Por Dios, el no podia ser dirigente del sindicato de trabajadores municipales sueco y al mismo tiempo contratar mano de obra ilegal. Ella lo comprendia, pero no limpiaba.

Exhalo un profundo suspiro y salio al aguanieve. Este ano las fiestas de Navidad caian mal para los trabajadores. Nochebuena en viernes y semana normal de trabajo los dias intermedios. En realidad el deberia apreciarlo, estaba del lado de los empresarios. Sin embargo, volvio a suspirar a causa de sus problemas privados cuando cruzo Hantverkargatan con la vista puesta en la parada del 48, al otro lado de la Kungsholmstorg. Le dolia un poco la rabadilla; solia pasarle cuando habia dormido en una postura rara. Por la manana Kalle habia dormido en su cama, con los pies contra su espalda. Retorcio el cuerpo de un lado a otro, como un boxeador, para entonar los musculos entumecidos.

El autobus tardo una eternidad en llegar. Pudo mojarse y enfriarse antes de rodar sobre el lodo frente a la ventana del banco. Odiaba ir en autobus, pero las otras opciones eran aun peores. Ciertamente tenia el metro a la vuelta de la esquina, pero era la linea azul, que estaba a mitad de camino del infierno. Se tardaba mas en bajar a traves de todas las galerias hasta el anden que caminar por la calle hasta Centralem. Despues habia que cambiar de tren tras solo una estacion. Nuevas galerias, pasillos con cintas transportadoras y ascensores llenos de orina. Finalmente habia que tomar el metro hasta Slussen, vagones empanados y centenares de codos de viajeros leyendo el Metro. El coche estaba descartado. Hace tiempo tenia el Toyota Corolla en la ciudad, pero cuando las multas de trafico comenzaron a superar al recibo de la guarderia, Annika aprovecho la oportunidad y el tuvo que dejarlo. Ahora se oxidaba bajo una lona en casa de sus padres, en Vaxholm. El queria comprar una casa o un adosado en las afueras, pero Annika se negaba. Adoraba su carisimo apartamento alquilado.

El autobus estaba completamente lleno y tuvo que permanecer de pie, apretado entre los cochecitos de ninos. En la Tegelbacken consiguio asiento, al fondo, sobre la rueda trasera, pero no le importo. Acomodo las piernas y miro de reojo hacia Rosenbad cuando el autobus paso por delante. No pudo evitar preguntarse como seria trabajar ahi. ?Y por que no? Su carrera, de jefe de administracion de la oficina social de Vaxholm a directivo del sindicato, habia sido rapida. No queria reconocer que Annika y su trabajo le habian ayudado. Si las cosas seguian asi, quiza podria trabajar en el Parlamento o en algun ministerio antes de cumplir los cuarenta.

El vehiculo rugio al pasar junto a Stromsborg y Riddarhuset. Se sentia impaciente e inquieto, pero no quiso admitir que se debia a Annika. Apenas habia cruzado palabra con ella durante el fin de semana. La noche anterior penso que estaba de camino a casa pues ella no habia contestado al telefono del periodico. Se habia puesto a hacer sandwiches calientes y te para recibirla. Se habia comido los sandwiches, una membrana cubria la superficie del te de ella y el se habia leido el Time y el Newsweek antes de oirla en el vestibulo. Cuando por fin se precipito a traves de la puerta de doble hoja, se la encontro con el auricular en el oido, hablando con alguien del periodico.

– Hola, ?vaya, cuanto trabajas! -exclamo y se dirigio hacia ella.

– Te llamo desde otro telefono -anuncio ella, acabo la conversacion y paso ante el haciendole una caricia en la mejilla. Se fue directamente a su escritorio, dejo que la ropa de abrigo cayera en un monton a sus pies y llamo al periodico inmediatamente. Hablo de la carrera de un taxi que habia que controlar con la policia mientras Thomas notaba que la irritacion crecia dentro de el hasta convertirse en una bomba atomica. Cuando ella colgo, se quedo de pie, apoyada en la mesa durante un momento, como si estuviera mareada.

– Perdona que llegue tan tarde -habia dicho, en voz baja, sin mirarle-. Tuve que pasar por Sodermalm para hacer una entrevista de camino a casa.

El no respondio; se quedo con los brazos colgando mirando su espalda. Ella se tambaleo ligeramente; parecia estar totalmente agotada.

– No te mates a trabajar -habia comentado, con mas sequedad de la deseada.

– No, lo se -respondio ella, dejo la ropa sobre la mesa y se fue al cuarto de bano. El se fue al dormitorio y quito la colcha mientras escuchaba el salpicar del agua y la oia lavarse los dientes. Cuando ella se acosto, simulo dormir, y ella no noto que disimulaba. Le habia besado en el cuello y habia pasado la mano por su pelo; despues se quedo dormida como un tronco. El permanecio despierto mucho tiempo, escuchando los coches en la calle y su suave respiracion.

Se bajo en Slussen y camino las ultimas manzanas hasta su lugar de trabajo en Hornsgatan. Un viento humedo venia desde la ensenada y un vendedor madrugador ya habia colocado su puesto de tomates de rama frente a la entrada del metro.

– ?Un glogg de mananita, senor? -dijo el tendero y le alargo a Thomas una humeante tacita de glogg sin alcohol al pasar.

– Si, ?por que no? -respondio Thomas y saco un billete del bolsillo de la chaqueta-. Y deme una galleta de especias, un corazon, el mas grande que tenga, por favor.

– Mama, ?me puedo montar yo tambien? -pregunto Kalle y se subio al cochecito tan bruscamente que casi lo volco. Annika consiguio asegurarlo en el ultimo momento.

– No, creo que hoy pasamos de cochecito, esta muy embarrado.

– ?Pero yo quiero el cochecito mama! -dijo Ellen.

Annika volvio al ascensor, saco a la nina, corrio la reja y cerro la puerta. Se puso en cuclillas sobre la alfombra de la escalera y abrazo a Ellen. Sentia el mono de plastico brillante frio contra su mejilla.

– Hoy podemos coger el autobus, y yo te llevo en brazos. ?Quieres?

La nina asintio, le paso los brazos por el cuello y la abrazo con fuerza.

– Pero, mama, ?hoy quiero estar contigo!

– Ya lo se, pero no es posible, tengo que trabajar. Aunque el viernes estare libre, porque, ?sabes que dia es el viernes?

– Nochebuena, Nochebuena -grito Kalle. Annika se rio.

– Si, en efecto. ?Sabeis cuantos dias faltan?

– Tres semanas -dijo Ellen y enseno tres dedos.

– ?Tonta! -respondio Kalle-. Quedan cuatro dias.

– No se dice tonta, pero tienes razon, quedan cuatro dias. ?Donde tienes los guantes, Ellen? ?Nos los hemos olvidado? No, aqui estan…

En la calle el lodo se habia transformado en agua. Lloviznaba un poco y el mundo era completamente gris. Cargaba a la nina en el brazo izquierdo y le daba la mano derecha a Kalle. El bolso le golpeaba la espalda a cada paso.

– Hueles muy bien, mama -dijo Ellen.

Subio por Scheelegatan y cogio el autobus 40 frente al Indian Curry House; tras dos paradas, se bajaron junto al blanco complejo de los anos ochenta donde Radio Estocolmo tenia sus locales. La guarderia de los ninos estaba en el tercer piso. Kalle habia ido ahi desde que tenia quince meses, Ellen desde que apenas tenia un ano. Cuando hablaba con otros padres se daba cuenta de que habia tenido mucha suerte: el personal estaba preparado y era competente, la responsable se comprometia y la mitad de los profesores eran hombres.

El vestibulo era estrecho y desordenado, la grava y la nieve habian formado un pequeno monticulo junto a la puerta. Los ninos chillaban y los mayores amonestaban.

– ?Puedo quedarme a la reunion? -pregunto Annika y alguien del personal asintio.

Los ninos se sentaban en la misma mesa durante las comidas. A pesar de que en casa solian pelearse, en la guarderia eran muy amigos. Kalle protegia a su hermana pequena. Annika se sento con Ellen en sus rodillas durante el desayuno y tomo una rebanada de pan de centeno y una taza de cafe para participar.

– Vamos a ir de excursion el miercoles, asi que hay que traer una bolsa de comida -informo uno de los profesores y Annika asintio.

Despues del desayuno se reunieron en los cojines, pasaron lista y cantaron. Unos cuantos ninos ya estaban de vacaciones, pero los que quedaban cantaron los clasicos Soy un pequeno conejo, Pirata Fabbe y Una casa al final del bosque. Luego se hablo un poco de las Navidades y para acabar cantaron tipp-tapp.

– Ahora tengo que irme -dijo Annika al salir y Ellen comenzo a llorar, Kalle se agarro a su brazo.

– Quiero estar contigo, mama -gimoteaba Ellen.

– Hoy papa os recogera temprano, despues del almuerzo -explico Annika resuelta e intento desasirse de los brazos de los ninos-. Os lo vais a pasar bien. Cuando llegueis a casa la podeis decorar; quiza compremos un abeto de Navidad. ?Quereis?

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