Al otro lado de la sala, el abogado defensor habia recogido los papeles, se habia acercado al estrado, mas cerca del juez, y apoyo su mano sobre la tribuna.
– En definitiva, venerado tribunal, la fiscalia se ha quedado con las manos vacias. Los numeros de telefono en la agenda de Roger Stromsjord no tienen la suficiente credibilidad como para suscitar el mas minimo interes. El hecho de que al hombre le encanten los juegos de numeros no demuestra nada, ni siquiera significa nada, salvo que es un tipo curioso. ?Que pasa entonces con las huellas en el billete de banco? La informacion que manejamos es muy exigua. Pero, su senoria, ?por que no podria el abogado Lavik estar diciendo la verdad a este respecto? Es perfectamente posible que haya prestado mil coronas a un cliente por el que sentia lastima; desde luego no fue una gran idea, pues la solvencia de Frostrup era mas que discutible, pero el prestamo representa sin duda un gesto amable, y tampoco se puede conceder a este asunto mayor relevancia. -Un gesto con el brazo indico que estaba a punto de concluir-. No hablare del terrible desproposito que ha sido la detencion de mi cliente, no es necesario. No existe el menor indicio que alimente una sospecha razonable. Se debe poner a mi cliente en libertad, gracias.
Tardo exactamente ocho minutos. Hakon habia hablado durante una hora y diez minutos. Los dos policias que custodiaban a Lavik habian estado bostezando durante toda su intervencion, pero no habian pestaneado mientras hablaba Bloch-Hansen.
El juez no estaba muy inspirado y tampoco intento ocultar su cansancio haciendo movimientos de cabeza, estiramientos de cuello y frotandose la cara con las manos. Sand ni siquiera fue invitado a hacer su replica, a la que tenia derecho. No importo, la vacuidad se habia alojado en su estomago en forma de oscuridad vacia y siniestra, y no se sentia en condiciones de abrir la boca. El juez de instruccion miro el reloj, eran ya las seis y media y faltaba media hora para que comenzaran las noticias en television.
– En fin, vamos a proseguir inmediatamente con Roger Stromsjord. Este caso no deberia alargarse mucho, pues el tribunal tiene ya plena constancia y conocimiento de los hechos alegados -dijo, esperanzado.
Apenas les llevo una hora. Hanne tuvo la sensacion de que al pobre Roger no se le consideraba mas que una prolongacion o apendice de Lavik. Si caia Lavik, caia Roger; si soltaban a Lavik, soltarian a Roger.
– Tendremos hoy una decision, al menos eso espero, pero puede que tengamos que esperar hasta medianoche -anuncio el juez cuando la vista oral estaba a punto de concluir-. ?Quereis esperar o me facilitais cada uno vuestro numero de fax?
Se quedo con los faxes. Condujeron a Roger de vuelta al sotano tras una susurrada conversacion con su defensor. El juez estaba ya en el despacho contiguo acompanado por la mujer del ordenador. El letrado del Tribunal Supremo Bloch-Hansen agarro su desgastado y augusto portafolio y se acerco al fiscal adjunto. Parecia mas afable de lo esperado.
– Mucho no podiais tener cuando llevasteis a cabo la detencion el viernes -dijo con voz baja-. Me pregunto lo que habriais hecho si no hubiera aparecido la agenda con los numeros de telefono y no hubierais tenido suerte con las huellas dactilares, lo cual, dicho brevemente, implica que debiais de estar a anos luz de tener motivos razonables de sospecha cuando arrestasteis a los dos hombres.
Hakon estaba a punto de desmayarse, tal vez a los otros dos les resulto claro, porque el abogado quiso tranquilizarlo.
– No voy a montar ningun revuelo por esto, pero, con todo mi aprecio: no te embarques en aventuras que no puedas controlar. Es un buen consejo, en todas las facetas de la vida.
Asintio breve y educadamente con la cabeza y salio para hablar con aquellos periodistas -todavia eran unos cuantos- que aun no habian perdido la paciencia y aun aguardaban a la salida. Los dos policias se quedaron solos.
– Venga, vamos a comer algo por ahi -propuso Hanne-. Asi espero contigo, estoy convencida de que todo saldra bien.
Era una mentira descarada.
De nuevo reparo en el suave y agradable olor de su perfume. Ella le dio un beso de consuelo y lo animo cuando se quedaron solos, pero de poco sirvio. Una vez fuera del honorable e imponente Palacio de Justicia, Hanne comento lo inteligente que habia sido esperar esa media hora. Hacia ya un rato que los curiosos habian vuelto al calor de sus casas; la gente de la television habia capitulado ante la programacion prefijada y habian vuelto prestamente a la redaccion con lo poco que tenian. Asimismo, los periodistas graficos habian desaparecido tras recibir las escuetas explicaciones del abogado defensor. Eran ya las ocho y cuarto.
– Lo cierto es que hoy no he comido nada -dijo Hakon, asombrado. Noto que el hambre habia despertado despues de pasarse todo el dia muerto de miedo en algun rincon del estomago.
– Yo tampoco -replico Hanne, aunque no era del todo cierto-. Tenemos tiempo, el juez necesita al menos tres horas. Vamos a buscar un sitio tranquilo.
Bajaron la cuesta cogidos del brazo, esquivaron una gotera del tejado de un viejo edificio y consiguieron una mesa apartada en un restaurante italiano a la vuelta de la esquina. Un chico muy guapo con el pelo negro como el carbon los acompano hasta la mesa, entrego una carta a cada uno y pregunto mecanicamente si deseaban algo para beber. Tras un instante de reflexion pidieron dos cervezas, que aterrizaron sobre la mesa apenas unos segundos mas tarde. Hakon engullo medio vaso de una sentada. La cerveza le sento muy bien. El alcohol le afecto instantaneamente, o tal vez fue su estomago hundido quien desperto de repente.
– Se va a ir todo a la mierda -dijo, en un tono casi alegre, y se limpio la espuma del labio superior-. No puede salir bien, van a volver a la calle para retomar sus negocios. Es culpa mia.
– No anticipes las desgracias -dijo Hanne, sin poder ocultar del todo que ella compartia su pesimismo, y miro el reloj-. Nos quedan un par de horas antes de tener que reconocer nuestra derrota.
Permanecieron sentados un buen rato sin decir palabra, con la mirada perdida a lo lejos. Los vasos estaban vacios cuando sirvieron la comida. Los espaguetis tenian buena pinta y estaban calentitos.
– No sera culpa tuya si sale mal -dijo, esforzandose para tragar los largos cordones blancos con salsa de tomate. Con una leve disculpa se coloco la servilleta en el escote para proteger el jersey contra las inevitables manchas-. Y tu lo sabes -anadio con enfasis, escrutando su rostro-. Si sale mal, habremos fallado todos. Acordamos jugarnos un ingreso en prision, nadie puede reprocharte nada.
– ?Reprocharme? -Estampo la cuchara en la mesa haciendo salpicar la salsa-. ?Reprocharme? ?Por supuesto que me lo van a reprochar! ?No has sido tu ni Kaldbakken ni la comisaria general ni nadie en este mundo quien la ha cagado durante horas ahi dentro! ?He sido yo! He dilapidado lo poco que teniamos, claro que deberian reprocharmelo. -De repente ya no tenia hambre y aparto el plato con un gesto lleno de aversion, como si encerrase un asqueroso auto de puesta en libertad escondido entre los mejillones-. Creo que nunca lo he hecho asi de mal ante un tribunal, tienes que creerme, Hanne. -Respiraba con dificultad. Aviso con la mano al joven camarero para pedirle un agua con gas y con limon-. Probablemente lo habria hecho mejor si me hubiese enfrentado a otro abogado. Bloch-Hansen me hace sentir inseguro, su estilo correcto y objetivo me saca de quicio. Creo que me habia preparado para una batalla campal, pero cuando en vez de eso el adversario ha recurrido a un elegante duelo con florete me he quedado paralizado como un saco de patatas. -Se froto la cara energicamente, sonrio y sacudio la cabeza-. Prometeme que no vas a hablar mal de mi actuacion -le pidio.
– Te lo prometo por mi honor y conciencia -le juro Hanne levantando la mano derecha-. De verdad que no estuviste «tan» mal. Por cierto -anadio, cambiando de tema-, ?por que le has hablado al periodista ese de
– ?Te acuerdas de lo que dijiste cuando me escandalice tanto sobre el modo en que trataste a Lavik, durante el ultimo interrogatorio antes de la detencion?
Una profunda arruga en la base de la nariz indico que estaba pensando con mucha fuerza.
– Mmm, no se -dijo esperando la respuesta.
– Dijiste que las personas que tienen miedo cometen errores, que por eso quisiste asustar a Lavik. Ahora he querido hacer yo de coco. Tal vez haya sido un disparo al aire, pero quizas en estos momentos haya alli fuera un hombre muy asustado, un hombre muerto de miedo.
La cuenta aterrizo sobre la mesa pocos segundos despues de que Hakon hiciese un discreto movimiento con la mano. Ambos se lanzaron por el recibo, pero Hakon fue mas rapido.
– Ni hablar -protesto Hanne-. O pago yo todo o me quedo al menos con mi parte.
Con una mirada implorante, Hakon oprimio la factura contra su pecho.