mencione a una serie de abogados de Oslo. Cuando llegue a Jorgen Ulf Lavik, se puso muy nervioso, miro hacia otro lado y pidio algo de beber.
Los chicos ruidosos se estaban yendo. Tres de ellos se reian y se tiraban una chaqueta entre ellos, mientras que el cuarto, que era el mas pequeno, intentaba recuperarla entre quejas y maldiciones. Los dos abogados se mantuvieron en silencio hasta que las puertas de cristal se cerraron detras de los jovenes.
– Vaya ocurrencia. ?Que podria haber hecho? ?Acudir al tio policia para contarle que, usando un detector de mentiras de aficionados, habia conseguido que un drogadicto de diecinueve anos me contara que Lavik era un criminal, que si, por favor, podian arrestarlo? No, no tenia nada que contarles. Por otro lado, a esas alturas habia empezado a ver retazos de la autentica verdad y no era algo como para ir corriendo a contarselo a un crio de fiscal adjunto de la tercera planta de la casa. Preferi acudir a mis viejos amigos de los servicios secretos. La imagen que conseguimos componer con mucho esfuerzo no era nada bonita. Sere franco: era fea. Jodidamente fea.
– ?Como se lo tomaron ellos?
– Como era de esperar se monto una limpieza de la hostia. En realidad creo que aun no han acabado del todo. Lo peor es que no pueden tocarle un pelo a Harry Lime.
– ?Harry Lime?
–
– Pero ?le van a dejar seguir en el cargo?
– Han intentado presionarlo para que se retire, y seguiran haciendolo. Ha tenido problemas de corazon, bastante serios, la verdad. No resultaria nada sospechoso que se retirara, por motivos de salud. Pero ya conoces a nuestro antiguo colega, ese hombre no se rinde hasta que esta perdido. No ve ninguna razon para retirarse.
– ?Su superior esta informado?
– ?Tu que crees?
– No, supongo que no.
– Ni siquiera el primer ministro sabe nada. Es una putada. Y la Policia no conseguira cogerlo nunca. Ni siquiera sospechan de el.
La ultima serie salio mal. Para su gran irritacion, Strup tuvo que verse derrotado por su amigo por casi cuarenta puntos. Estaba empezando a hacerse viejo de verdad.
– Respondeme a una cosa, Hakon.
– Espera un momento.
No le estaba resultando facil meter la pierna herida en el coche. Se rindio despues de tres intentos y le pidio a Hanne que reclinara el asiento lo maximo posible. Finalmente, lo logro. Coloco las muletas entre el asiento y la puerta; las pesadas puertas del patio trasero de la Policia se abrieron despacio y con vacilacion, como si no estuvieran seguras de que fuera sensato dejarlos marchar. Al final se decidieron y los dejaron pasar.
– ?A que querias que te respondiera?
– En realidad, ?era tan importante para Jorgen Lavik quitarle la vida a Karen Borg? Quiero decir, ?su caso dependia tanto de eso precisamente?
– No.
– ?No? ?Solo no?
– Si.
Le dolia hablar de ella. En dos ocasiones habia ido a la pata coja hasta la planta del hospital donde estaba ingresada Karen, muy magullada y desamparada, y las dos veces se habia topado con Nils. Con mirada hostil y agarrando las palidas manos sobre el edredon, el marido de Karen habia impedido cualquier intento de Hakon de decir lo que queria decir. Ella se habia comportado de manera distante y, aunque el no habia esperado que le diera las gracias por salvarle la vida, le dolia profundamente que ni siquiera hubiera mencionado el asunto. Al igual que Nils, la verdad. Al final, el fiscal se habia limitado a intercambiar unas cuantas frases anodinas y se habia ido al cabo de cinco minutos. Tras la segunda visita se sintio incapaz de volver a intentarlo, pero desde entonces no habia pasado un segundo sin que pensara en ella. Aun asi, para su sorpresa, era capaz de alegrarse de que el caso estuviera mas o menos resuelto. Solo que no soportaba hablar de ella. Aun asi se sobrepuso.
– No hubieramos conseguido que condenaran al tipo, ni siquiera con la declaracion de Karen o su testimonio. Eso solo podia ayudarnos a prolongar la preventiva. Una vez que lo habian puesto en libertad, Borg daba igual. A no ser que encontraramos algo mas. Pero supongo que Lavik no estaba del todo bien.
– ?Quieres decir que estaba loco?
– No, de ninguna manera. Pero tienes que recordar que cuanto mas alto estas, mas grande es la caida. Tenia que estar bastante desesperado. De algun modo, se le habia metido en la cabeza que Karen Borg era peligrosa. En ese sentido encaja eso que dicen los jefes de que fue el quien te agredio. Esas notas pueden haber hecho que se obcecara con ella.
– Asi que es culpa mia que a Borg casi la mataran -dijo Hanne, ofendida, aunque sabia que el no habia pretendido decir eso.
La subinspectora bajo la ventanilla, apreto un boton rojo e informo de su objetivo a una voz asexuada que salia de una plancha de metal agujereada. Un criado invisible levanto la barrera. Hanne encontro el sitio que le habian indicado en el garaje del Edificio del Gobierno.
– Kaldbakken iba a venir por su cuenta -dijo, y ayudo a su colega a salir del coche.
Un ministro de Justicia no se iba a conformar con condiciones tan modestas. Aunque la habitacion estaba siendo reformada, era evidente que el joven ministro seguia trabajando alli. El hombre paso por encima de una pila de rollos de papel, esquivo una escalera de mano a la que un cubo de pintura amenazaba con hacer caer, sonrio de oreja a oreja y les tendio la mano a modo de saludo.
Era extremadamente guapo y joven, cosa que llamaba la atencion. Cuando tomo posesion del cargo tenia solo treinta y dos anos. Su pelo rubio estaba dorado, aunque fuera pleno invierno, y sus ojos podrian ser los de una mujer: enormes, azules y con unas largas pestanas bellamente arqueadas. Las cejas constituian un masculino contraste con todo lo rubio, eran negras y tupidas y se juntaban sobre la nariz.
– Me alegra muchisimo que hayais podido venir -dijo con entusiasmo-. Con todo lo que se ha dicho en la prensa en la ultima semana, es dificil saber que creer. Me gustaria que me orientarais un poco. Ahora que ya ha pasado todo, quiero decir. Un caso bastante inquietante, ?e incomodo para nosotros, los guardianes de la ley! Se supone que es responsabilidad mia controlar a todos estos abogados, y no es nada agradable que empiecen a pasarse de la raya.
Su mueca probablemente pretendia expresar un amistoso hastio respecto al gremio de los abogados. El propio ministro habia trabajado durante dos anos en la Policia, antes de que, a velocidad record, lo nombraran abogado del Estado con solo veintiocho anos. Amablemente, ayudo a Hakon con una de las muletas, que se le habia caido al suelo cuando se estrecharon las manos.
– Toda una accion de salvamento, por lo que tengo entendido -dijo cordialmente senalando la pierna-. ?Que tal estas?
Hakon le aseguro que se encontraba perfectamente, que solo tenia algunos dolores, pero que iba bien.
– Tenemos que entrar -dijo el ministro, que los condujo a la habitacion contigua.
A diferencia de la otra, aquella estancia no tenia vistas sobre el enorme descampado en obras -por fin, estaban intentando transformar la manzana de Ditten en algo que no fuera solo un agujero-, sino que daba al helipuerto situado sobre la azotea del ministerio de Industria.
El otro despacho no era mas grande que el anterior, simplemente estaba mas ordenado. Sobre el suelo se extendian dos magnificas alfombras orientales, una de ellas de mas de cuatro metros cuadrados. No podian ser de propiedad publica; tampoco los cuadros que habia sobre la pared. Si fueran propiedad del Estado, deberian haber estado expuestos en la Galeria Nacional.
El secretario de Estado entro detras de ellos. Dado que era su despacho, les ofrecio sillas y agua mineral. Tenia el doble de edad que su jefe, pero era tan jovial como el. Llevaba un traje hecho a medida que dejaba notar que aquel hombre no habia renunciado a las caras costumbres adquiridas durante los mas de treinta anos en que habia ejercido la abogacia. El sueldo de secretario de Estado no debia de ser mas que calderilla para el, seguia siendo socio de una firma de abogados de tamano medio, pero de exito muy por encima de la media.