En cuanto puso de nuevo el coche en marcha, volvio a sentirse tan angustiada como antes.

– No deberia preocuparse por no tener suficiente quehacer -dijo, risuena, la secretaria alcanzando una carpeta a Kristen Faber-. El que un cliente no aparezca facilita las cosas, asi se pueden hacer muchas mas cosas. Arreglar los papeles de su escritorio, por ejemplo. Alli reina un alegre caos.

El abogado cogio la carpeta y la abrio mientras caminaba hacia la puerta de la oficina. Detras de el, junto al escritorio de la secretaria, quedo un olor de cuerpo sin lavar, de locion para despues del afeitado y de alcohol barato. Ella abrio un cajon y extrajo un aerosol perfumado. Pronto el olor de borrachera rancia se mezclo con el intenso aroma de lirios, y la secretaria olisqueo el aire con una mueca antes de devolver el pulverizador a su lugar.

– ?Ni siquiera ha llamado? -grito el abogado Faber, antes de que un ataque de tos hiciese innecesaria la respuesta.

En lugar de eso, la secretaria se paro, tomo una humeante taza de cafe bien caliente de encima de un archivador y lo siguio.

– No -dijo cuando finalmente el hombre termino de escupir flemas en un cesto rebosante de papeles-. Probablemente algo se lo impidio. Tome. Beba esto.

Cuando Kristen Faber tomo la taza, logro hacerlo sin derramar nada.

– Este miedo a volar que tengo es una desgracia -murmuro-. Tuve que beber alcohol desde fucking Barbados.

La secretaria, una mujer amigable y de constitucion fragil que rondaba los sesenta, podia imaginarse muy bien que habia habido mucho fucking en Barbados. Tambien sabia que el no habia bebido tan solo en el viaje.

Habia trabajado durante casi nueve anos para el abogado Faber. En el bufete eran solo ellos dos, mas un apoderado que trabajaba media jornada. Segun los papeles compartian la oficina con otros tres abogados, pero los locales estaban distribuidos de tal forma que podian pasar dias sin que ella viese a los otros. El abogado Faber tenia su propia entrada, su recepcion y su toilette. Como su oficina era grande, no era comun que ella tuviese que preparar cafe y agua mineral en el gran cuarto de reuniones, que era compartido.

Dos veces al ano, en julio y para las Navidades, Kristen Faber se desconectaba de todo. Junto a un grupo de viejos amigos de estudios, todos hombres, divorciados y forrados de dinero, viajaba a lujosos destinos para comportarse como si todavia tuviesen veinticinco anos. Salvo en lo que respectaba al dinero. Cada vez que lo hacia regresaba igual de cansado. Le llevaba una semana recuperarse, pero entonces no tocaba una gota de alcohol antes de que llegase la oportunidad de un nuevo viaje con sus amigos. La secretaria suponia que el sufria de una especie de alcoholismo. Sin embargo, se podia vivir con eso, pensaba.

– ?El avion llego a la hora? -pregunto, mas que nada por decir algo.

– No. Aterrizamos en Gardermoen hace dos horas, y si no hubiera sido por esta entrevista, hubiera podido pasar por casa para darme una ducha y ponerme ropa limpia. ?Joder!

Chasqueo los labios con el cafe fuerte.

– Un poco mas, por favor. Y creo que debe cancelar la entrevista de las dos. Tengo que…

Levanto el brazo y se olisqueo la axila. Los restos salados de sudor marcaban un anillo claro en su traje oscuro. Se enderezo con violencia.

– ?Pufff! ?Tengo que irme a casa!

– Como usted quiera -sonrio la secretaria-. Tambien tiene un cliente a las tres. ?Estara de vuelta entonces?

– Si.

Miro su reloj de pulsera y dudo un momento.

– Por cierto, retrase la entrevista de las dos hasta las dos y media, y entonces haremos que la entrevista de las tres se demore un poco.

Ella busco la jarra con cafe y trajo un platito con chocolates. El ya estaba ocupado con sus papeles y no se lo agradecio.

– Tipo del demonio -murmuro, y dejo que la mirada corriese sobre el documento-. ?Las veces que insistio en que lo recibiera en cuanto llegase de vuelta!

La secretaria no contesto y regreso a su lugar.

El dolor de cabeza lo estaba matando. Metio el pulgar en una orbita y el indice en la otra. La presion no ayudaba en lo mas minimo. Tampoco el cafe, le daban palpitaciones por la cafeina combinada con el alcohol.

La bandeja con los casos que estaban en proceso estaba llena hasta rebosar. Cuando dejo la ultima carpeta sobre la pila, esta se deslizo y cayo al suelo. Irritado, se puso de pie y la recogio. Penso un segundo, abrio un cajon e introdujo alli el documento. Cerro el cajon de un golpe y salio del cuarto.

– ?He de llamar a este… -la secretaria miro la agenda por encima de las gafas, que tenian la forma de medialuna- Niclas Winter? -continuo-. ?Para una nueva entrevista, digo? Ha insistido, como usted dice, muchisimas veces, y…

– No. Espere a que el llame. Ya tengo suficiente trabajo esta semana. Es todavia su responsabilidad, ya que ni siquiera se molesta en dejar un mensaje.

Agarro la maleta grande de la que se habia desembarazado al llegar y desaparecio sin cerrar la puerta detras de si. Ni siquiera una vez pregunto como habia pasado la Navidad su secretaria, en Tailandia, junto a sus hijos y nietos. Ella permanecio sentada escuchando los pasos de el en las escaleras. La maleta golpeo en casi todos los escalones. Sonaba como si fuese cojo y tuviese una pata de palo.

Al final todo quedo en silencio.

La fuerza con la que caia la nieve amortiguaba todos los ruidos. Era como si la paz de los dias sacros descansase todavia sobre el vecindario. Rolf Slettan habia elegido ir caminando del trabajo a casa, pese a que habia una hora y media de marcha entre la clinica veterinaria en Skoyen y la vivienda en Holmenkollasen. Las veredas estaban cubiertas por casi un metro de nieve suelta, y hubo de caminar el ultimo par de kilometros dentro de la estrecha franja dejada en medio de la calle por el tractor.

Los pocos vehiculos que, de vez en cuando, pasaban resbalando, lo forzaban a trepar a menudo por los bordes todavia blancos como la tiza. Respiraba con dificultad y estaba empapado de sudor. De todos modos, comenzo a correr en cuanto doblo la ultima esquina.

Desde lejos, la casa se veia como la escena de un film nazi. Capuchones de nieve blanca colgaban sobre el porton y ocultaban a medias la inscripcion de gruesas letras: «Se esta bien fuera, pero es mejor en casa». Grandes montones de nieve enmarcaban el patio, que dentro de algunas horas tendria que volver a limpiar.

Se detuvo en la entrada, frente al porton.

Marcus no podia haber llegado todavia. Una capa de diez centimetros de nieve virgen revelaba que nadie habia entrado o salido durante un buen rato. El pequeno Marcus deberia de estar en casa con un companero de clase y no llegaria hasta eso de las ocho. La casa estaba oscura y en silencio, pero la gran cantidad de lamparas exteriores de hierro forjado iluminaban con calidez y producian destellos en la nieve. El tejado de turba habia desaparecido bajo la nevada. Era como si los dragones que alargaban sus lenguas desde cada extremo del caballete pudiesen emprender el vuelo en cualquier momento ayudados por sus nuevas alas blancas.

Se sacudia la nieve de las piernas cuando la huella dejada por un automovil llamo su atencion. El vehiculo habia avanzado hasta el porton y alli habia trazado una curva profunda en la nieve. No podia haber sido hace mucho. Cuando se puso en cuclillas pudo apreciar el dibujo de las cubiertas. Penso que probablemente alguien habia maniobrado en el lugar para dejar pasar el trafico que venia en sentido contrario. Mientras se incorporaba, siguio con la vista el trazo de los neumaticos hasta la calle.

Raro.

Dio un par de pasos con cuidado, como para no destruir la huella. Se hacia rapidamente menos clara. Medio metro mas alla ya casi habia desaparecido. Solo un vestigio del rastro llegaba hasta la calle.

Rolf Slettan giro y siguio la huella en direccion opuesta. Era tan clara como en el medio del trazo. Con una inquietud que no podia explicar bien, camino hasta el comienzo de la marca, la siguio con cuidado hasta el pequeno claro de la entrada y luego mas alla, hasta que se mezclaba con otra huella en la calle. No habia ningun canto de nieve barrida entre la calle y la propiedad. Ellos mismos, Rolf y Marcus, contrataban el barrido de nieve a

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