Patricia se rizo las pestanas.
– De todo tipo -repuso-, y todos tienen dinero. Suelo mirar los recibos, por pasar el rato. Son abogados, vendedores de coches, directores, politicos, policias o viejos que trabajan en lavanderias, constructoras, agencias de publicidad, medios de comunicacion…
Annika se quedo de piedra. Dios mio -penso-, imagina que viniera algun conocido. Se paso la lengua por los labios.
– ?Vienen muchos famosos?
Patricia le alargo la bolsa de plastico con el maquillaje.
– Toma. Ponte mucho. Si, vienen algunos famosos. Uno de los clientes habituales es un viejo famoso de television. Va siempre vestido con ropa de mujer y se encierra en un cuarto privado con dos chicas. La semana pasada Joachim comprobo que, hasta el momento, el viejo de la television se ha gastado 260.000 coronas en cuarenta y nueve visitas.
Annika arqueo las cejas, recordo a «Escalofrios».
– ?Como puede permitirselo?
– ?No creeras que lo paga de su bolsillo?
Patricia cogio un llavero de la mesa de maquillaje.
– Joachim llegara mas tarde. Date prisa y asi te enseno el local y te explico los precios antes de que lleguen las chicas. Tendras que hablar con el sobre como utilizar la ruleta.
Permanecio parada junto a la puerta, Annika se apresuro a ponerse mucha sombra de ojos verde oscuro, colorete y perfilador. Al salir del vestuario paso por delante de un gran espejo y capto un rapido reflejo de si misma de cuerpo entero. Parecia una puta de Las Vegas.
– La entrada cuesta seiscientas coronas -explico Patricia-. El cliente puede pagar directamente un cuarto privado en la entrada, entonces cuesta mil doscientas coronas y la entrada es gratis. Luego en el bar puede elegir a la chica que le guste.
Annika se quedo estupefacta.
– Quieres decir que… esto es un burdel.
Patricia se rio.
– Claro que no. Las chicas pueden tocar al cliente y darle masajes, pero nunca en la polla. Los viejos se pueden satisfacer a si mismos mientras la chica posa a dos metros de distancia.
– ?Como cono puede alguien pagar mil doscientas coronas por masturbarse? -inquirio Annika sinceramente sorprendida.
Patricia se encogio de hombros.
– No me lo preguntes a mi -contesto-. Paso de todos ellos. Yo estoy muy ocupada en el bar. Aqui esta el despacho.
Patricia abrio la puerta con una llave del llavero. La habitacion era igual de grande que el vestuario, el mobiliario estaba compuesto por los tradicionales muebles de oficina, una fotocopiadora y una caja fuerte.
– La puerta se puede quedar abierta -indico Patricia-. Tengo que transcribir las cifras del bar del mes de agosto, Joachim solo tendra los libros aqui hasta el sabado.
Fueron a la sala de
– ?Que es esto en realidad? -pregunto Annika-. ?Un antiguo garaje?
– Creo que si -contesto Patricia y se coloco tras la barra-. Lavado y reparaciones. Joachim ha instalado una banera de presion en el foso.
Coloco varias botellas sobre la barra.
– Mira -indico-. Champana sin alcohol, mil seiscientas coronas. Las chicas se quedan con el veinticinco por ciento de las dos primeras botellas, por la tercera se quedan con el cincuenta.
Annika parpadeo con sus rigidas pestanas.
– Increible -exclamo.
Patricia miro hacia el escenario.
– Jossie era sensacional vendiendo -relato-. Era la mas guapa de todas las chicas de aqui. Bebia champana con los clientes durante toda la noche, pero nunca entraba en los cuartos privados. No obstante, los viejos pagaban, era tan guapa…
Los ojos de Patricia brillaron de emocion, se apresuro a recoger las botellas de champana.
– Josefin debia de ser muy rica -apunto Annika.
– Apenas -repuso Patricia-. Joachim se quedaba con el dinero, como pago por su operacion de pechos. Esa era la razon de que siguiera aqui. Ademas solo trabajaba los fines de semana, los otros dias se ocupaba de la escuela.
– ?Joachim tambien se queda con el dinero de las otras chicas?
– No, claro que no. Todas las chicas estan aqui por el dinero. Ganan mucho, mas de diez mil por noche, sin impuestos.
Los ojos de Annika parpadearon.
– ?Que dice Hacienda de eso?
Patricia suspiro.
– No tengo ni idea, Joachim y Sanna se encargan de las finanzas.
– Pero si tu registras el dinero del bar en el libro de contabilidad, entonces tendreis que pagar impuestos.
Patricia se irrito.
– Como comprenderas hay libros distintos. ?Vamos a la ruleta?
Annika dudo.
– ?Entonces yo? ?Que voy a ganar?
Patricia arrugo la frente y se dirigio hacia la entrada.
– No se lo que habra pensado Joachim -repuso.
Annika le dio la espalda al oscuro y horrible local. Se balanceo sobre sus zapatos, el tacon se hundio en la moqueta sintetica y levanto un polvillo rojo oscuro.
La mesa de la ruleta estaba gastada, el tapete verde tenia marcas de quemaduras y ceniza. La zona de juego, tan real con sus numeros y sus cuadrados, hizo que desapareciera su inseguridad.
– Hay que cepillar el tapete -indico Annika e inspecciono la mesa de juego.
Mientras Patricia buscaba los instrumentos, Annika dejo que su mano se deslizara por el borde de la mesa. Esto podia hacerlo, no era peligroso. Ella no estaba en la propia sala de sexo, aquella entrada no se diferencia mucho del vestibulo del Stadshotel de Katrineholm.
Patricia le enseno donde estaban los utensilios, Annika cepillo la mesa y recogio las fichas.
– ?Por que son de distintos colores? -pregunto Patricia.
– Para diferenciar a los jugadores -explico Annika y apilo las fichas alrededor de la ruleta, veinte en cada pila-. ?Donde esta la bola?
– Hay dos, una grande y otra pequena -dijo Patricia y saco una caja de carton-. No se cual es la correcta.
Annika sonrio y sopeso las bolas en sus manos. El movimiento le resulto familiar, le dio fuerzas.
– Giran con distinta velocidad. Yo prefiero la grande.
Hizo girar la ruleta en el sentido contrario a las agujas del reloj, tomo la bola grande entre el corazon y el pulgar, la solto contra el canal de la ruleta, lanzandola en sentido contrario. Patricia se quedo boquiabierta.
– ?Como lo has hecho? -pregunto.
– Se debe al giro de la muneca -explico Annika-. La bola tiene que dar por lo menos siete vueltas, si no el lanzamiento es invalido. Yo suelo hacer una media de once.
La bola redujo velocidad y se desplomo en el numero 19. Annika se inclino sobre la ruleta.