Sobre su rostro, como una mascara, aparecio una expresion llena de cautela. Era un hombre bajo, pulcro, que rondaba los treinta anos, con una cierta debilidad por los trajes oscuros, las camisas color crema y las corbatas de un solo color, generalmente de la gama del marron.

– No, referentes a mi. Necesito consejo.

– ?Ah, bien! -dijo, un poco mas asequible-, lo que pasa es que no tengo mucho tiempo. A las dos tengo reunion.

– ?No podriamos comer juntos?

Echando una mirada a mi baston dijo:

– Generalmente doy un paseo a esa hora.

– ?Piensa que no le podria seguir?

Vacilo un momento.

– Si no me atane personalmente a mi…

– Su especialidad es la memoria y su funcionamiento, ?no es verdad?

Su rostro tuvo una reaccion doble, la mencion de la memoria provocaba una respuesta interesada por su parte, mientras que la revelacion de que pensaba hacerle algunas preguntas lo llenaba de inquietud. Afortunadamente para mi, prevalecio la curiosidad. Quedamos en un lento paseo por Whiteknights Park.

Sin detenerme en preambulos, le referi la escena que recordaba haber visto en el granero de Gifford Farm el Dia de Accion de Gracias del ano 1943. Le hable del suicidio de Barbara y me deje en el tintero todo lo relativo al asesinato y al juicio. No habia ninguna necesidad de meterse en todos aquellos berenjenales sensacionalistas.

– El caso es que tuve que hacer una declaracion -explique, dejando que supusiera que era para las investigaciones propias del hecho-. Lo que entonces dije esta archivado, asi es que puedo comparar mis recuerdos con lo que manifeste en aquella ocasion. No se han modificado. Lo recuerdo todo tal como lo describi entonces. Lo que presencie fue, sin lugar a dudas, una agresion sexual de extraordinaria violencia. Pese a todo, hace muy poco tiempo, cierta persona alega que la descripcion que hice en aquel entonces no corresponde a lo que ocurrio realmente y que, en realidad, aquello era un acto sexual apasionado. Esta teoria esta respaldada por ciertas pruebas secundarias. No pretendo decir que esto haya hecho tambalear mis recuerdos, porque la verdad es que no es asi…

– ?Por que acude a mi entonces? -pregunto Ott, cargado de razon.

Movi vagamente la mano.

– Ya sabe, hay quien dice que la memoria juega a veces malas pasadas.

Su mirada se perdio a lo lejos, hacia unos estorninos que volaban en direccion a una extension de hierba segada, cerca del Museo de la Vida Rural.

– Digame una cosa, ?conocia a las personas involucradas en el acto?

– A la chica mas que al hombre. Para mi el era practicamente un extrano.

– Pero la conocia a ella. ?Quiere decir que le gustaba aquella chica hasta el punto de identificarse emocionalmente con ella?

– Si, posiblemente.

– En consecuencia, aquella imagen, prescindiendo de lo que pudiera representar, tuvo que ser forzosamente traumatica para usted.

– No cace ninguna duda. Al contemplarla, mis ojos se llenaron de lagrimas.

Seguimos caminando un trecho en silencio, mientras el parecia sumido en profunda reflexion. Despues siguio:

– El cerebro tiene diversos mecanismos de defensa para hacer frente a la angustia. Por ejemplo, puede reprimir recuerdos inquietantes o perturbadores empujandolos hacia el inconsciente.

– Como una forma de olvido, ?verdad? -dije-. En mi caso particular estamos hablando de recordar algo que resulta desagradable.

– Asi es.

– Quiero decir que cabe dentro de lo posible que yo distorsionara el recuerdo.

– Es posible -dijo Ott-. El ejemplo clasico es el citado por Piaget, el psicologo suizo, el cual recordaba a un hombre que habia querido robarlo del cochecillo donde el se encontraba metido mientras la ninera lo paseaba por los Campos Eliseos. Esta habia conseguido librarse del raptor, quien le habia cubierto el rostro de aranazos. El hombre consiguio escapar poco antes de que llegara al lugar del suceso un gendarme con su capita y su porra blanca. Piaget conservo hasta bien entrada la adolescencia un recuerdo sumamente nitido de aquella escena. Cumplidos ya los quince anos, su padre recibio una carta de la ninera, que desde hacia mucho tiempo habia dejado el servicio de la familia. Se disponia a ingresar en el Ejercito de Salvacion y queria, antes, hacer una confesion y, de manera especial, devolver el reloj que habia recibido como recompensa por haber salvado al nino. La historia habia sido inventada y ella misma se habia hecho los aranazos en la cara.

– ?Piaget lo habia imaginado todo?

– La explicacion que el daba es que debio de escuchar la historia de boca de sus padres y que la proyecto en el pasado como recuerdo.

– Lo que yo vi fue un hecho real.

Ott no desmintio mi afirmacion. Con la habilidad propia de un psicoanalista, encontro manera de justificarla al tiempo que suscitaba serias dudas al respecto.

– Es posible que usted escuchara otras versiones del hecho presentadas por otras personas. No es imposible que modificara sus recuerdos al objeto de adaptarlos a la version del hecho dada por alguna otra persona. Las investigaciones realizadas en este sentido senalan que los recuerdos no son totalmente dignos de confianza y que estan influidos por lo que pensamos mas tarde acerca del hecho que reviven, lo que hace que si un recuerdo desencadena angustia, lo modifiquemos al tratar de rememorar el hecho al que corresponde. ?Ha recordado a menudo esa escena de violacion a la que hace referencia?

Mientras iba pensando que estabamos metiendonos en la teoria freudiana y que me tomaba por un maniaco sexual, conteste:

– No, es un hecho que prefiero olvidar.

– Lo que quiere decir tratar de suprimirlo.

– Escuche -dije tratando de parecer razonable-. ?No esta fallando el tiro? La escena que no consigo representarme es la de un acto amoroso sin connotaciones de violencia.

– De acuerdo, pero ?hay alguna prueba que demuestre que esta es la que corresponde a la realidad?

– La chica estaba embarazada de dos meses y los hechos indican que quien la habia llevado a esta situacion era el mismo hombre que estaba con ella en el granero cuando yo los sorprendi.

Se quedo reflexionando en silencio. Habiamos dado media vuelta e ibamos aproximandonos al edificio de la Facultad de Letras. Yo empezaba a desear que ojala no le hubiera dicho nada.

Por fin se detuvo y dijo:

– Hay una explicacion posible. Usted se sentia unido emocionalmente a la chica. Hasta cierto punto, la habia idealizado. Es muy posible que la imagen de aquella chica entregandose a otro hombre le resultara insoportable y que, puesto que no la aceptaba, se inventara toda una serie de circunstancias que la eximian de toda culpa a los ojos suyos. La violacion le resultaba mas aceptable que su complicidad en un acto amoroso.

Sus palidos ojos se fijaron en mi y me estudiaron un momento.

– ?Le parece verosimil la interpretacion?

La evalue unos instantes.

– Dice usted que me invente lo de la violacion para destruir la realidad de un hecho que me resultaba intolerable, ?no es asi?

– No es mas que una hipotesis.

– ?Hay alguna forma de comprobarla?

– Para ello seria precisa la colaboracion de un psicoanalista, puesto que cae dentro de lo posible que intervengan otros factores.

– ?Como cuales?

– Sentimientos de culpabilidad por parte de usted.

Senti una especie de escalofrio que me recorria el cuero cabelludo.

– ?Sabia acaso que le estaba hablando del caso Donovan?

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