El original.
– Pero -dijo Schyman- ?como es posible?
Annika se sento en la mesa y suspiro.
– Los socialistas estuvieron espiando a los comunistas durante la posguerra, almacenaron toda la informacion posible sobre ellos. ?Crees que los chicos del otro bando se quedaron con los brazos cruzados durante todo ese tiempo?
Senalo por encima del hombro a la embajada rusa.
– No lo creo -continuo-. Evidentemente, estos estaban al dia de lo que hacian los suecos.
Se puso de pie, cogio su bolso y saco el cuaderno.
– Primavera de 1973. Elmer y sus amigos sabian que Guillou y Bratt les seguian la pista. El panico se apodero de los socialdemocratas. Claro que los rusos lo sabian. Comprendieron que los suecos intentarian borrar todas las pruebas del espionaje. ?Que hicieron entonces?
Annika le alargo la copia de la noticia del
– Los rusos robaron el archivo -prosiguio ella-. El jefe del KGB de la embajada en Estocolmo se encargo de sacarlos del pais, seguramente en valija diplomatica.
Schyman cogio el cuaderno y leyo en silencio.
– ?Quien era el jefe del KGB en Estocolmo a comienzos de los setenta? Si, el hombre que hoy es presidente de un martirizado pais caucasico. Incluso habla sueco. Un mandatario con un unico y gigantesco problema: carece de armas para combatir a la guerrilla, y Naciones Unidas ha decidido que nadie se las venda.
El director del periodico manoseo los recibos.
Annika se sento en el sofa y expuso su conclusion.
– Entonces, ?que hace el presidente? Saca sus viejos papeles de Grevgatan 24 y Valhallavagen 56. Si el gobierno sueco no le suministra armas, el se encargara de que pierdan el poder durante unos cuantos anos. El gobierno, primero, se niega a escuchar. Quiza pensaron que no tenia ningun archivo, por eso se le envia una advertencia al Estado Mayor, una seleccion de copias del archivo internacional, no lo suficientemente completa como para hacer caer al gobierno, pero lo bastante como para que los socialistas tengan otro debate sobre IB. Entonces el primer ministro envia a su ministro responsable a la reunion con los delegados del presidente. Se encuentran a mitad de camino, en Estonia. Se acuerda la entrega, las armas se envian inmediatamente a traves de un tercer pais, probablemente Singapur. El ejercito recibe las armas.
Annika se paso la mano por la frente.
– Todo va segun los planes -prosiguio-. Solo hay un problema. La misma noche que tiene lugar la reunion en Tallin es asesinada una joven cerca de la casa del ministro. Debido a la mas desagradable de las coincidencias, el secretario de Estado del ministro de Comercio Exterior habia estado con un grupo de representantes sindicales alemanes en el puticlub donde trabajaba la muchacha, y pago la cuenta con la tarjeta del ministro. El ministro esta jodido. No puede hacer nada. No puede decir ni donde ha estado ni que ha hecho…
El silencio se volvio pesado en el cubiculo de cristal. Annika percibio que el cerebro de Anders Schyman funcionaba a toda maquina. Este cogio el cuaderno y las copias, anoto algo, se rasco la cabeza.
– ?Joder! -exclamo el-. Esto es la hostia… ?Que dice el?
Annika carraspeo en un intento desesperado por humedecer la garganta. No dio resultado.
– Solo he podido hablar con su mujer, Anna-Lena. Christer Lundberg se niega a ponerse al telefono. Luego he intentado sacarle algo a su portavoz de prensa, Karina Bjornlund. Le relate todo el guion, exactamente lo que pienso que ha sucedido. Ella dijo que intentaria conseguirme un comentario, pero nunca me volvio a llamar…
Permanecieron sentados en silencio un momento, el director la miraba impulsivo.
– ?A cuantas personas le has contado esto? -pregunto.
– A nadie -repuso Annika rapidamente-. Solo a ti.
– Y a Karina Bjornlund. ?Alguien mas?
Annika cerro los ojos y penso.
– No -contesto ella-. A ti y a Karina Bjornlund.
Ella sintio como se le agarrotaban los musculos, ahora venia el argumento en contra.
– Esto es muy interesante -dijo Anders Schyman-, pero no se puede publicar.
– ?Por que no? -replico Annika apresuradamente.
– Hay demasiados cabos sueltos -repuso Schyman-. Tu razonamiento es logico y bastante probable, pero no se puede demostrar.
– ?Tengo copias de los recibos! -exclamo Annika.
– Si, claro, pero no es suficiente. Eso lo sabes tu misma.
Annika no respondio.
– Que el ministro estuviera en Tallin es una noticia, pero esto no le da una coartada. Estaba en casa a las cinco, a la hora en que la joven fue asesinada. ?Te acuerdas de la vecina que se lo encontro en la puerta?
Annika asintio, Schyman prosiguio:
– Christer Lundgren ha dimitido, y no se hace lena…
– … del arbol caido, lo se -repuso Annika-. Pero se pueden publicar los datos, los robos en las direcciones donde se encontraban los archivos, la factura del viaje, el recibo del puticlub…
El director del periodico suspiro.
– ?Con que finalidad? ?Para demostrar que el gobierno vende armas de contrabando? Piensa en el juicio sobre la libertad de prensa que se nos vendria encima.
Annika bajo la vista y miro fijamente el suelo.
– Esta historia esta acabada, Annika -resumio Anders Schyman.
– ?La factura del viaje a Tallin? -pregunto con un hilo de voz-. ?No podria ser algo?
Schyman suspiro.
– Quiza -repuso-, si la situacion fuera diferente. Por desgracia el presidente del periodico tiene alergia a esta historia. Se cierra en banda en cuanto se le nombra el asesinato o al ministro. Y que un ministro vaya a una reunion en un pais vecino no es tan comprometido como para que ponga mi puesto en peligro. No tenemos nada que pruebe a quien vio o por que razon. Un ministro de Comercio Extenor probablemente viaje trescientos dias al ano.
– ?Por que le paso la factura a la Inspeccion de Productos Estrategicos? -inquirio Annika tranquilamente.
– Esto es muy irregular, pero no creo que sirva para hacer un articulo. El ministerio entrega cientos de facturas al dia, esta ni siquiera es discutible. No es extrano que el ministro responsable del comercio exterior viaje al extranjero.
Annika sintio como le oprimia el pecho. En el fondo sabia que Anders Schyman tenia razon. Ahora solo deseaba morir, que el suelo se abriera y desaparecer.
El director del periodico se levanto y miro hacia la redaccion.
– Tu harias falta aqui -dijo el.
Annika no comprendio.
– ?Que? -pregunto.
Schyman suspiro.
– Necesitariamos a una persona de tu calibre en la redaccion de sucesos. Ahora mismo solo tenemos a tres personas, Berit Hamrin, Nils Langeby y Eva Britt Qvist. A Berit le gustaria tener gente competente a su lado.
– Nunca he visto a los otros dos -dijo Annika en voz baja.
Schyman se volvio hacia Annika.
– ?Ahora que haces? ?Has encontrado otro trabajo?
Ella dijo que no con la cabeza.
El director se acerco y se sento a su lado en el sofa.
– Siento de verdad que no podamos publicar tus datos -dijo-. Has hecho un trabajo de investigacion sensacional, pero la historia es demasiado increible para poder publicarla.
Annika no contesto, miro fijamente sus manos. Estaban frias y humedas. Schyman la observo en silencio durante un instante.
– Lo peor es que probablemente tengas razon -afirmo.
– Tengo una cosa mas -anuncio Annika-. No la puedo escribir yo misma, pero se la puedes dar a Berit.