personal de la iglesia, en los politicos y en los transeuntes casuales que eran interpelados en plena calle. Todos dejaban constancia de una emocion que los noruegos no acostumbran a mostrar en publico. Muchos tenian problemas para hablar y algunos rompian a llorar en medio de la entrevista.

– Es casi como el dia en que murio el rey Olav -dijo Line, y apago el televisor.

– Bueno…, el murio de viejo, tranquilo, en su cama.

– Si, claro, pero el… estado de animo general, tan parecido. ?A quien se le ocurriria quitarle la vida a semejante mujer? Era tan… amable, ?tan buena!

Inger Johanne recordo que ella habia reaccionado exactamente igual hacia dos dias. Eva Karin Lysgaard no solo habia parecido una buena persona, sino que habia tenido evidentes dotes diplomaticas. Teologicamente se encontraba en el punto medio del complicado paisaje que configuraba la Iglesia noruega. No era ni radical ni conservadora. En lo referente a la cuestion de la homosexualidad, que habia suscitado una gran polemica en el seno de la Iglesia a lo largo de muchos anos y que empujaba continuamente a Noruega hacia una constitucion laica, ella habia sido la principal arquitecta que estaba detras de la delicada alianza: debia hacerse un lugar para ambas posturas. Personalmente no tenia inconveniente en bendecir a los homosexuales, pero al mismo tiempo habia luchado con empeno por el derecho de los opositores en su parroquia a rechazarlos enfaticamente. La obispo Lysgaard aparecia como abierta e integradora, una representante tipica para los seguidores de una iglesia estatal amplia y popular. Nada que ver con ella. Muy por el contrario, Eva Karin tenia serias dudas con respecto a la falta de direccion en la Iglesia y no perdia ocasion para dejar bien a las claras cual era su punto de vista.

Siempre amable. Siempre calma y con una subrepticia sonrisa que limaba los bordes de una u otra palabra afilada que pudiese escaparse en las contadas ocasiones en que Eva Karin Lysgaard se dejaba llevar por la emocion.

Lo que sucedia normalmente en relacion con la cuestion del aborto.

Eva Karin Lysgaard era extremista en una sola cuestion: se oponia al aborto. Entera, totalmente y bajo cualquier circunstancia. Ni siquiera en caso de una violacion o con riesgo inminente para la vida de la madre podia aceptar una intervencion para eliminar la vida creada. Para la obispo Lysgaard, lo que Dios habia creado era inviolable. Sus caminos eran inescrutables y un ovulo fecundado tenia derecho a la vida si Dios asi lo habia dispuesto.

Se respetaba su postura, en un pais en donde, en realidad, las discusiones sobre el aborto habian desaparecido en 1978. Los pocos que se mantuvieron luchando contra la libertad de elegir sobre la cuestion fueron, por lo general, considerados comicamente conservadores y (en todo caso, para el publico en general) intensamente extremistas. Hasta las activistas feministas se moderaban frente a Eva Karin Lysgaard. Al ser tan profundamente ortodoxa, se distanciaba del argumento de que el aborto era una cuestion de liberacion femenina.

Para ella el aborto era una cuestion de cuan sagrada era la vida, no de sexos.

– Me pregunto que debio de sucederle ahi fuera, en el bosque -dijo de pronto Inger Johanne.

– ?En el bosque? Crei que la habian matado en la calle.

– Si, claro. No me refiero al asesinato, sino a aquella vez… Su retrato aparecio en el Magasinet el sabado, ?lo viste?

Line sacudio la cabeza y se sirvio mas vino.

– Estuvimos en la cabana durante el fin de semana. Esquiamos un monton, pero no leimos ningun periodico.

«Eso lo haces tu independientemente de donde estes», penso Inger Johanne, y sonrio mientras continuaba:

– Ahi decia que encontro a Dios cuando tenia dieciseis anos. Dijo que fue algo muy especial, pero no aclaro que era.

– ?No es a Jesus a quien ven?

– ?Que?

– Yo creia -dijo Line- que cuando uno se salva se dice que «encontro a Jesus».

– Dios o Jesus… -murmuro Inger Johanne-, es lo mismo.

Se puso de pie con brusquedad y fue hasta el dormitorio. Cuando regreso, traia consigo el ejemplar del Magasinet. Mientras se sentaba lo hojeo hasta dar con la entrevista.

– Aqui -dijo, y tomo aliento-. «Estaba en una situacion muy dificil. Nos pasa a menudo cuando somos adolescentes. Los problemas nos parecen enormes. Y a mi tambien. Entonces encontre a Jesus.»

– ?Ah! -interrumpio Line-. ?Yo tenia razon!

– ?Chist! «?Que sucedio realmente?», le pregunta el periodista. -Inger Johanne miro rapido a Line por encima del borde de sus gafas antes de continuar leyendo-: «Eso queda entre Dios y yo [la obispo se rie y se le forman hoyuelos en los que uno podria esconderse]. Todos tenemos nuestro cuarto secreto. Asi debe ser. Y asi sera siempre.»

Doblo la revista despacio.

– Ahora quiero ver la pelicula -dijo Line.

– Todos tenemos nuestro cuarto secreto -repitio Inger Johanne examinando el retrato de Eva Karin Lysgaard en la tapa del Magasinet.

– Yo no -dijo Line, frivola-. ?Vemos primero Algo pasa en las Vegas o pasamos directamente a El diablo se viste de Prada? Yo no la he visto, y puedo ver a Meryl Streep en cualquier momento.

– Tambien tu tienes un par de estancias con secretos, Line. -Inger Johanne se quito las gafas y se froto los ojos antes de anadir-: Solo que has perdido las llaves.

– Puede ser -dijo Line, igualmente risuena-. ?Pero aquello que uno ignora, sabido es que no duele!

– Ahi te equivocas de raiz -contesto Inger Johanne, que senalo con desgana el DVD de El diablo se viste de Prada-. Es justamente lo que ignoramos lo que nos hace sufrir.

La feria de las vanidades

«Lo peor hubiera sido no saber», penso Niclas Winter. Habia vivido tanto tiempo al borde de la quiebra economica que saber que el comprador ya no estaba interesado le habia hecho volver a beber un poco mas, un poco mas a menudo. Por no hablar de todo lo que se tomaba para mantener los nervios bajo control. Por fin habia terminado con esa mierda. Le aflojaba los sentidos y lo volvia indolente. Chato. Improductivo.

Exactamente como no queria ser.

Cuando la crisis financiera le golpeo desde todos lados en otono de 2008, no tuvo el mismo efecto en Noruega que en muchos otros paises. Con varios miles de millones en la caja y un explosivo cajon de herramientas politicas, el Gobierno rojiverde pudo tomar contramedidas tan costosas y solidas que nadie hubiese podido imaginarlas tan solo unos meses atras. La nacion habia bombeado dinero del mar del Norte durante tanto tiempo que parecia como minimo invulnerable despues del terremoto economico en los Estados Unidos. El mercado inmobiliario noruego, que desde antes estaba tan inflado como sobrecalentado, choco contra el muro a principio del otono. Pero ya se habia despertado. En todo caso ya mostraba signos de vida. La cantidad de quiebras se multiplico en los ultimos meses, pero muchos pensaban que habia sido una limpieza saludable entre empresas que, de todos modos, no se podian sustentar. El desempleo crecio en la industria de la construccion, algo que por supuesto se tomo muy en serio. Por el momento, este era un sector del mundo de los negocios que se mantenia sobre todo a partir de la fuerza de trabajo importada. Polacos, balticos y suecos, todos tenian la fantastica cualidad de que preferian volver a casa cuando no conseguian trabajo; por lo menos aquellos que aun no habian entendido del todo que podian hacer buen dinero a traves del sistema de beneficencia noruego. Ademas habia bastantes economistas que, entre ellos y bien callados, pensaban que una desocupacion de aproximadamente el cuatro por ciento era buena para mantener la flexibilidad del mercado laboral.

Al final Noruega Inc. siguio avanzando, y si bien no como antes, en todo caso sin las enormes y catastroficas consecuencias para el pais o la poblacion que afectaron a otros. La gente continuaba comprando comida, todavia necesitaban ropa para ellos y para sus hijos, se permitia como de costumbre el vino en los fines de semana e iba

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