro al abogado asintiendo con la cabeza y el defensor se levanto.

– Mi cliente no tiene nada que esconder -dijo en voz alta, para asegurarse de que todos los periodistas lo oyeran-. Pero la detencion, como es de suponer, ha dejado muy tocado a mi cliente, ademas de conmocionar a su familia. Pido que se celebre la vista oral a puerta cerrada.

Un suspiro de decepcion y desesperanza recorrio al grupito de espectadores, no tanto por las expectaciones fallidas de una vista abierta al publico, sino porque esperaban que fuera la Policia quien cerrara las puertas, como de costumbre. Este defensor mudo y discreto no alimentaba los buenos augurios. El unico que se lo tomo todo con una sonrisa fue Fredrick Myhreng, que estaba muy satisfecho con la filtracion de informacion de la que seguia beneficiandose. El diario Dagbladet habia sido mas extenso que sus competidores en la edicion de la vispera. Myhreng habia disfrutado de la hora previa a la vista oral. Se habia regocijado al ver como sus colegas de mayor edad y experiencia se pegaban a el como lapas, con sus miradas interrogativas y sus preguntas camufladas; sin querer reconocer su propia ignorancia, aunque mostraran cierta curiosidad facil de desenmascarar. El joven periodista se sentia muy bien.

El juez estampo el puno contra la mesa y ordeno vaciar el local para celebrar la vista a puerta cerrada. El ujier salio feliz y arrastrando los pies detras del ultimo periodista que se resistia a reganadientes a abandonar el recinto; finalmente colgo el cartel negro con letras blancas: «Puerta cerrada».

En realidad no hubo ninguna negociacion. Con un rictus facial que recordaba vagamente a una sonrisa, el hombrecito se levanto del asiento de juez, entro en el despacho contiguo y salio con una resolucion en la mano, resolucion que habia sido redactada con anterioridad.

– Me lo imaginaba -dijo, y firmo la hoja.

A continuacion hojeo la carpeta durante unos minutos, luego volvio a coger el documento y finalmente se encamino hacia la salida y se presento ante el publico para anunciarle lo que este ya sabia. Al entrar de nuevo se quito la chaqueta y la colgo sobre el respaldo de la silla. Seguidamente saco punta a tres lapices con sumo esmero y se inclino hacia el interfono.

– Suban a Lavik -ordeno, se solto la corbata y sonrio a la algo estirada mecanografa que estaba escribiendo en el ordenador-. ?Me parece Else que vamos a tener un dia muy largo!

Aunque Hanne le advirtio con antelacion, Hakon se impresiono al ver a Lavik entrar por la puerta detras de su abogado Si no hubiese sido fisicamente imposible, el fiscal adjunto habria jurado que Jorgen Lavik habia perdido diez kilos durante el fin de semana. El traje se balanceaba y daba la impresion de que el hombre estaba hueco debajo de la ropa, el color facial era inquietantemente gris y el contorno de sus ojos hinchados estaba rojo. Parecia caminar hacia su propio entierro y, por lo que a Hakon le constaba, este podia estar mas cerca de lo que la mayoria queria pensar.

– ?Le han dado algo de comer y de beber? -le susurro con preocupacion a Hanne, quien contesto asintiendo descorazonadamente con la cabeza.

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