– ?Conoces a Sally?

– Hemos recogido manzanas juntos, ?o no?

Mi primera pregunta le habia dado una salida.

– Sally no esta muy bien, asi que ya me perdonaras si no os invito a entrar.

Estaba a punto de rendirme y de dar un empujoncito a Alice para que interviniera con un «adivina quien soy» cuando, de pronto, llamo desde dentro una voz de mujer:

– ?Quien hay, Harry?

Y acto seguido aparecio Sally, ataviada con una bata blanca de estar por casa y unas chinelas de plumon.

Deduje en seguida que era ella. Llevaba gafas oscuras y su cabello pelirrojo habia adquirido un tinte anaranjado sintetico. A diferencia de Harry, habia perdido peso desde los tiempos de las manzanas. Mucho peso. Tenia un aire macilento.

Harry se quedo en la puerta y, hablandole por encima del hombro, le dijo:

– No es preciso que salgas. Puedo arreglarmelas solo.

Sally, afortunadamente, paso por alto su observacion.

– ?Es alguien que yo conozco? -pregunto detras de Harry, poniendole una mano en el hombro.

– ?Como dices que te llamas? -me pregunto Harry, como si las palabras fuera atragantandosele una tras otra en el cuello.

Se lo dije.

Se lo repitio a Sally, gritando como si estuviera sorda, y anadio:

– Es el refugiado que estuvo en casa de los Lockwood durante la guerra.

– ?El nino del flequillo al que le faltaban los dientes de delante? -dijo Sally con una sonrisa-. ?Vaya mundo tan curioso! Y ha venido con su senora… Pero, ?que haces, Harry? ?Como los dejas en la puerta? Hazlos pasar, por el amor de Dios, y que tomen algo…

Harry decidio que aquello no tenia por que convertirse en un punto de friccion. Se encogio de hombros y dio un paso atras, permitiendo asi que Sally tuviera ocasion de estrecharnos la mano. Yo le presente a Alice, dandole unicamente el nombre de pila. Estoy seguro de que Harry no la reconocio. Cuando el se habia ido de su casa, Alice solo tenia ocho anos.

Yo me esperaba encontrar relojes de los tiempos del abuelo y mesas de palo de rosa, pero la sala de estar en la que nos hicieron entrar estaba amueblada a base de acero, vidrio y cuero blanco. Lo unico antiguo de la habitacion era la chimenea de marmol y las molduras del techo. Sally, que evidentemente estaba acostumbrada a que la gente se quedara con la boca abierta, explico:

– Aqui la gente se figura que tenemos pajaros en la cabeza para llenar una habitacion como esta de muebles modernos, pero a Harry le gusta evadirse de sus negocios.

Me encantaba oirla hablar de aquella manera, porque me recordaba los tiempos de Somerset, cuando habia recogido para Duke frases como la ya citada: «Or I then?».

– ?Tienes una tienda en Bath? -pregunte.

– Nones -respondio Harry, en un tono que me hizo desear no haberselo preguntado.

– Tiene tres almacenes. Dos en Bristol y uno en Londres -explico Sally.

– ?Que vas a tomar? -me pregunto Harry.

Habia ignorado a Alice, asi que me volvi hacia esta para incluirla en la invitacion.

Alice me dedico una sonrisa crispada; estaba extremadamente nerviosa.

– Un zumo de frutas me va perfectamente, si lo tiene.

– Tengo barriles llenos -dijo Harry, como dando la culpa a alguien de que asi fuera-. ?Y tu? ?Que vas a tomar?

– Un scotch con soda.

Harry iba a salir de la habitacion cuando Sally grito:

– Y para mi un vodka y… -pero no termino, porque el habia ignorado sus palabras.

Sally nos indico los asientos con la mano y nos ofrecio cigarrillos; tomo uno a su vez y se quedo de pie junto a la chimenea, dejando asomar por la abertura de la bata toda su pierna desnuda.

– Harry es una autentica aguila en el mundo de las antiguedades -nos explico-. Habeis tenido una gran suerte de encontrarlo en casa, porque siempre esta viajando de aqui para alla. Compra inmuebles y exporta gran parte de los enseres a los Estados Unidos.

En ese punto sus ojos viajaron hasta mis zapatos.

– Asi que habeis pasado un dia en el campo…

Habia observado la alfombra blanca al entrar, pero habia olvidado el estado de mis zapatos. Se observaba un rastro de mis pisadas hasta la silla donde me habia sentado.

Alice, advirtiendo que me habia quedado muy azorado, respondio por mi.

– Si, tiernos ido a visitar la granja donde vivio Theo durante la guerra.

– ?Oh, eres americana! -dijo Sally-. Harry estara encantado…

Yo, sin embargo, no opinaba lo mismo. Volvi a meter baza, aprovechando el pie que acababa de darme Alice.

– Si, la granja no ha cambiado demasiado.

– Bueno, salvo la parte de la huerta -comento Sally, aspirando una bocanada de humo-. Han arrancado todos los arboles.

– ?Es logico! -dije. Me ha sorprendido que los Lockwood siguieran trabajando en la casa.

– ?Los Lockwood? Son gente fuerte -dijo Sally-. ?Has hablado con ellos?

– Solo con Bernard, el hijo.

– Ahora el se encarga de todo, tanto de la granja grande como de Lower Gifford. Los viejos solo se ocupan de las hortalizas, que cultivan detras de la casa, de nada mas.

– ?Te tratas con ellos?

Sally movio negativamente la cabeza.

– Barbara era una amiga de verdad, que Dios la tenga en su gloria, y su madre ha venido aqui alguna vez a tomar un cafe, pero no tengo tiempo para los hombres de aquella casa.

– ?Vas al pueblo de vez en cuando?

– Siempre que puedo. Conozco tanta gente… Harry hace muchos negocios a traves de la taberna. El no para nunca.

Y se quedo un momento manoseando la solapa de la bata.

– Como encuentro a faltar los viejos tiempos…

– ?Cuando recogias manzanas?

– ?Cuanto nos divertiamos!

– Cuando predeciamos el futuro con las pepitas.

Me sonrio.

– ?Te acuerdas?

– Como si fuera ayer. Barbara partio la manzana en dos mitades y salieron tres pepitas. Hojalatero, sastre, soldado…

La expresion del rostro de Sally sufrio un cambio.

– La pobre partio la pepita del soldado con el cuchillo. Aquello la impresiono muchisimo. Como estaba embarazada y despues de todo lo que habia pasado…

– ?Sabias que estaba embarazada?

– Entre las dos no habia secretos. Iban a casarse.

– Creo que el ya tenia mujer y una hija -dije yo con toda la suavidad que pude.

– ?No es verdad! -dijo Sally, moviendo negativamente la cabeza.

– En America.

Hubo un embarazoso silencio, al que puso fin el crujido de los tablones del pavimento, provocado por los pasos de Harry.

Sally, con voz debil y ahogada, todavia pudo decir:

– No entiendes nada…

Y con un subito cambio, se dio la vuelta, levantando la voz para dirigirse hacia la puerta, que se abria en

Вы читаете Sidra Sangrienta
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×