puerta se abrio.
– El entraba cuando Jesper y yo saliamos -dijo Elna Svensson.
Annika reconocio inmediatamente la voz desabrida: era la mujer obesa duena del perro.
– A Jesper le gusta jugar en el parque antes de que yo desayune. Cafe y bollo de trigo, eso es lo que desayuno…
– ?Y justo esa manana usted se encontro, al salir, al ministro de Comercio Exterior, Christer Lundgren?
– ?Ya se lo he dicho!
– ?Y el entraba en el edificio?
– El entro, y parecia impetuoso. Casi pisa a
?Impetuoso?, penso Annika, anoto la palabra en su cuaderno.
– ?A que hora sucedio todo esto?
– Yo me levanto a las cinco, tanto los dias laborables como los festivos. Esto fue justo despues.
– ?Vio usted algo extrano en el parque?
La anciana se puso nerviosa.
– No. Nada de nada. Tampoco
Aparecio el presentador, junto a el estaba el comentarista. Discutieron un rato sobre si el ministro debia dimitir, de como influiria esto en la campana electoral, sobre el futuro de la socialdemocracia y el desarrollo de la democracia. No habia preguntas que le quedaran demasiado grandes a Studio sex en una tarde como aquella.
– ?Joder, esto me saca de quicio! -exclamo Anne Snapphane.
– ?Que? -pregunto Annika.
– Que fueran ellos quienes encontraran esa factura de mierda. ?Por que no fui yo a AA. EE. y la pedi?
– La cuestion es como sabian ellos que existia -dijo Annika.
– Hemos intentado ponernos en contacto con Christian Lundgren -informo el presentador-, pero el ministro se ha ocultado. Nadie sabe donde se encuentra, ni siquiera su portavoz de prensa, Karina Bjornlund, quien sostiene que tampoco conocia su visita al club de alterne.
Entonces irrumpio la voz nasal de Karina Bjornlund por la radio.
– No tengo ni idea de donde estuvo esa noche -dijo-. A mi me dijo que tendria una reunion informal con unos representantes extranjeros. Me parecio muy extrano.
– ?Se podia haber referido a los representantes sindicales alemanes? -indago el reportero insinuante.
– No sabria responder -respondio ella.
– ?Y donde se encuentra ahora?
– No lo he visto durante todo el dia -contesto-. Me parece de una total despreocupacion por su parte dejarme con toda la responsabilidad en una situacion tan complicada.
Anne Snapphane puso los ojos en blanco.
– Esta Karina Bjornlund no es ninguna Einstein, ?verdad?
Annika se encogio de hombros.
– El primer ministro no ha querido comentar nuestro nuevo descubrimiento -dijo el presentador-. Se ha remitido a la rueda de prensa que se celebrara manana a las once en Rosenbad.
– ?Crees que Lundgren dimitira? -pregunto Anne Snapphane.
Annika arqueo las cejas.
– Depende -respondio despues de recapacitar-. Si los socialistas desean acabar con el debate lo soltaran como si fuera una patata caliente. Le nombraran gobernador o director de banco o cualquier otra cosa sin importancia ahi arriba, en el infierno lapon.
Anne Snapphane amenazo con el dedo.
– Ten cuidado, capitalina de mierda, estas hablando de mi terruno.
– Provinciana -repuso Annika-. Esto, por otra parte, significaria que el gobierno reconoce que ha tenido a un asesino entre sus ministros, aun cuando nunca sea juzgado. Si todos los socialistas tuvieran las manos limpias, el ministro, desde un punto de vista logico, deberia continuar.
– ?A pesar del recibo del puticlub?
– Puedes estar segura de que tendran una buena excusa. Probablemente todo sea culpa del chofer -contesto Annika y esbozo una sonrisa.
El presentador estaba listo para resumir su programa y lo hizo con autoridad y seguridad. Annika tuvo que reconocer a su pesar que los datos eran sensacionales y estaban bien trabajados.
– Un ministro del gobierno socialdemocrata invita a siete representantes sindicales a un club de alterne -dijo el presentador-. Una bailarina rubia y de grandes pechos registra su cuenta a las cuatro y media de la madrugada. El ministro la firma y escribe claramente el nombre de los alemanes en la parte posterior del recibo. Media hora mas tarde regresa a su apartamento, impetuoso. Sin darse casi cuenta pisa al perro de su vecina. A cincuenta metros de su apartamento se encuentra mas tarde a la bailarina de striptease asesinada. Esta murio entre las cinco y las siete de la manana. El ministro ha sido llamado a declarar en varias ocasiones, y ahora se oculta en un lugar desconocido…
Las ultimas palabras quedaron en el aire cuando la guitarra electrica menzo a rugir. Annika apago la radio.
Los viejos de la direccion se reunieron alrededor de la mesa de redaccion. Ahi estaban Spiken y Jansson, Ingvar Johansson, Foto-Pelle y el jefe de deportes, Anders Schyman y el jefe de la redaccion. Se quedaron de pie dandoles la espalda a todos.
– Mira que foto mas simbolica -dijo Annika-. No comprenden que estan hundiendo el periodico con ese jodido muro de espaldas.
El grupo se movio de forma colectiva hacia la mesa de Carl Wennergren.
– ?Siempre trabaja Jansson?
– Tres ex mujeres y cinco hijos que sustentar -contesto Anne Snapphane.
Annika comio lentamente su marchita ensalada. Quiza sea asi como uno acaba en este trabajo, penso. Quiza sea mejor dejarlo antes de terminar como la banda de fieltro, un grupo de viejos hipocritas obsesionados con los escandalos cuyos cerebros solo piensan en setenta y dos puntos Bodoni.
– Tu ocupate de «Escalofrios» -dijo Spiken al pasar.
Una semana y media, penso Annika, apreto los dientes y se fue a devolver el plato y la cuberteria a la cafeteria.
– Quiza me venga bien pasar una noche tranquila -dijo cuando se volvio a sentar.
– ?Ja! -exclamo Anne Snapphane-. Eso es lo que tu crees. Fijate en el tiempo que hace. Todos los locos estan sentados en casa llamando ininterrumpidamente a los telefonos de noticias, en especial al nuestro.
Anne tenia razon, por supuesto.
– Me parece que la inmigracion es una mierda -dijo una voz. Resonaba a los suburbios del sur de Estocolmo.
– Si -dijo Annika-. ?A que te refieres?
– Que estan por todas partes. ?Por que cono no arreglan sus problemas en Negrolandia en lugar de venir aqui con su mierda?
Annika se recosto en la silla y suspiro en silencio.
– ?Podrias ser mas preciso?
– Primero se matan ahi en su pais, violan a todas las tias. Luego vienen aqui a estrangular a nuestras mujeres. Mira el asunto ese de la tia asesinada en el parque, me juego la polla a que ha sido un negro de esos.
Por lo menos habia gente que no escuchaba Studio sex.
– Bueno -repuso Annika-. No creo que la policia comparta tus sospechas.
– ?Lo ves! ?Es la hostia! ?Los maderos protegen a esos cabrones!
– ?Que piensas que se deberia hacer? -pregunto Annika suavemente.
– Expulsar a esa chusma. Enviarlos de vuelta a la selva, cono. Al fin y al cabo todos son unos monos.
Annika esbozo una sonrisa.
– Me cuesta un poco compartir tu opinion porque soy negra -replico.
El hombre al otro lado del auricular se quedo totalmente en silencio. Anne Snapphane dejo de escribir y