temblaban las manos.

– ?Esta todo bien?

Live Smith miro la linea de agua que corria hacia abajo sobre el jersey de Inger Johanne.

Inger Johanne alejo el vaso de si.

– Solo tengo un poco seca la garganta. Estoy a punto de pillar algo. La escucho.

Forzo una sonrisa e hizo un ademan circular con la mano, impaciente. Live Smith se arreglo la chaqueta, se acomodo el cabello detras de las orejas y dijo, algo picada:

– De hecho fue usted quien me pidio que se lo contase todo desde el principio.

– Si. Lo siento. ?Podria usted solo…?

– Bien. La version corta es que cuando llegue aqui el viernes pasado, antes de este ultimo fin de semana, para preparar el inicio de las clases, tuve la sensacion de que alguien habia estado aqui antes.

Abarco la habitacion con un gesto de la mano. Era una oficina amplia con un archivador que ocupaba toda la pared mas larga, en la que una puerta daba acceso a un cuarto mas pequeno y cerrado con candado. El resto de las paredes estaban cubiertas por coloridos dibujos infantiles encuadrados en marcos de IKEA. Las cortinas eran de un rojo brillante con puntitos amarillos y flameaban con el aire caliente de los radiadores ubicados bajo las ventanas.

– Me dio una sensacion rara. Habia otro…, otro olor, quiza. No, mas bien otra atmosfera, de algun modo.

Ahora parecia turbada y sonrio antes de agregar:

– Ya sabe.

Inger Johanne sabia.

– No es que yo crea en lo sobrenatural -dijo Live Smith, y sonrio otra vez con gesto de desaprobacion-. Pero usted conoce seguramente la sensacion de…

– No es sobrenatural -interrumpio Inger Johanne-. Muy al contrario. Es una de las habilidades mas agudas que tenemos. El inconsciente se percata de cosas que no logramos hacer salir del todo a la superficie. Algo puede haber cambiado de lugar. Puede, como dice usted, haber un olor casi indetectable. Cuanto mas tiempo hayamos vivido, tanto mas nuestras experiencias acumuladas nos diran mejor que lo que podemos definir con nuestra primera impresion. Algunas personas son mas habiles que otras para comprender eso que sienten. -Finalmente logro beber un poco de agua-. A veces se autodefinen como videntes -agrego.

El sarcasmo hizo que su pulso se calmara.

– Ademas estaba esta carpeta -dijo Live Smith.

Otra vez esa sonrisa fugaz detras de cada frase, como si buscase restarse importancia a si misma. Quitarse valor, no pretender ser tomada demasiado en serio. Normalmente, Inger Johanne se hubiese irritado violentamente por ese gesto femenino. Ahora tenia suficiente con mantener la voz firme.

– La carpeta de Kristiane -afirmo con la cabeza.

– Si. Tambien estaba… -Live Smith se interrumpia cuando aspiraba, como buscando la palabra menos peligrosa: ?desaparecida, perdida, robada?-, quiza solo extraviada -dijo finalmente.

Sus ojos decian algo completamente distinto.

– ?Como se dio cuenta?

– Buscaba otra carpeta en el mismo cajon cuando me percate de que no tenia candado. El cajon, quiero decir. No estaba forzado o algo asi, simplemente estaba sin candado. Me moleste conmigo misma, porque hasta donde recordaba fui la ultima que lo cerro todo antes del paron navideno. Tenemos reglas muy estrictas para archivar la informacion de los alumnos. En parte son datos medicos delicados, y yo…

Esta vez la sonrisa fue seguida de una ligera contraccion de los hombros.

Inger Johanne no dijo nada.

– Como no habia senales de allanamiento ni en la puerta ni en el archivador ni en los cajones, pense que todo el asunto era solo un olvido de mi parte. Pero, por seguridad, verifique que todo estuviera en su lugar. Y asi era, a no ser por…

– A no ser por la carpeta de Kristiane.

– Exactamente.

Inger Johanne sintio una necesidad irrefrenable de borrar la sonrisa de la cara de la inspectora de ensenanza.

– ?Por que no avisaron a la Policia? -dijo en cambio.

– El rector piensa que no puede haber habido un allanamiento. No hay nada destruido. No hay marcas en las puertas, en todo caso no las hemos podido encontrar. Nada fue robado. No es que tampoco haya mucho de valor en este cuarto. Salvo el ordenador, quiza.

Ahora se rio. Una pequena risa fuerte y forzada.

«Y que hay de mi hija», penso Inger Johanne. La vida de Kristiane, todos los analisis, diagnosis y no diagnosis, medicaciones y errores, avances e intentos; toda la existencia de su hija estaba registrada en un archivo que habia sido acumulado con confianza a traves de los anos y que ahora habia desaparecido.

– Las carpetas de los ninos son un poco mas valiosas que su ordenador -dijo Inger Johanne.

Por fin dejo de sonreir.

– Por supuesto -dijo Live Smith-. Esa es tambien la razon por la que pense que seria bueno avisarla. Pero quiza el rector tenia razon. Fue un error por mi parte. Ya vera como la carpeta aparece hoy, mas tarde. Solo pense que como tenia esa sensacion, y como usted misma trabaja en la Policia, yo…

– Eso no es asi. Yo trabajo para la universidad.

– Cierto. Es su marido el que es policia. El papa de Kristiane.

Inger Johanne no tenia ganas de corregirla otra vez. En lugar de hacerlo se puso de pie. Echo una mirada al cuarto de archivos al fondo.

– Hizo lo correcto al avisarme -dijo-. ?Puedo ver el armario?

– ?El armario de los cajones?

– Si es asi como lo llaman.

– En realidad solo somos el rector y yo los que… Como le dije tenemos reglas muy estrictas para…

– ?Solo voy a mirar! ?No tocare ninguna carpeta!

La inspectora de ensenanza se puso de pie. Sin una palabra fue hacia la puerta, eligio la llave correspondiente de un llavero enorme y abrio. La mano busco el lado del marco izquierdo. Un tubo de luz estridente crepito y parpadeo en el techo hasta asentarse finalmente en un murmullo de alta frecuencia.

– Es ese de ahi -dijo senalandolo.

Los estantes cubrian dos de las paredes desde el suelo hasta el techo. Eran estantes grises, esmaltados, con puertas. Inger Johanne miro con mas atencion el que la inspectora habia senalado. El candado parecia lo suficientemente solido. Se inclino un poco mas y achico los ojos tras los vidrios de las gafas.

– Hay una pequena raya aqui -dijo al cabo de unos segundos-. ?Es nueva?

– ?Raya? Dejeme ver.

Juntas estudiaron el candado.

– Yo no veo nada -dijo Live Smith.

– Aqui -dijo Inger Johanne senalando con una pluma-. Un poco ladeada. ?La ve?

Live Smith se inclino hacia delante. Cuando entrecerro los ojos, el labio inferior se elevo hasta darle la apariencia de un raton empenoso.

– No…

– Si.

– ?En todo caso, yo no veo nada!

Inger Johanne aspiro sonoramente y se enderezo.

– ?Puede abrirlo? -pidio.

Esta vez, Live Smith cedio sin discutir. El enorme llavero se agito otra vez y al cabo de unos segundos pudo abrir la puerta. El interior del armario estaba dividido en seis cajones. Cada uno con su correspondiente candado y llave.

– Este es el cajon donde estaba la carpeta de Kristiane -dijo senalando el superior.

Inger Johanne no logro ver huellas de que alguien hubiera forzado nada ni siquiera poniendo toda su voluntad. Inspecciono por todos lados el pequeno agujero de la llave. El armario era ciertamente viejo, con alguna que otra

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