los norteamericanos. Silje me conto que al FBI le llevo solo nueve horas identificar al asesino. Los permisos de conducir, conectados con la informacion de viajes entre Europa y los Estados Unidos en los ultimos meses, fueron suficientes para deducir la identidad del tipo. Fue el dibujo lo que desencadeno todo.
– Si. Realmente asusta comprobar como trabaja la vigilancia. Esto sera el punto de partida para quienes quieren mas cosas de este tipo. -Yngvar le beso el cabello-. El retrato fue importante -continuo el-. Tienes razon en eso. Pero es merito tuyo, querida, por encima de todo.
Ambos se quedaron ambos en silencio.
– Yngvar…
– Si.
– Si acaban con The 25'ers, tarde o temprano aparecera otra organizacion que defienda lo mismo. Con el mismo mensaje. Que haga lo mismo.
– Si. Seguramente.
– ?Aqui en Noruega, tambien?
– En cierto modo, eso lo decidimos nosotros.
El silencio duro tanto que la respiracion de Yngvar cayo en un ritmo lento y mas profundo.
– Yngvar…
– Ahora deberiamos dormir, mi vida.
– ?Has creido alguna vez en Dios?
Ella pudo oir que el sonreia.
– No.
– ?Por que no? ?Ni siquiera cuando Elisabeth y Trine murieron y…?
El levanto el brazo con cuidado y la empujo con cautela alejandola de si.
– En serio, ahora me encantaria dormir. Y tu deberias hacer lo mismo.
La cama se bamboleo cuando el se recosto de lado, dandole la espalda. Ella se acerco y lo sintio como una gran pared calida contra su propio cuerpo desnudo. A el le llevo menos de un minuto volver a dormirse.
– Yngvar -susurro ella tan bajo como pudo-. De vez en cuando yo creo en Dios. Un poquito.
El sonrio, pero fue en suenos.
Epilogo / Prologo
El encuentro
Eva Karin acaba de cumplir dieciseis anos y lleva un vestido de poliester celeste.
Lo ha confeccionado su madre, al igual que cada uno de los vestidos que Eva Karin ha tenido a lo largo de toda su vida. Este es el mas bonito y el primero con corte de adulto; un vestido Jackie Kennedy que ella no alcanzo a desear. No alcanzo a desear nada de nada. No penso en su cumpleanos.
No ha habido lugar para otra cosa que esa cuestion unica, colosal: esa cosa terrible debe desaparecer.
Cuando abrio el regalo, tuvo que simular que se alegraba. Como si de alguna forma todavia tuviese la capacidad de alegrarse. Su madre estaba tan feliz por la belleza del material y por lo delicado del bordado que no se dio cuenta de lo que le sucedia a Eva Karin.
Nadie puede ver lo que le sucede a Eva Karin. Solo Dios, si existe.
Cuando se levanta esta manana, se pone el vestido. Su madre se enfada, tendria que guardarlo hasta el 17 de mayo. No quiere llegar tarde al colegio, dice ella, y no tenia tiempo para cambiarse. La madre habia cedido. Tambien estaba un poco orgullosa; Eva Karin podia verlo. La Eva Karin de ojos oscuros, con su vestido azul hielo que la hacia verse como una norteamericana.
Habia escondido en la cartera los zapatos de bailarina. Apenas su madre la perdio de vista, se los puso, en lugar de los practicos zapatos de caminar.
Eva Karin se ha puesto sumamente elegante.
No quiere que alguien que ella conoce encuentre sus restos.
Subira a Lovstakken, hasta el limite, hasta alli donde sus hermanos menores son demasiado jovenes para ir, y donde su padre y su madre jamas ponen los pies.
El aire es claro y cortante. Hace frio, y ella se arropa con la chaqueta. Debe andar con cuidado. Hay raices y piedras en el sendero y no debe ensuciar sus zapatos de bailarina.
Papa no cree en Dios.
Eva Karin quiere creer en Dios.
Ha rezado tan intensamente.
Ha leido su libro, que tiene que esconder en el cajon de la ropa interior para que su padre no lo encuentre. «La religion es el opio de los pueblos», grune el constantemente, y Eva Karin y sus hermanos son los unicos que ella conoce que no estan ni bautizados ni confirmados. Ella ha leido la Biblia prohibida, y ha buscado en ella, pero todo lo que encuentra es condenacion.
Dios y su padre coinciden en solo una cosa: quienes son como ella no tienen derecho a vivir.
Hay que referirse a quienes son como ella con un lenguaje especial. Un idioma completamente distinto; hecho de miradas, gestos y palabras que, en realidad, significan otra cosa, pero que cuando son utilizadas en referencia a los que son como ella adquieren un significado oscuro con el que ella no puede vivir.
Ella siempre creyo que solo los hombres eran asi.
Los hay, ella lo sabe, porque son ellos los que son objeto de las palabras de doble sentido, las miradas, los gestos obscenos que los muchachos hacen de espaldas al profesor Berstad y que hacen que las ninas se rian entre dientes. Todas salvo Eva Karin, que se sonroja.
Se detiene en el sendero. El sol brilla a traves del delgado follaje. El suelo parece que este cubierto de vibrante oro liquido. Las anemonas se abrazan a los arboles una junto a otra, como alfombras abrigadas sobre las raices. Los pajaros cantan, y bien arriba, sobre las copas de los arboles, pasan nubes de buen tiempo, blancas como tiza.
Ya ha estado con Erik durante medio ano.
Erik es bueno. No la toca nunca. No la besa, no la sujeta, como sus amigas le cuentan que hacen los otros muchachos. Erik lee libros y es bueno en el colegio. Toman te juntos, y el puede mostrarle algunos de los poemas que ha escrito y que no son especialmente buenos. Eva Karin se siente bien con Erik. Segura. Con el esta tranquila. No como cuando se encuentra con Martine.
De pronto, sigue caminando.
No debe pensar en Martine. No debe imaginarla durante la noche, cuando duermen en la misma casa y sus madres ni siquiera llaman a la puerta cuando entran para darles las buenas noches.
Eva Karin ha rogado y rogado. Para dejar a Martine. Para encontrar fuerzas para no desearla. Eva Karin ha pasado noches enteras arrodillada frente a su cama, con las manos entrelazadas y los ojos cerrados. Nadie le ha contestado, ni siquiera las veces que ha colocado astillas de vidrio bajo sus rodillas. Martine esta en casa de Eva Karin este ella alli o no, y no se va nunca. Eva Karin reza hasta que desfallece de cansancio, pero no hay nadie que le responda en ningun lado. Quiza su padre tiene razon, despues de todo, de la misma forma que tiene razon en aquello de que los que son como ella son abominables.
El y su madre no lo deben saber jamas, piensa Eva Karin, y se apura hacia arriba por el sendero. Su padre, que le cantaba, que jugaba con ella y que le fabrico un cochecito de munecas en el taller cuando ella tenia cinco anos; su padre, que con gritos de ?hurra! la sentaba sobre sus hombros para marchar en el desfile cada Primero de Mayo, hasta que ella fue un poco mayor y la dejaron en cambio llevar la borla, la borla izquierda del estandarte del gremio. Su padre no ha de saber nunca que su pequena ninita es asi.