?Joder!, penso Annika cuando el fotografo se marcho hacia sus colegas. ?Por que no podia mantener la boca cerrada?
De pronto se sintio mareada y sin fuerzas. Tengo que beber algo, ahora mismo, penso. Sintio una inmensa alegria al ver que Berit venia andando desde Hantverkargatan.
– ?Donde has estado? -le grito Annika y se encamino hacia ella.
Berit resoplo.
– Estaba sentada en el coche haciendo unas llamadas. He encargado el recorte del otro asesinato y he hablado con mis contactos policiales.
Intento refrescarse infructuosamente agitando una mano.
– ?Ha ocurrido algo?
– Solo he hablado con una vecina.
– ?Has bebido algo? Estas palida.
Annika se quito el sudor de la frente y de pronto tuvo ganas de romper a llorar.
– Me acabo de comportar como una estupida con Bertil Strand -respondio a media voz-. Le dije que no deberia compadrear con la competencia en el lugar del crimen.
– Esa tambien es mi opinion. Pero Bertil Strand no piensa asi, lo se -dijo Berit-. A veces puede resultar dificil ponerse de acuerdo con el, pero es un gran fotografo. Vete a comprar algo de beber. Yo me quedo de guardia.
Annika abandono agradecida Kronobergsparken y bajo por Drottningsholmsvagen. Estaba haciendo cola para comprar una botella de Ramlosa en el Pressbyran de Fridhemsplan, cuando vio un coche funebre doblar a la izquierda por Sankt Goransgatan y subir hacia Kronobergsparken.
– ?Joder! -exclamo y salio corriendo hacia la calzada, un taxi tuvo que frenar en seco, luego cruzo Sankt Eriksgatan y regreso al parque. Penso que se desmayaria antes de subir de nuevo.
El coche funebre habia aparcado en lo alto de Sankt Goransgatan y en ese momento se apearon un hombre y una mujer.
– ?Por que estas tan sofocada? -pregunto Berit.
– El coche, el cuerpo -balbucio Annika, poso sus manos sobre las rodillas y jadeo echada hacia delante.
Berit suspiro.
– El coche funebre se quedara aqui un buen rato. El cuerpo no va a desaparecer. No tienes por que preocuparte, no nos perderemos nada.
Annika dejo el bolso en la acera y se enderezo.
– Lo siento -dijo.
Berit sonrio.
– Sientate a la sombra. Voy a comprarte una bebida.
Annika se retiro cabizbaja. Se sentia como una idiota.
– No lo sabia -murmuro-. No podia…
Se sento en la acera y apoyo de nuevo la espalda contra la pared del edificio. El suelo le quemaba el trasero a traves de su fina falda.
El hombre y la mujer del coche funebre estaban dentro del acordonamiento, justo a la entrada, esperando. Quedaban tres hombres detras de la verja, supuso que dos de ellos eran de la policia cientifica y el tercero un fotografo. Se movian cuidadosamente, se agachaban, recogian algo, se levantaban. La distancia era demasiado grande para que pudiera captar lo que hacian en realidad. ?Es siempre asi de aburrida la escena de un asesinato?, penso.
Berit regreso un par de minutos despues. Traia una Coca-Cola grande y fria.
– Toma. Contiene azucar y diferentes sales. Lo necesitas.
Annika desenrosco el tapon y bebio con tanta rapidez que el gas carbonico subio y le salio por la nariz. Tosio, resollo y derramo algo de la Coca-Cola sobre la falda.
– ?Que hacen en realidad ahi dentro? -pregunto Annika.
– Asegurando pruebas -respondio Berit-. Van el minimo numero y se mueven lo indispensable. En general, solo dos de la cientifica y posiblemente un inspector de la criminal.
– ?El de la camisa hawaiana?
– Quiza -contesto Berit-. Si observas detenidamente veras que uno de los tecnicos tiene la mano junto a la boca. Se desplaza con una pequena grabadora y cuenta todo lo que ve en el escenario del crimen. Puede ser una descripcion de la posicion exacta del cuerpo, los dobleces de la ropa y cosas por el estilo.
– No llevaba ropa -dijo Annika.
– Quiza la ropa este por los alrededores, esto tambien se documenta. Cuando hayan terminado conduciran el cuerpo al deposito de Solna.
– ?Para realizar la autopsia?
Berit asintio.
– Despues los tecnicos se quedaran y peinaran todo el parque. Iran centimetro a centimetro asegurando las pruebas de sangre, saliva, cabello, fibras, esperma, huellas de pies, de coches, dactilares, todo lo que puedas imaginar.
Annika permanecio sentada en silencio un rato y estudio a los hombres del otro lado de la verja. Se habian agachado junto al cuerpo, vio moverse sus cabezas tras el pedazo de tela gris.
– ?Por que cubren la verja y no el cuerpo? -pregunto.
– No suelen cubrir el cuerpo si no hay riesgo de lluvia -explico Berit-. Tiene que ver con las pruebas, para que se estropeen lo menos posible. La tela la han puesto para impedir la vision. Ingenioso…
Los tecnicos y el fotografo se levantaron al mismo tiempo.
– Es la hora -anuncio Berit.
El resto de los periodistas que estaban algo mas alejados tambien se levantaron al mismo tiempo. Como respondiendo a una senal se dirigieron todos hacia el acordonamiento. Los fotografos cargaron sus camaras y se colgaron un par de cuerpos adicionales con diferentes objetivos. Dos periodistas se habian unido al grupo, Annika conto rapidamente cinco fotografos y seis reporteros. Uno de ellos, un hombre joven, llevaba un chaleco marcado TT, una mujer tenia un cuaderno en el que se leia Sydsvenska.
El hombre y la mujer del coche funebre abrieron las puertas traseras y sacaron una camilla plegable. La abrieron con movimientos tranquilos y metodicos y aseguraron las diferentes sujeciones. Annika sintio como se le erizaba el vello de los brazos. Desde el estomago le llego un eructo del anhidrido carbonico y se sintio mal. Ahora sacarian el cuerpo. Se avergonzo de su excitacion morbosa.
– ?Se pueden apartar un poco? -dijo la camillera.
Annika vio pasar la camilla. Vibraba cuando las ruedas chirriaban sobre las irregularidades del asfalto. Encima habia una lona de plastico azul moteado, cuidadosamente doblada. La mortaja, penso Annika, y sintio un escalofrio recorrer su espalda.
El hombre y la mujer se enredaron en el acordonamiento. El cartel naranja de «Acordonado» se balanceo un buen rato.
Los camilleros escoltaban el cuerpo. Los hombres y la mujer formaron un grupo y parlamentaron. Annika sintio el sol calentar la parte posterior de sus brazos.
– ?Por que tardan tanto? -le murmuro a Berit como si estuvieran en un teatro.
Berit no respondio. Annika saco la Coca-Cola del bolso y le dio un par de tragos.
– Es horrible, ?verdad? -dijo la mujer del Sydsvenska.
– Si, claro -respondio Annika.
Entonces los camilleros estiraron la lona sobre la camilla, el brillo azul grisaceo se agito entre las hojas. Colocaron a la joven sobre las angarillas, la envolvieron en el plastico. Annika sintio subitamente que sus ojos se llenaban de lagrimas. Oyo el grito ahogado de la mujer, su mirada turbia, el pecho amoratado.
No puedo llorar, penso, y miro fijamente las ajadas lapidas. Intento distinguir nombres o fechas, pero eran inscripciones en hebreo. El tiempo y el viento habian borrados los elegantes signos casi por completo. Subitamente todo se paralizo. Hasta el trafico en Drottningsholmsvagen se detuvo un instante. El sol se filtraba por entre las inmensas copas de los tilos y bailaba sobre el granito.
El cementerio estuvo aqui mucho antes que la ciudad, penso Annika. Aquellos arboles ya existian cuando enterraron a los muertos. Eran mas pequenos y debiles, pero sus hojas enviaban tambien el mismo juego de