Karen. No podia ser ella, claro, pero quiza, quiza, lo fuera. Cerro los ojos con determinacion, rezo para sus adentros y respondio al interfono.
Resulto que era Fredrick Myhreng.
– He traido vino -dijo en tono alegre y, a pesar de que a Hakon no le tentaba en absoluto pasar la velada con el pesado del periodista, apreto el boton y lo dejo pasar.
Un instante despues se encontraba ante la puerta, con una pizza tibia de Peppe's en una mano y una botella de un vino blanco dulce italiano en la otra.
– ?Vino blanco y pizza! -anuncio alegremente el joven; Hakon fruncio la nariz-. Me gusta la pizza y me gusta el vino blanco. ?Por que no tomarlos juntos? Riquisimo. Saca unas copas y un sacacorchos. Yo he traido servilletas.
Le tentaba mucho mas una cerveza; tenia dos botellas de medio litro en la nevera. Fredrick se decanto por el vino dulce y se lo bebio como si fuera zumo.
Paso un buen rato antes de que Hakon entendiera que era lo que queria el hombre. Al final empezo a hablarle de cosas que no implicaban solo presumir de si mismo.
– Oye, Sand -dijo secandose la boca con una servilleta roja-, si alguien hiciera algo que no esta del todo bien, no algo ilegal ni nada, pero si un poco prohibido, y con ello descubriera algo mucho peor, algo que hubiera hecho otra persona… O si, por ejemplo, encontrara algo que le podia servir, por ejemplo, a la Policia, por ejemplo, en un caso que fuera mucho peor que lo que hubiera hecho el tipo, ?que hariais vosotros? ?Hariais la vista gorda con lo que hubiera hecho? ?Con eso que estaba un poco mal, pero no tan mal como lo que habia hecho el otro y que tal vez pudiera resolver el caso?
El silencio fue tan absoluto que Hakon pudo oir el debil zumbido de las velas. Con una mano agarro la caja de carton, en la que ya no quedaban mas que un par de champinones, la quito de la mesa y se inclino sobre ella.
– ?Que es lo que has hecho, Fredrick? ?Y que cono has averiguado?
El periodista bajo la mirada, cohibido, y Hakon estampo la mano contra la mesa.
– ?Fredrick! ?Que es lo que tienes?
El periodista capitalino se habia esfumado y no quedaba mas que un chiquillo compungido que tenia que admitir su pecado ante un furioso superior. Azorado, se metio la mano en el bolsillo y saco una llavecita relumbrante.
– Esta llave era de Jorgen Lavik -dijo debilmente-. Estaba pegada a la parte baja de su caja fuerte. O en un armario archivero, no recuerdo bien.
– No recuerdas bien. -El fiscal tenia las fosas nasales blancas de furia-. No recuerdas bien. Has sustraido una prueba importante que pertenece a uno de los sospechosos en un caso penal grave y no recuerdas bien donde la encontraste. Esta bien. -La mancha blanca se habia extendido en un circulo en torno a la nariz y su cara parecia una bandera japonesa invertida-. ?Podria preguntarte cuando «encontraste» la llave?
– Hace algun tiempo -respondio el joven esquivamente-. Por cierto, esta no es la original. Es una copia. Saque un molde de la llave y la volvi a dejar en su sitio.
El fiscal adjunto de la Policia respiraba por la nariz, como un toro excitado.
– Volvere sobre esto, Fredrick. Creeme. Volvere sobre esto. Ahora puedes coger tu botella y largarte de aqui.
Con un movimiento agresivo introdujo el corcho en la botella medio vacia. Al periodista del
– Pero, oye, Sand -probo a decir-: algo recibire yo a cambio de esto, ?no? ?La historia va a ser mia?
No obtuvo mas respuesta que un dedo del pie muy dolorido.
Jueves, 10 de diciembre
Al cabo de menos de dos dias de trabajo habian reducido las posibilidades a un numero muy pequeno de lugares. En concreto a dos. Uno de ellos era un gimnasio del centro, muy respetable y serio; el otro era un estudio menos respetable, mas caro, situado en la loma de Saint Hans. Ambos lugares eran aptos para realizar actividades fisicas, pero mientras uno de ellos era legal, el otro ejercia sus actividades con mujeres importadas especialmente desde Tailandia. Les habia costado encontrar al fabricante de la llave, pero una vez que la Policia encontro la empresa correcta, les llevo pocas horas averiguar a que tipo de armarios correspondia. Teniendo en cuenta el destruido renombre de Lavik, todos estaban convencidos de que se trataba del burdel de la calle Ulleval, pero se equivocaban. Lavik habia levantado pesas dos veces por semana, cosa que en realidad ya sabian, y que recordaron cuando revisaron los documentos.
El armario era tan pequeno que el maletin negro apenas cabia. Tenia un cierre de seguridad. Aun no lo habian abierto, y permanecia sobre el escritorio de Kaldbakken, en la tercera planta de la jefatura, zona azul. Hakon Sand y Hanne Wilhelmsen celebraron las Navidades por adelantado y decidieron no esperar a que abrieran el duro regalo.
El cierre no se pudo resistir al destornillador de Kaldbakken. Por una cuestion de orden, habian jugueteado un poco con las seis tuercas con numeros del cierre de seguridad codificado, pero no tardaron en rendirse. El propietario ya no necesitaba el maletin, aunque este estuviera completamente nuevo.
Ninguno de ellos era capaz de entender por que lo habia hecho. Era inconcebible que el hombre quisiera correr semejante riesgo. La unica explicacion razonable era que esperara arrastrar a otros con el en caso de que cayera. Estando en vida, el monton de documentos no podia serle de mucha utilidad. Constituia un enorme riesgo para su seguridad. En un gimnasio, donde no podia tener la garantia de que los propietarios no se dieran una vuelta curioseando en las taquillas de los miembros despues de cerrar, habia metido un informe minucioso y completo sobre una organizacion que los tres lectores del documento habian creido que nunca llegarian a conocer, tal vez solo en una novela policiaca.
– No menciona el asalto que me hicieron -comento Hanne-. Eso tiene que querer decir que yo tenia razon. Tiene que haber sido el secretario de Estado.
Tanto el inspector Kaldbakken como el fiscal adjunto Hakon Sand mostraron su absoluta falta de interes. Aunque hubieran visto al Papa en persona viajar al norte para ejercer violencia contra una mujer indefensa, no habrian movido ni el parpado.
Tardaron casi dos horas en revisarlo todo. Devoraron los documentos, en parte juntos, en parte por separado. Los breves comentarios les hacian asomarse de vez en cuando por encima del hombro de los demas. Al cabo de un rato ya no se asombraban ante nada.
– Esto lo tenemos que enviar arriba enseguida -dijo Wilhelmsen cuando lo habian vuelto a meter todo en el maletin destrozado.
Senalo el techo con el dedo indice. No se referia precisamente a Dios.
El ministro de Justicia insistio en celebrar una rueda de prensa esa misma tarde. La Brigada de Informacion y el Servicio de Inteligencia de Defensa habian protestado intensa e insistentemente. No habia servido de nada. El escandalo seria aun peor si la prensa averiguaba que mantenian oculto el caso durante mas de unas horas. Ya tenian bastante jaleo.
El impresionante aspecto del ministro habia sufrido un duro golpe a lo largo de aquel dia. Tenia la piel mas palida y el pelo no tan dorado. Oia el jolgorio de los lobos de la prensa al otro lado de la puerta. Por alguna extrana razon habia insistido en que la rueda de prensa se celebrara en la jefatura.
– Vosotros sois los unicos que vais a salir bien parados de esta historia -le habia dicho sarcasticamente a la comisaria principal cuando ella opino que deberian recibir a la prensa en el Edificio del Gobierno-. La rueda de prensa la hacemos en la jefatura.
Lo que no dijo era que alli se estaba imponiendo un verdadero estado de excepcion. El primer ministro habia ordenado que triplicaran la vigilancia y actuaron paranoicamente contra la prensa, a lo largo de aquel dia. En ese sentido, la jefatura era una buena solucion.
Despues de inspirar profundamente tres o cuatro veces, entro en la sala de reuniones. La reserva de oxigeno no le vino mal, porque una vez dentro casi llego a perder el aliento.