una empresa que se encargaba de pasar con el tractor, dos veces cada veinticuatro horas. Tendrian que haber estado ahi poco despues del paso del tractor.
No entendia del todo que era lo que buscaba. De pronto se dio cuenta de que el automovil debia de haberse detenido. Era cierto que habia nevado un buen rato, pero, de todos modos, debio de haberse quedado un tiempo alli. La diferencia entre las profundidades de las huellas era evidente. El ancho de las marcas le dijo que se trataba de un automovil particular. En todo caso no era un camion ni un vehiculo grande. Debio de venir desde abajo, de maniobrar dentro de la placita de la entrada y de esperar un rato alli. Mientras estaba ahi quieto, la nieve habia caido detras de las ruedas traseras, pero al abrigo del coche las huellas no estaban tan cubiertas como mas atras.
Un motor se puso subitamente en marcha. Miro hacia arriba y comenzo a subir la cuesta justo a tiempo para ver salir un automovil desde el lado del camino, mas adelante, desde el carril extra para los buses, justo antes de la curva que doblaba hacia el este. La nevada y la poca luz le impidieron ver el numero de la placa. En un arrebato, empezo a correr. Antes de que cubriese los cincuenta metros, el coche se habia ido. Todo quedo otra vez en silencio. Cuando volvio a ponerse en cuclillas para mirar bien las huellas de los neumaticos, solo pudo escuchar su respiracion. Los copos livianos bailaban en el aire y caian sobre el dibujo que trataba de reconocer. Saco con rapidez el telefono movil, navego con las teclas hasta la funcion de camara fotografica y tomo una foto. Estaba tan oscuro que
– Hijos de puta -murmuro, y corrio de regreso con el telefono en la mano.
La tranquila calle lateral que serpenteaba en direccion al limite con el bosque no era ninguna arteria habitual. Los terrenos eran grandes, y las costosas casas se encontraban bastante separadas y bien resguardadas. En los ultimos tiempos una ola de asaltos habia barrido la zona. Tres de los vecinos habian sufrido robos durante la Navidad mientras estaban de vacaciones, a pesar de las alarmas y de las empresas de seguridad. La Policia creia que los perpetradores eran profesionales. Hacia ya tres semanas que la familia de mas abajo, la del comienzo de la cuesta, habia sido objeto de un robo en la vivienda. Tres hombres habian forzado la entrada en medio de la noche y habian tomado al dueno de la casa como rehen. Obligaron al hijo, de diecinueve anos, a acompanarlos hasta Majorstua para sacar dinero del cajero automatico utilizando las cuatro tarjetas de pago y las tres de credito que les habian forzado a entregar tras disparar con una pistola sobre una costosa pintura.
Las marcas de neumaticos al lado del porton eran todavia bien visibles. Rolf Slettan intento sostener el telefono movil a la misma distancia del suelo y tomo una foto mas. Conectaria el ordenador y las agrandaria para compararlas. Cuando guardo el telefono en el bolsillo, su vista tropezo con una colilla de cigarrillo. Debia de haber estado cubierta por la nieve, pero una de sus propias huellas la habia descubierto. Se inclino y raspo con cuidado la impresion de su propia bota. Otra colilla. Y otra mas. Cuando examino la primera a la luz azulada de una farola, no le dijo nada. Ni siquiera la marca era legible.
Tres cigarrillos. Rolf Slettan habia dejado de fumar hacia ya muchos anos, pero todavia recordaba que una pausa para fumar podia llevar cerca de siete minutos. Siete por tres, veintiuno. Si el chofer era un fumador «en cadena», habria estado ahi durante casi media hora.
La Policia creia que se trataba de europeos del este. Los periodicos habian dicho que la gente tenia que estar alerta, que por lo visto la banda o las bandas recogian informacion detallada antes de dar un golpe. Las colillas podian servir como prueba.
Las puso con cuidado en una de las bolsitas negras que llevaba en todos los bolsillos de la chaqueta para levantar los desechos de los perros. Metio la bolsita en el bolsillo y comenzo a caminar hacia la casa.
Llamaria de inmediato a la Policia.
El telefono se habia desconectado sin que ella supiera por que. Quizas era una de las ninas. En todo caso no recibio el mensaje de Yngvar. Cuando oyo las pisadas en la escalera se puso rigida. Luego escucho esa voz tan conocida.
– Soy yo. Estoy en casa.
– Me doy cuenta -dijo ella con una sonrisa, y le acaricio la mejilla cuando el la beso con levedad-. ?No tenias que regresar a Bergen?
– Si. Ya fui. Pero como hay algunas cosas con las que puedo trabajar igualmente aun estando en Oslo, tome el vuelo de la tarde de regreso. Creo que me quedare esta semana.
– ?Que bien! ?Tienes hambre?
– Ya he cenado. ?No recibiste mi mensaje?
– No. Algo pasa con el telefono.
Yngvar se quito la corbata despues de luchar tanto con el nudo que Inger Johanne tuvo que ayudarle.
– Deberian haber fusilado al que invento esta prenda tan idiota -refunfuno el-. ?Que demonios es esto?
Arrugo el entrecejo frente a la pila de papeles y libros, revistas y hojas sueltas que habia alrededor de ella en el sofa y que cubrian ademas casi toda la mesa de la sala. Inger Johanne estaba sentada en el medio en posicion del loto, con las gafas de leer en la nariz, y en la mano un vaso de medio litro lleno de te humeante.
– Me acerco al odio -sonrio ella-. Leo acerca del odio.
– ?Por Dios! -dijo el con un gemido-. Como si no tuviese suficiente de eso en mi trabajo. ?Que bebes?
– Te. Dos partes Earl Grey, una parte Pu-Ehr chino. Hay mas en el termo de la cocina por si lo deseas.
El se quito los zapatos y fue a buscar una taza.
Inger Johanne cerro los ojos. La inquietante e inexplicable angustia estaba todavia alli, pero el pasar un dia bullicioso con las ninas la habia ayudado. Ragnhild, que cumpliria cinco anos el 21 de enero y que casi no hablaba de otra cosa, habia preparado una fiesta de ensayo con todos sus ositos y munecas. Inger Johanne y Kristiane recibieron sombreros para ponerse durante la cena, fabricados con braguitas de Ragnhild cubiertas con motivos de Hanna Montana. Kristiane pronuncio un largo discurso sobre el movimiento de los planetas en torno del sol y concluyo que, cuando fuera mayor, seria astronauta. Como la idea del tiempo que Kristiane tenia podia ser dificil de entender, y como solo muy de vez en cuando mostraba interes en algo que sucederia mas alla de un par de dias mas adelante, Inger Johanne habia buscado encantada todos los libros que tenia de la epoca en que ella era pequena y atesoraba exactamente ese mismo sueno.
Una vez que las ninas estuvieron acostadas, regreso la inquietud.
Para ponerle coto decidio ponerse a trabajar.
– Cuentame -dijo Yngvar, que se dejo caer sobre un sillon.
Sostuvo la taza de te frente a su cara y dejo que el vapor se depositara sobre su piel como una mascara humeda.
– ?Sobre que?
– Sobre el odio.
– De eso sabes mas que yo.
– No tontees. Me interesa. ?Que es lo que haces?
Ella bebio un trago del vaso. La mezcla de tes era fresca y liviana, y olia acida.
– Pensaba -dijo ella despacio, antes de hacer una pausa- que quiero acercarme a la expresion «odio» desde fuera. Tambien desde dentro, por supuesto, pero para decir algo con significado sobre los crimenes de odio pienso que tenemos que adentrarnos mas en la expresion propia. Con todo ese dinero que nos arrojan de pronto… -Levanto la vista, como si pensase profundamente-. Puedo, por ejemplo, involucrar a esa chica de la que te hable.
– ?Chica?
– Charlotte Holm. Historia de las ideas. La que te conte que habia escrito… -Miro rapidamente en torno suyo hasta que encontro una carpeta y la cogio-. «Amor y odio: un analisis historico de las expresiones» -leyo Yngvar despacio.
– Excitante -dijo ella, y arrojo el documento-. Hable con ella, y probablemente va a empezar conmigo ya en febrero.
– ?Cuantos van a ser, entonces? -pregunto Yngvar, que arrugo la frente, como si la idea de que un grupo de investigadores que emplearan dinero de los contribuyentes para adentrarse mas en el odio lo tornase profundamente esceptico.
– Cuatro. Posiblemente. Sera divertido. Antes siempre trabaje mas o menos sola. Y esto aqui…
Levanto una hoja en una mano y dejo que la otra trazase un arco que cubria el resto de los papeles que flotaban en torno a ella.
