Karen se puso un chubasquero amarillo enorme y unas botas de marinero para acompanar a la subinspectora al coche. Se quedaron un rato comentando el paisaje antes de que Karen le diera un abrazo impulsivo a la otra mujer y le deseara buen viaje. Hanne le respondio con una sonrisa y le deseo que disfrutara de sus vacaciones.

Arranco el coche, encendio la calefaccion y puso a Bruce Springsteen a todo trapo. Luego salio traqueteando por el desastroso camino. Karen no se movio, sino que se quedo alli despidiendola con la mano. Hanne vio por el espejo como la figura amarilla se iba encogiendo hasta desaparecer detras de una curva. Esa, penso con una sonrisa en los labios, es el gran amor de Hakon Sand. Estaba totalmente convencida.

Sabado, 28 de noviembre

– ?Habeis oido el del tipo que se presento en un prostibulo sin un duro? ?Y al final lo mandaron con la vieja Olga para que se diera un revolcon?

– Siii -jadearon los demas, con lo que el contador de chistes volvio a apoltronarse en la silla y se bebio el resto del vino sin decir palabra. Era el cuarto chiste verde que intentaba contar, sin apenas respuesta de los demas. Pero su silencio no duro mucho, se sirvio mas de beber, saco pecho y lo volvio a intentar:

– ?Sabeis lo que dicen las chicas cuando les dan una gran…?

– Siii -gritaron los otros cinco a coro; el contador de anecdotas cerro la boca.

Hanne se inclino sobre la mesa y le dio un beso en la mejilla.

– ?No podrias dejar de contarnos esas historias, Gunnar? La verdad es que despues de haberlas oido unas cuantas veces no tienen mucha gracia.

Sonrio y le acaricio el pelo. Se conocian desde hacia trece anos. El hombre era mas bueno que el pan, bastante bobo y el tipo mas carinoso que conocia. En compania de otros amigos de Hanne y de Cecilie metia la pata continuamente, pero a pesar de todo era uno de ellos y las anfitrionas lo amaban y lo consideraban casi parte del inventario. Era lo mas cercano que tenian las dos mujeres a un viejo amigo intimo del barrio. Su piso se hallaba pared con pared con el suyo y estaba hecho un desastre. Carecia por completo de gusto y no se tomaba las tareas domesticas muy en serio, asi que le resultaba mucho mas agradable apoltronarse en los profundos sillones de sus vecinas que pasar la noche en su propio nido sucio. Se pasaba por su casa al menos dos veces por semana y era, literalmente, uno de los invitados imprescindibles en todas las cenas.

A pesar de las vulgaridades del pesado de Gunnar, la noche pintaba bien. Por primera vez desde que, una lluviosa manana de septiembre, encontraron un cadaver desfigurado en el rio Aker, Hanne se estaba relajado. Era la una y media de la madrugada y hacia dos horas que el caso no era mas que un palido fantasma olvidado. Tal vez fuera el alcohol lo que le habia provocado ese compasivo efecto. Despues de dos meses de abstinencia total, cinco copas de vino tinto bastaron para provocarle un placentero mareo y para despertar sus seductores encantos. Un intenso coqueteo con los pies de Cecilie la habia animado a intentar poner punto final a la fiesta, pero probablemente hubiera sido inutil. Y ademas se sentia a gusto. En ese momento sono el telefono.

– Es para ti, Hanne -le grito Cecilie desde el pasillo.

Al levantarse de la silla, Hanne tropezo con sus propias piernas, pero se rio y salio para averiguar quien se atrevia a llamarla en plena noche de sabado. Cerro la puerta del salon a sus espaldas; estaba lo bastante sobria como para percibir la cara de disgusto de su pareja. Cecilie tapo el telefono con la mano izquierda.

– Es del trabajo. La verdad es que me voy a enfadar en serio como te largues ahora.

Rebosante de reproches, le paso a Hanne el telefono.

– ?No te lo vas a creer, cono! ?Hemos cogido al tipo, Hanne! ?Ya lo tenemos!

Era Billy T. La subinspectora se restrego la nariz para intentar despejarse en lo posible, pero sin resultados palpables.

– ?Que tipo? ?A quien has cogido?

– ?Al tipo de la bota, mujer! ?Pleno al quince! Esta acojonado y listo como un tomate maduro. Eso parece.

No podia ser verdad. Se negaba a creerlo. El caso no solo se habia ido al garete, sino que habian tirado de la cadena y se dirigia ya a las cloacas. Pero ahora esto. El punto de inflexion, quizas: una persona implicada, con vida y detenida, alguien que podia contarles algo en firme, alguien a quien tenian cogido de los huevos y que podia arrojar a Lavik al mismo lodo en el que se habia revolcado la Policia durante los ultimos dias. Un chivato. Exactamente lo que necesitaban.

Hanne agito la cabeza y pregunto a Billy T. si podia ir a buscarla, descartaba la posibilidad de conducir.

– Estoy alli dentro de cinco minutos.

– Que sea un cuarto de hora. Me voy a tener que dar una duchita.

Catorce minutos despues, la subinspectora se despidio de sus amigos con un beso y les ordeno seguir hasta que ella regresara. Cecilie la acompano hasta la puerta y Hanne intento darle un abrazo de despedida, pero ella lo rehuyo.

– De vez en cuando odio ese trabajo que tienes -dijo con seriedad-. No siempre, pero de vez en cuando si.

– ?Quien se paso noche tras noche mas sola que la una en un pueblo perdido de Nordfjord, dejado de la mano de Dios, cuando tuviste que hacer tus turnos en provincias? ?Quien tuvo quince toneladas de paciencia durante cuatro anos de guardias de noche en el hospital de Ulleval?

– Creo que fuiste tu… -admitio Cecilie con una sonrisa conciliadora.

Al final se dejo abrazar.

– Esta tan limpio como un bebe recien banado. No tiene ni una puta multa de trafico. -Sus dedos sucios aporreaban el papel, que bien hubiera podido contener los antecedentes del primer ministro, porque no habia nada-. Y siendo asi -Billy T. sonrio de oreja a oreja-, con ese expediente impoluto, va a tener que darnos una puta explicacion que nos convenza para andar amenazando con una pistola a la Policia en medio de la calle. Esta ahi dentro temblando como un flan.

Llevaba razon. De como se reaccionaba ante una detencion se podia sacar mucha informacion. Ciertamente, los inocentes tambien se asustaban, pero en esos casos era un miedo manejable, un sentimiento que se podia paliar recordando que, si todo era un malentendido, antes o despues se aclararia. Nunca les llevaba mas de un cuarto de hora calmar a un inocente. Segun Billy T., este detenido llevaba dos horas aterrorizado.

No tenia sentido comenzar el interrogatorio esa misma noche. Ella no estaba lo bastante sobria y era obvio que al preso le iba a sentar bien esperar. El fiscal adjunto lo habia acusado de amenazas contra la Policia, con eso bastaba para retenerlo hasta el lunes.

– ?Como lo has encontrado?

– No he sido yo, lo han encontrado Leif y Ole. Menuda suerte, no te lo creerias.

– ?Prueba!

– Hay un tipo al que vigilamos hace mucho, pero nunca hemos encontrado nada contra el; es un estudiante de Medicina con buenas costumbres. Vive en un barrio bonito y decente, en Roa, en un bloque bonito y decente de poca altura, conduce un coche un poco demasiado bonito y decente y se rodea de mujeres que son todo menos decentes, pero si bonitas. Nos llego la informacion de que podia estar en posesion de una pequena partida y decidimos comprobarlo. Dimos en el clavo. Los chicos encontraron quince gramos, ademas de una pequena partida de hachis. Ole se dio cuenta enseguida de que no iba a llegar a casa a tiempo para reunirse con su mujer. Un registro concienzudo del piso iba a llevarle bastante tiempo. Ahora bien, resulta que, aunque suene increible, el tipo no tenia telefono. Asi pues, Ole llamo a la puerta del vecino, un tipo de unos treinta anos. Nacido en 1961, para ser exactos. -Sus dedos volvieron a bailar sobre la copia de Strasak, el archivo informatico de la Policia -. Evidentemente resulta incomodo recibir una visita de la Policia a las nueve y media de la noche de un sabado, pero no es como para quedarte paralizado y cerrarle la puerta en las narices al agente.

A Wilhelmsen no le extranaba nada que alguien le cerrara la puerta en las narices a Ole Andresen. Tenia el pelo hasta la cintura y presumia de lavarselo cada quince dias, «aunque no estuviera sucio». Llevaba la raya en medio, como un hippie superviviente, y a traves de la cortina de pelo asomaba una enorme nariz llena de espinillas y una barba que hubiera despertado la envidia de Karl Marx. Volvio a pensar que era plausible asustarse, pero sabiamente mantuvo la boca cerrada.

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