– Cuando lance de nuevo la bola tengo que hacerlo desde el numero en el que la he cogido.

– ?Por que? -inquirio Patricia.

– Para impedir las trampas.

– ?Cuales son los premios?

Annika le explico por encima lo que pleno, caballo, transversal, cuadro y otras apuestas significaban y el valor de las combinaciones vecino y seisena. Todas las apuestas tenian diferentes premios.

Patricia se llevo las manos a la cabeza.

– ?Como se puede calcular el premio?

– Se hace bastante rapido -reconocio Annika-. Al principio es mas facil si se te da bien sumar mentalmente, pero pronto se aprenden las diferentes combinaciones.

Le mostro como contaba la ganancia, veinte fichas en cada pila, las partia por la mitad, dejaba que los dedos se deslizaran por el borde de forma que el resto de las fichas siguieran. Patricia observaba fascinada el rapido movimiento de dedos de Annika.

– ?Joder, que chulada! -exclamo-. Quiza la ruleta sea algo para mi.

Annika se rio y lanzo la bola.

En ese mismo instante llegaron las otras chicas.

Sanna, la relaciones publicas, estaba completamente desnuda junto a su atril cuando los clientes comenzaron a llegar. Sonreia y bromeaba, flirteaba e incitaba, les decia a los hombres lo calientes que se pondrian. Annika reconocio su voz como la del contestador automatico. Una vez que Sanna les hubo cobrado, los clientes dirigieron sus miradas hacia Annika y la alcanzaron como flechas, le produjeron la sensacion de que el sujetador se encogia y el pecho se le veia mas. Bajo la vista, miro fijamente las quemaduras del tapete, y se obligo a no cubrirse con las manos. Nadie estaba interesado en jugar a la ruleta.

– Tienes que coquetear -le dijo Sanna friamente despues de que un grupo de ejecutivos italianos entrara en la sala de striptease-. Tienes que ser un poco mas sexy, cono.

Annika se sintio avergonzada.

– No soy muy buena haciendo esto -respondio con una voz demasiado clara.

– Entonces tendras que aprender. No sirve de nada tenerte ahi parada si no haces dinero.

Los ojos de Annika brillaron.

– La mesa esta aqui de cualquier manera -replico-. ?Te molesta que yo este? ?Quieres que pague por respirar?

La carcajada de un hombre desde la escalera de caracol las hizo callar.

– Me parece que tenemos dos gatas salvajes en la misma jaula -dijo el hombre que bajaba lentamente por la escalera.

Annika supo inmediatamente que era Joachim, pelo rubio y largo, ropa cara y provocativa, una gruesa cadena de oro colgando del cuello. Era la clase de tipo por el que Josefin se operaria los pechos.

Se acerco y saludo.

– Annika -dijo ella-. Me alegro de estar aqui.

Sanna fruncio el ceno.

Joachim la estudio detenidamente, asintio aprobador al llegar a sus pechos.

– Tu estarias bien en el escenario -apunto el-. Si quieres puedes tener un numero esta misma noche.

Nadie me pregunta el apellido, penso Annika y se esforzo por sonreir con naturalidad.

– Gracias -dijo ella-, pero primero probare con la ruleta.

– ?Sabes? -senalo el-, Sanna tiene razon. Tienes que ganar mucho dinero, si no no valdra la pena.

La sonrisa de Annika se borro.

– Lo intentare -repuso y bajo la vista.

– Quiza, primero deberias estar en el bar con las otras chicas unas cuantas noches, aprender como funciona esto.

Joachim estaba muy cerca de ella, Annika sentia su presencia electrizante. Era atractivo, tenia que reconocerlo. Cerro los ojos un instante antes de levantar la vista y encontrar su mirada.

– Si -contesto ella-, es una buena idea. Pero me gustaria ver si consigo que algun cliente juegue al salir.

Justo en aquel mismo instante salieron dos vendedores de seguros medio borrachos de la sala de striptease. Tenian la frente perlada de sudor y la ropa ligeramente desordenada. Annika fue hacia ellos, les puso el pecho en el rostro y les paso los brazos por sus hombros.

– Hola, chicos -dijo-. Ya habeis tenido suerte en el amor, pero una noche solo es una noche de verdad si se tiene tambien suerte en el juego, ?verdad?

Esbozo la mejor de sus sonrisas, las rodillas le temblaban. Joachim tenia un muslo pegado a su trasero, deseaba gritar bien alto.

– No, joder -dijo uno de ellos.

Annika dio un paso hacia delante y se separo del muslo de Joachim, abrazo al otro hombre.

– ?Y tu que? Tu pareces un chico con suerte, un autentico caballero. Ven y juega una partida conmigo.

El hombre sonrio.

– ?Y que gano yo? ?Te gano a ti?

Annika consiguio reir.

– ?Quien sabe? -replico ella-. Quiza ganes tanto dinero que puedas comprar a la chica que quieras.

– Okey -repuso el hombre y saco la cartera, su amigo le siguio de mala gana.

Puso un billete de cien sobre la mesa.

Annika sonrio abatida. El viejo acababa de pagar varios miles por beber Pommac y ver chicas desnudas, y ahora ella tenia que sudar por un billete de cien.

– Con esto ni siquiera se consigue poner la bola en juego -dijo ella suavemente-. Mira, guapo, aqui jugamos fuerte. Grandes apuestas, grandes ganancias. Mil coronas, veinte fichas.

El hombre dudo, Annika paso la mano sobre el tapete.

– Si aciertas un cuadro consigues cinco mil coronas -informo-, una seisena seis mil ochocientas. Casi siete mil coronas. Puedes recuperar todo el dinero que te has gastado esta noche.

Los ojos de los dos hombres se iluminaron al mismo tiempo. Era cierto.

Cada uno compro fichas por mil coronas con su tarjeta de credito, colocaron una seisena sobre los numeros 11 y 16: una apuesta conjunta de mil doscientas coronas. Annika tiro la bola rapidamente y con fuerza, giro unas trece vueltas antes de comenzar a caer.

– No va mas -anuncio ella con la raqueta.

La bola cayo en el numero 3. Con un estudiado movimiento de mano limpio la mesa y apilo las fichas.

– Hagan juego -dijo y miro de soslayo la expresion de desilusion de los hombres. Esta vez fueron mas cuidadosos, solo apostaron esquina y cambiaron de numeros, del 9 al 16. Nueva bola, no va mas, el numero 16. Uno de los viejos gano diez fichas.

– Aqui tienes -dijo Annika y empujo la pequena pila-. Quinientas coronas. Ya te lo habia dicho, eres un chico con suerte.

El hombre se ilumino como un sol, y Annika comprendio que el grifo estaba abierto. Cada uno de los hombres se gasto tres mil coronas mas antes de que, finalmente, abonaran su ultima cuenta con Sanna y abandonaran el local. Annika alcanzo a ver como esta escribia «comida y bebida» en la cuenta.

Joachim habia estado sentado detras del atril observandola.

– Sabes de esto -dijo el y se acerco-. ?Donde has aprendido a ocuparte de un casino?

– En el Stadshotel de… Pitea -contesto, sonrio y trago saliva.

– ?Entonces conoceras a Peter Holmberg? -pregunto el y sonrio.

Annika sintio como su propia sonrisa vibraba en la comisura de sus labios. Joder, penso, me va a descubrir antes de haber comenzado siquiera.

– No -replico- pero a Roger Sundstrom de Solandergatan, ?lo conoces? ?Y a Hasse de Oli-Jansgatan arriba en Pitholm?

Joachim cambio de tema.

– Cobras demasiado por las fichas -indico el-. No esta permitido. Juegas muy fuerte.

– Puedo acomodar el precio segun los jugadores. Nadie sabe lo que el otro ha pagado por sus fichas, las

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