– Probablemente no, pero debemos mencionar el otro asesinato. Seguramente hay muchos que todavia lo recuerdan. La mujer fue violada y estrangulada.
Annika trago saliva.
– Este es un trabajo bastante horrible -dijo.
– Si, es cierto -respondio Berit-. Pero te resultara mas sencillo si consigues hablar con el policia de las flores antes de que se vaya de aqui.
Senalo abajo hacia Sankt Goransgatan, donde el hombre de la camisa hawaiana acababa de abandonar el cementerio. Se dirigia hacia su coche, que estaba aparcado en la esquina con Kronobergsgatan. Annika se levanto, cogio su bolso y salio disparada hacia la calle. Vio como el reportero del Konkurrenten intentaba tambien hablar con el, pero el policia simplemente lo rechazo.
En ese mismo instante Annika tropezo contra el asfalto y estuvo a punto de caerse. Con grandes y descontroladas zancadas bajo corriendo la empinada cuesta hacia Kronobergsgatan. Sin poderlo evitar choco contra la espalda del policia que, a su vez, fue a dar sobre el capo de su coche.
– ?Joder! -exclamo y sujeto fuertemente a Annika de los brazos.
– Lo siento -susurro ella-. Fue sin querer. Casi me caigo.
– ?Que cono haces? ?Estas mal de la cabeza?
El hombre parecia contrariado.
– Lo siento -dijo Annika y noto que estaba a punto de llorar y que, ademas, le dolia la muneca izquierda.
El policia recupero el control y la solto. La estudio durante algunos segundos.
– Joder, deberias tener mas cuidado -dijo el, se sento en su Volvo rojo oscuro y arranco haciendo chirriar las ruedas.
– Joder -susurro Annika. Pestaneo para evitar las lagrimas y miro con los ojos entornados hacia el sol para distinguir el numero de identificacion del coche. Le parecio ver «1813» en un lateral. Tambien memorizo el numero de la matricula para asegurarse mas.
A continuacion se volvio y descubrio que el pequeno grupo de periodistas de la entrada la miraba fijamente. Se puso roja como un tomate. Se agacho rapidamente y recogio las cosas que se le habian caido de su bolso al chocar: el cuaderno Din A5, un paquete de chicles, una botella casi vacia de Pepsi Max y tres compresas Libresse envueltas en un plastico verde. El boligrafo seguia en el bolso, lo cogio y escribio rapidamente en el cuaderno la matricula del coche y su numero de identificacion.
Los periodistas y los fotografos dejaron de mirarla y volvieron a charlar entre si. Annika observo que Bertil Strand organizaba una colecta para comprar helados.
Se paso la correa del bolso por el hombro y se acerco lentamente a sus colegas, que no parecieron fijarse en ella. Salvo el reportero del Konkurrenten, un hombre de mediana edad que solia tener el «careto» [1] bajo sus articulos de sucesos, no conocia a nadie. Estaba una mujer joven con una grabadora en la que se leia Radio Stockholm, dos fotografos de diferentes agencias graficas, el fotografo del Konkurrenten y tres reporteros que no sabia ubicar. No habia aparecido ningun canal de TV, las noticias locales solo se emitian cinco minutos diarios durante el verano por la television estatal, y la television local comercial solo transmitia programas de sobremesa y teletipos. Los periodicos matutinos seguramente utilizarian las fotografias de las agencias, acompanadas con el texto de TT. El Eko no habia acudido y tampoco apareceria, lo sabia. Uno de sus colegas del Katrineholms-Kuriren, que habia sido becario alli durante un verano, le habia explicado el porque con desden.
«Los asesinatos y esas cosas se las dejamos a los tabloides. Nosotros no somos unos carroneros».
Ya entonces, Annika comprendio que aquella opinion correspondia mas a su colega que al Eko, pero habia momentos en los que dudaba. ?Por que no valia la pena que un servicio publico se ocupara de la muerte de una joven? No lo comprendia.
Observo que el resto de las personas que se encontraban junto al acordonamiento eran transeuntes curiosos.
Se alejo lentamente del grupo. Los policias, tanto los inspectores como la brigada cientifica, seguian ocupados tras la verja. No habia llegado ninguna ambulancia o coche funebre. Miro el reloj. La una y diecisiete minutos. Habian pasado veinticinco minutos desde que recibio la informacion por «Escalofrios». No sabia muy bien que hacer ahora. Hablar con la policia no parecia una buena idea, seguramente se enfadarian. Comprendia que aun no podian saber mucho, ni quien era la mujer, ni como habia muerto, ni quien lo hizo.
Se alejo hacia Drottningholmsvagen. Junto al edificio, en la acera izquierda de Kronobergsgatan, se habia formado una sombra con la forma de una porcion de tarta, se dirigio hacia alli y se apoyo contra la fachada. La sintio rugosa, gris y caliente. Aunque la temperatura era de unos grados menos que en la solana, el aire le quemaba la garganta. Sentia una sed ridicula y pesco la botella de Pepsi de su bolso. El tapon habia goteado y la botella estaba pringosa, se le pegaron los dedos a la etiqueta. ?Joder, que calor!
Se bebio el refresco caliente y sin gas y oculto la botella entre dos pilas de papel para reciclar que habia en el portal contiguo.
A lo lejos los periodistas que estaban junto al acordonamiento se movieron al otro lado de la calle. Seguramente esperaban a Bertil Strand y el suministro de helados. Por alguna razon la situacion la hizo sentir mal. A unos cuantos metros de alli las moscas aun revoloteaban alrededor del cadaver, mientras la prensa esperaba ansiosa su agradable pausa.
Dejo que su mirada vagara por el parque. Estaba formado por empinados promontorios cubiertos de hierba y una extensa variedad de grandes arboles. Desde su sitio en la sombra pudo reconocer un tilo, un haya, un olmo, un fresno y un abedul. Algunos de los arboles eran enormes, otros estaban recien plantados. Entre las tumbas crecian otras especies gigantescas, sobre todo tilos.
Necesito beber algo mas, penso.
Se sento en la acera y echo la cabeza hacia atras. Tenia que pasar algo pronto. No podia seguir sentada alli.
Contemplo como el rebano de periodistas comenzaba a dispersarse. La muchacha de Radio Stockholm se habia marchado, pero Bertil Strand habia regresado con los helados. No veia a Berit Hamrin por ninguna parte, Annika se pregunto donde estaria.
Esperare cinco minutos, penso. Luego me voy a comprar un refresco y comenzare a hablar con el vecindario.
Intento dibujar un mapa de Estocolmo en su cabeza y situar exactamente su posicion. Este era el corazon de Estocolmo, la ciudad de piedra intramuros. Miro hacia el sur, pasado el cuartel de bomberos. Ahi estaba Hantverkargatan, su calle. En realidad vivia a solo diez manzanas de alli, en el interior de un edificio ruinoso junto a Kungsholmstorg. Sin embargo, nunca antes habia estado en aquella zona. Alla abajo se encontraba la estacion de metro de Fridshemsplan, si se esforzaba podia sentir como el tren resonaba bajo tierra y esparcia sus vibraciones a traves del hormigon y del asfalto. Justo enfrente habia una gran salida circular de aire del metro, un urinario y un banco. Quiza fue ahi donde estuvo sentado el drogata que llamo a «Escalofrios», fumando al sol junto a su amigo con ganas de orinar. ?Por que el amigo no fue al urinario?, se pregunto Annika. Penso en ello durante un rato y al final fue a comprobarlo personalmente. Al abrir la puerta comprendio la razon. El olor dentro del armazon de plastico era insoportable. Retrocedio un par de pasos y cerro la puerta.
Una mujer con un cochecito se acercaba desde el parque. El nino del cochecito sostenia un biberon lleno de un liquido rojizo. La madre miraba desconcertada la cinta de plastico que se extendia a lo largo de la acera.
– ?Que ha pasado? -pregunto.
Annika estiro la espalda y se ajusto la correa del bolso.
– La policia ha acordonado la zona -respondio.
– Si, eso ya lo veo. ?Por que?
Annika dudo. Lanzo una mirada por encima del hombro y vio que los otros periodistas la observaban. Rapidamente dio un par de pasos hacia la madre.
– Hay una mujer muerta ahi dentro -dijo en voz baja y senalo hacia el cementerio. La madre palidecio.
– ?Que horror! -exclamo.
– ?Vives por aqui? -pregunto Annika.
– Si, a la vuelta de la esquina. Venimos de Ralis, pero habia tanta gente alli que una apenas se podia sentar asi que regresamos para aca. ?Sigue ahi tirada?
La mujer estiro el cuello y ojeo entre los tilos. Annika asintio.