– Pero no podia haber hecho una tonteria peor. Ole volvio a llamar y el pobre hombre no pudo sino abrir. Lo malo es que estuvo unos minutos a solas en el piso y lo fantastico es que al final abrio… -Billy T. se moria de la risa y las carcajadas iban en aumento; Hanne no pudo sino reirse tambien un poco, aunque no tenia la menor idea de que era lo que le resultaba tan gracioso; finalmente Billy T. se controlo y continuo-: Y cuando por fin abrio la puerta, ?salio con las manos en alto! -Volvio a darle un ataque de risa y esta vez Hanne tambien se rio con ganas-. Con las manos en alto, como en una pelicula. Y antes de que Ole pudiera decir nada, solo le habia mostrado su placa de Policia, el tipo se coloco de cara a la pared con las piernas separadas. Ole no entendia nada, pero lleva el tiempo suficiente en el oficio como para saber que algo turbio tenia que haber. Y, en un estante, encontro el par de la bota perdida. El bueno de Ole saco mi patron y lo comparo con la bota. Hemos dado en el clavo. El tipo se echo a llorar, con las palmas de las manos aplastadas contra la pared. -Los dos se reian a carcajadas y se les saltaban las lagrimas-. ?Y Ole solo pretendia que le dejaran el telefono! -En realidad no era tan increiblemente gracioso, pero era muy tarde y ambos sentian alivio, un enorme alivio-. Esto es lo que encontramos en el piso - dijo el policia, agachando su cuerpo desgarbado hacia una bolsa que tenia en el suelo.

Una pistola de calibre fino golpeo la mesa y, a continuacion, una bota de invierno vieja, del numero 44, aparecio ante Wilhelmsen.

– Esto tampoco es como para que te entren los siete males -constato Hanne satisfecha-. Debe de tener algo mas que aportar.

– Dale una racion especial de Hanne Wilhelmsen. Manana. Y ahora te vas a casa y sigues divirtiendote.

Y eso fue exactamente lo que hizo.

Domingo, 29 de noviembre

– Flan, gelatina, hojarasca, lo que quieras. Tienes un temblor de cojones, asi que como no seas capaz de sacarme un certificado medico que garantice que padeces un parkinson avanzado, yo aseguraria que estas a punto de mearte de miedo.

Wilhelmsen no deberia haber dicho eso. Silenciosamente, se formo un charquito a los pies del detenido, un charquito que fue creciendo despacio hasta tocar las cuatro patas de la silla. La subinspectora suspiro, abrio la ventana y decidio que lo iba a dejar un rato con los pantalones mojados. Por si fuera poco, el chico habia empezado a llorar un poco, un llanto lastimoso que no desperto en ella ningun tipo de compasion, sino que, mas bien al contrario, le irrito ostensiblemente.

– Deja de lloriquear. No voy a matarte. -Sus palabras no sirvieron de nada. El chico siguio gimoteando sin lagrimas; le parecio estar enfrentandose a un nino malcriado-. Tengo amplios poderes -mintio Hanne-. Muy amplios poderes. Tu estas metido en un buen lio, pero las cosas mejorarian bastante si mostraras un poco de buena voluntad, algo de flexibilidad, si nos dieras algo de informacion. ?Que relacion tienes con el abogado Jorgen Lavik?

Era la enesima vez que se lo preguntaba, pero tampoco esta vez tuvo suerte. Completamente desanimada, dejo al detenido en manos de Kaldbakken, quien hasta ese momento se habia mantenido callado en un rincon.

Tal vez el pudiera sacarle algo al tipo, aunque la verdad es que no tenia mucha fe en ello.

Hakon se deprimio cuando le resumio la situacion. Daba la impresion de que el tipo de Roa preferia sufrir los martirios del Infierno antes que las represalias de Lavik y su organizacion. Asi pues, la policia no lo tenia todo tan controlado como habian creido Hanne y Billy T. la noche anterior, cuando no podian parar de reir. Aun asi, la batalla todavia no estaba perdida.

Lo estuvo cinco horas mas tarde, cuando Kaldbakken se harto, dejo un rato solo al llorica y saco a Hanne al pasillo.

– No podemos seguir -dijo en voz baja, con una mano sobre el pomo de la puerta, como para asegurarse de que nadie se lo iba a robar-. Esta exhausto y ademas tenemos que dejar que lo vea un medico. Ese temblor no es natural. Tendremos que volver a intentarlo manana.

– ?Tal vez manana sea demasiado tarde!

La subinspectora Wilhelmsen estaba desesperada, pero no sirvio de nada. Kaldbakken habia tomado una decision y, en tales casos, no habia quien le hiciera cambiar de opinion.

Fue Hanne quien tuvo que comunicarle las malas noticias a Hakon, quien las escucho sin decir palabra. Al acabar, Hanne se quedo sentada sin saber que hacer, pero decidio que lo mejor era dejarlo tranquilo.

– Por cierto, meti el interrogatorio de Karen en tu carpeta del caso -dijo antes de irse-. El viernes no me dio tiempo a hacer copias. ?Podrias hacerlas tu antes de irte? Yo me voy, que hoy es el primer domingo de Adviento.

Lo ultimo pretendia ser una disculpa, aunque fue innecesaria. El la despacho agitando la mano. Cuando Hanne cerro la puerta a sus espaldas, Hakon se inclino sobre la mesa y apoyo la cabeza en los brazos.

Estaba agotado y queria irse a casa.

Lo malo fue que se le olvido hacer copias del interrogatorio, se acordo en el coche, de camino a casa. En fin. Podia esperar hasta el dia siguiente.

A pesar de rondar la edad de la jubilacion, se movia con la agilidad de un atleta. Eran las cuatro de la madrugada del lunes, esa hora en la que el noventa y cinco por ciento de la poblacion esta durmiendo. Las luces de un enorme arbol de Navidad parpadeaban entre la hojarasca para mantenerse despiertas y las paredes de cristal de los locales de guardia del grupo de crimen arrojaban una palida luz azulada, pero, por lo demas, estaba todo a oscuras. Sus suelas de goma no hacian ruido a pesar de que correteaba por el pasillo, pero agarro con fuerza el imponente manojo de llaves para que no sonaran. Una vez delante del despacho senalado con el nombre de Hakon Sand, no tardo en encontrar la llave correcta. Pocos segundos despues cerraba la puerta tras de si. Luego saco una pesada linterna cubierta de goma, cuyo haz de luz era tan potente que por un momento lo cego.

Fue todo casi demasiado facil. La carpeta estaba encima de la mesa y el interrogatorio que buscaba fue lo primero que encontro dentro. Hojeo rapidamente el resto del monton, pero era evidente que no habia mas copias, al menos de aquellos documentos. Recorrio el papel con la luz de la linterna. ?Era el original! Se apresuro a plegarlo y lo introdujo en el fondo de un bolsillo interior de su amplia chaqueta de tweed. Echo un rapido vistazo para asegurarse de que todo estaba como cuando llego, y a continuacion se dirigio a la puerta, apago la linterna antes de salir y cerro con llave. Un poco mas adelante en el pasillo, abrio otra puerta con otra llave. Tambien en este despacho el expediente estaba sobre el escritorio, abierto y dividido en dos pilas desordenadas, como si se hubiera quedado dormido por el agotamiento provocado por su exceso de volumen. Esta vez la busqueda le llevo mas tiempo. El interrogatorio no se encontraba donde le correspondia. Siguio buscando, pero como el documento de ocho paginas no aparecia, empezo a registrar sistematicamente otros sitios.

Al cabo de quince minutos tiro la toalla. No podia haber otra copia. La idea lo animo, y no era del todo ilogica. Segun se desprendia de los informes, Hanne Wilhelmsen no habia regresado al despacho hasta las siete y media de la tarde del viernes. Tal vez no habia tenido la paciencia de esperar los veinte minutos que tardaba la fotocopiadora en calentarse.

La teoria se vio reforzada por el registro del tercer despacho, el de Kaldbakken. Si tanto Wilhelmsen como el inspector carecian de copias, era bastante probable que solo existiera el original del documento, que ahora se encontraba en su bolsillo.

A los pocos minutos ya no estaba alli. Primero lo paso por una maquina de destruccion de documentos, hasta que adquirio el aspecto de un monton de espaguetis secos y malogrados. Luego lo dejo todo en un cuenco durante el rato que tardaron las llamas en destruirlo por completo; al final, reunio las cenizas en un trozo de papel higienico, las tiro al inodoro y tiro de la cadena. El servicio se encontraba al fondo del pasillo de la planta mas invisible de la comisaria. El hombre de la Brigada de Informacion de la Policia limpio las ultimas pavesas de ceniza del inodoro con un cepillo bastante usado; de eso modo, el viaje de Hanne Wilhelmsen a una fria zona de Vestfold paso al olvido.

Una vez de vuelta en su despacho, el hombre saco el telefono movil y marco el numero de uno de los dos hombres con los que se habia reunido un par de dias antes en la calle Platou.

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