– No parece que el sitio le haya encantado, si me permite la observacion -comento Digby.

– No era la idea que yo me hacia de un dia en el campo -dije, y anadi rapidamente-. De todos modos, la idea fue de Alice.

Digby, con aire divertido, barboto:

– ?Vaya con la impaciente senorita Ashenfelter! Una chica que es un verdadero bombon, todo hay que decirlo. Vale la pena hacerle un favor.

– No me guian segundas intenciones -le corte con frialdad.

– No lo he pensado ni un solo momento, querido amigo -me aseguro Digby-. Quiza no se trate tanto de un favor como de una recompensa, ?no le parece?

Volvi el rostro sin hacer ningun comentario.

– La chica habia pasado la noche en su casa cuando hemos ido a visitarle esta manana, ?no es asi?

– En efecto -respondi-. Llego a casa muy tarde.

Como buen periodista del News on Sunday, la mente de Digby parecia discurrir por un carril unico.

– Y despues de pasar un dia en el campo, ?se ha quedado en casa para tomarse un bano largo y reconfortante o para calentar la cama?

Era evidente que ella no lo habia telefoneado todavia.

– La he dejado tomandose un cafe -respondi omitiendo decirle en que sitio-. La verdad es que queria hacerle a usted unas preguntas sobre Alice.

El hombre sonrio lascivamente.

– No me parece que haya mucho que averiguar.

– Muy al contrario. Llega de America y solicita consultar los archivos del News on Sunday y, en menos que canta un gallo, tiene a su periodista y a su fotografo. ?Que pasa? ?Es que ha hecho un trato con usted?

– Conmigo no, amigo. Yo no hago mas que obedecer instrucciones de Londres.

– Pero, ?que espera sacar el periodico de todo esto?

– Una historia de interes humano. La chica es rubia, tiene veinte anos y es la hija de un asesino condenado a muerte. Ademas, ha venido a Inglaterra para averiguar ciertas cosas acerca de su padre. El material es bueno.

– Pero hay algo mas que todo esto. Ustedes se han tomado la molestia de localizarme. ?Por que? En 1943 yo no era mas que un nino.

– Un testigo clave -dijo Digby.

– ?Que quieren de mi, entonces?

– Ella nos pidio que lo localizaramos.

– Esta convencida de que su padre fue condenado injustamente.

– Eso parece.

– A usted no parece sorprenderle. Supongo que debe de haber sido el periodico el que le ha metido la idea en la cabeza.

Digby trato de parecer inescrutable.

Yo, haciendo lo posible para contener la indignacion que me invadia, le espete:

– Oiga, ?es que su periodicucho tiene algun sentido de la responsabilidad? Esta chica es una fanatica. Esta soltando las acusaciones mas extraordinarias. Hoy mismo, en un momento dado, ha llegado a sugerir que fui yo quien hizo el disparo fatal. Imaginese, un nino de nueve anos…

– La verdad, esto ha sido pasarse de la raya -tuvo la gentileza de decir Digby.

Esperaba que se lo tomase de la misma manera cuando la chica le viniese con el cuento.

– Es una calumnia de lo mas estupido y, suponiendo que me la tome en serio, me gustaria saber con toda exactitud hasta que punto tiene que ver en esto su periodico.

Digby metio toda la boca en el vaso de cerveza.

Despachado este extremo, dije en tono indiferente:

– Lo que me molesta es que, de existir una base para dudar del veredicto de Donovan, no es esta la forma mas adecuada de analizar la cuestion.

– Posiblemente, no -admitio Digby.

– Como periodista de temas criminales, usted conoce los procedimientos -prosegui-. Supongamos que surgiera alguna prueba al considerar la posibilidad de que la justicia se hubiese equivocado y hubiese condenado, por error, a un inocente. En realidad, no condenado sino colgado. ?Podria emprenderse alguna accion legal para redimir su buen nombre?

Las protuberancias carnosas que rodeaban los ojos de Digby se aplastaron y desplazaron lateralmente, revelando una mirada en la que brillaba un atisbo de interes:

– ?Se trata de una hipotesis?

– Naturalmente.

– Pues, dependeria…

– ?De que?

– En primer lugar, de la calidad de la prueba en cuestion.

– Una prueba irrefutable.

Digby aspiro profundamente por la nariz.

– Seria imprudente por su parte alegar que era irrefutable. ?De que estamos hablando? ?De pruebas de tipo forense, de un nuevo testigo o de que?

– No importa. Supongamos que la prueba que justificara una revision del caso fuera aplastante.

Sonrio ironicamente.

– Es posible que fuera aplastante para usted o para mi, amigo mio, pero trate de que lo sea para el Ministerio del Interior y vera que pasa.

– ?Este es el procedimiento? ?Hay que apelar al Ministerio del Interior?

– Puede probar.

– No lo dice con tono optimista.

– Conozco personalmente a tres familias que se han pasado anos haciendo peticiones.

– Asi pues, ?que me aconseja?

Apuro el vaso, me observo con mirada astuta y dijo:

– Todavia no tengo suficiente base para dar consejos.

Mientras aguardaba a que me sirvieran, hice una evaluacion de la situacion. No iba con mi naturaleza hablar con la prensa, pero estaba completamente convencido de que Alice se pondria en contacto con el al dia siguiente por la manana.

Mientras dabamos cuenta de la segunda pinta, le di un informe rapido de los descubrimientos del dia hasta el momento de nuestra salida de Royal Crescent, si bien omiti cualquier explicacion relativa a la decision de Alice de pasar la noche en un cochambroso hotel de Bath. El se mantuvo todo el tiempo a la escucha sin hacer ningun comentario, a excepcion de un regueldo que yo preferi considerar involuntario.

Posiblemente considero que en cierto modo salia beneficiado, puesto que acabo por abandonar el asiento para pedir a su cuenta la siguiente ronda. Al regresar con los vasos, me pregunto que pensaba hacer a continuacion.

– Si estoy aqui es para decirselo -explique. ?De que va a servir continuar por esta via, abrir viejas heridas, si al final no ha de conseguirse nada?

Digby sopeso la pregunta.

– Francamente, la posibilidad de conseguir un indulto para Donovan, si esta es su idea, es menos que infinitesimal. Se lo he dicho despues de tomar dos pintas de cerveza, ?verdad? -me dijo-. Como usted bien sabe, se trata de un caso que aparece en los libros de texto. Nadie que haya pasado por un curso de formacion policial ignora el caso del craneo encontrado en el barril de sidra.

– Nadie ha puesto en tela de juicio la labor que se hizo con el craneo -puntualice.

– Pero seria como echar tierra encima de todo el trabajo realizado si de pronto apareciese un tio listo de Pangbourne para demostrar que se equivocaron de persona.

– Realmente es asi, pero…

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