convenios entre el comite organizador y el COI, no solo sobre los derechos de los Juegos sino tambien sobre quien era el patrocinador internacional, el nacional y el local. El Fina Morgontidningen habia encontrado una clausula que daba derecho al patrocinador principal a retirarse de los Juegos si el estadio olimpico no estaba listo antes del uno de enero del ano en el que se celebraban los Juegos Olimpicos. Annika no tuvo fuerzas para leer todo el articulo. Si no recordaba mal, habia millares de clausulas y, para ella, lo que contenian no tenia un especial interes, a no ser que una de las partes pensara utilizarlas. Pero el redactor del articulo no habia conseguido hablar con el patrocinador principal. Se baja el telon.
El Konkurrenten habia hablado con unos cuantos companeros de trabajo de Christina, entre ellos el chofer privado, pero no con Helena Starke. El chofer le conto al periodico que habia conducido a Christina al bar, que estaba tan contenta y amable como siempre, ni preocupada ni inquieta. Estaba muy apenado, pues ella era una patrona maravillosa y una persona encantadora.
– Dentro de poco tendra una aureola -susurro Annika.
Por lo demas, los periodicos no tenian nada nuevo. Se tardaba una eternidad en hojearlos, todos estaban llenos de anuncios. Noviembre y diciembre son los mejores meses con diferencia, economicamente hablando, para la prensa diaria sueca; enero y julio los peores.
Se fue al aseo de mujeres a orinar cafe y quitarse la tinta de imprenta de las manos. No le divirtio encontrarse con su propia cara en el espejo. No habia tenido fuerzas para lavarse el pelo por la manana y se lo habia recogido con una pinza en la nuca. Ahora estaba aplastado y con grenas, repartido en surcos marrones. Tenia bolsas oscuras debajo de los ojos y ligeros eczemas rojos por el estres en las mejillas. Busco en los bolsillos una crema para ocultar las marcas, pero no encontro ninguna.
Eva-Britt Qvist se habia ido a comer, su ordenador estaba apagado. Eva-Britt siempre lo apagaba cuando abandonaba su mesa; tenia pavor de que alguien mandara informacion falsa desde su correo interno. Annika entro en su despacho y se aplico crema hidratante en el eczema, luego se dio una vuelta por la redaccion. ?Que necesitaba saber? ?Que deberia controlar? Se fue a correccion, donde estaban los libros de consulta, busco al azar «jefa de los Juegos» en la Enciclopedia Nacional; Christina Furhage, nacida Faltin, hija unica de una buena y humilde familia, crecio en parte con unos parientes en el alto Norrland, desarrollo su carrera en la banca, trabajo duro en la candidatura de Estocolmo a los Juegos Olimpicos, directora general del comite organizador. Casada con el industrial Bertil Milander. No habia mas.
Annika levanto la vista. El dato de que Christina se habia llamado Faltin era nuevo para ella. ?De donde venia el apellido Furhage? Bajo la mirada al nombre siguiente, Carl Furhage, nacido a finales del siglo XIX en una familia de terratenientes de Harnosand, director de la industria maderera. Casado en terceras nupcias con Dorotea Adelcrona. Se habia asegurado pasar a la posteridad y conseguir un sitio en la EN creando una buena beca para jovenes que quisieran estudiar silvicultura. Fallecido en los anos sesenta.
Annika cerro el libro de golpe. Se dirigio apresuradamente al ordenador y escribio las palabras Carl y Furhage. Siete aciertos. Desde que el archivo se habia informatizado a comienzos de los anos noventa se habia escrito sobre este hombre en siete ocasiones. Annika pulso F6, «mostrar» y silbo. No era poco dinero, cada ano se repartia un cuarto de millon de coronas. No habia nada mas sobre Carl Furhage.
Salio del programa, cogio su tarjeta de acceso y se dirigio a la salida de emergencia junto a la redaccion de deportes.
Una empinada escalera la condujo dos pisos por debajo del edificio; cruzo otra puerta para la que necesito la tarjeta y el codigo de acceso. Luego se encontro dentro de una larga galeria con suelo de linoleo gris desgastado y el techo con sibilantes tubos fluorescentes. Al final del pasillo se encontraba el archivo de articulos y fotografia del periodico, protegido contra incendios por puertas dobles de acero. Entro y saludo a los empleados, encorvados sobre sus ordenadores. Los armarios de acero gris, donde se archivaba todo lo que se habia escrito en el Kvallspressen y el
– Si buscas recortes de Furhage, ya se lo han llevado casi todo -dijo alguien a su espalda.
Era el encargado del archivo, un hombrecito increiblemente competente, con ideas bien definidas con respecto a las palabras de referencia para ordenar los archivos.
Annika sonrio.
– No, estaba buscando a otro Furhage, director Carl Furhage.
– ?Hemos escrito sobre el?
– Si, creo una beca. Tenia que ser muy rico.
– ?Esta muerto?
– Si, murio en los sesenta.
– Entonces quiza no se encuentre bajo su nombre. El recorte seguro que lo tenemos, pero puede estar colocado en otro departamento. ?Donde crees tu que podriamos mirar?
– Ni idea. ?Becas, quiza?
El jefe del archivo parecio reflexionar.
– Ahi hay mucho material. ?Lo necesitas hoy?
Annika suspiro mientras hacia ademan de marcharse.
– No, en realidad no. Era solo una corazonada. Gracias de cualquier…
– ?Podriamos tener una foto de el?
Annika se detuvo.
– Si, quiza, en alguna conmemoracion o algo. ?Por que lo preguntas?
– Porque entonces, todavia esta en el archivo fotografico.
Annika se dirigio rapidamente al otro lado de la sala. Encontro el cajon y ojeo hasta Furhage. El sobre de Christina ocupaba casi todo el cajon, pero justo detras habia un sobre din-A5. Estaba viejo y raido, el texto era borroso: Furhage, Carl, director. Annika se lleno de polvo al sacarlo. Se sento en el suelo y vacio el contenido. En el interior habia cuatro fotografias. Dos de ellas eran pequenos retratos en blanco y negro de un hombre de aspecto severo, pelo ralo y barbilla decidida, Carl Furhage, cincuenta anos, y Carl Furhage, setenta anos. La tercera foto era de la boda de un envejecido director y una senora mayor, Dorotea Adelcrona. La cuarta foto era la mas grande de todas. Habia quedado boca abajo, Annika le dio la vuelta y sintio que el corazon le daba un vuelco. El pie de foto estaba pegado debajo de la fotografia: «El director Carl Furhage, que hoy cumple 60 anos, con su mujer Christina y su hijo Olof». Annika leyo la nota dos veces antes de creer lo que veia. Esta era sin duda Christina Furhage, una Christina muy joven. No podia tener mas de veinte anos. Estaba muy delgada y tenia el pelo recogido en un peinado de senora nada favorecedor. Vestia un traje oscuro con una falda que le llegaba hasta la rodilla. Miraba timidamente a la camara e intentaba sonreir. En sus rodillas estaba sentado un encantador nino de dos anos con el pelo rubio y rizado. El pequeno tenia un jersey blanco, pantalones cortos hasta la rodilla, tirantes y una manzana en las manos. El director estaba detras del sofa con mirada decidida y la mano protectora sobre el hombro de su joven esposa. Toda la foto era extremadamente rigida y retocada y exhalaba mas un aire de fin de siglo que de los anos cincuenta, epoca en la que debio de ser tomada. No habia leido ni una linea sobre el matrimonio de Christina con el director, y menos aun que hubiera tenido un hijo. ?Tenia dos hijos! Annika dejo que la foto se posara entre sus rodillas. No sabia como o por que, pero de alguna manera se dio cuenta de que esto era decisivo. Un hijo no podia desaparecer. Este hijo estaba en algun lugar y seguro que podria contar alguna que otra cosa sobre «mama Christina».
Guardo las fotografias en el sobre, se levanto y se encamino hacia el jefe del archivo.
– Quiero llevarme esto -anuncio.
– Okey. Firma aqui -respondio sin levantar la vista.
Annika firmo y regreso por la galeria hacia su despacho. Tenia la impresion de que le esperaba una tarde muy larga.
El comunicado de prensa sobre el cese de Evert Danielsson se envio a la agencia de noticias a las once y media. Despues paso a las diferentes redacciones a traves del departamento de prensa del comite de los Juegos, primero a los periodicos de la manana y a la television, luego a la radio, prensa de la tarde y los grandes periodicos de provincias, en escala decreciente. Danielsson no era una figura central en los Juegos, asi que los