ver en 1943. Se habia convertido en un hecho irrefutable, habia quedado archivado y ya no podia ser alterado. Incluso ahora me costaba airearlo.

No queria que me dijeran que me habia pasado veinte anos de mi vida creyendo en una mentira.

Por otra parte, si Sally confirmaba que Barbara y Morton se querian, alguna explicacion tendria que dar. ?Por que no lo habia dicho cuando se celebro el juicio? Era un hecho que no habia sido llamada como testigo, pero era de presumir que hubiera hecho declaraciones a la policia. ?Habia mentido o no le habian preguntado nada acerca de la vida amorosa de Barbara?

Se me ocurrio que el alcoholismo de Sally podia ser fruto del remordimiento. Para ella tenia que ser dificil vivir sabiendo que habria podido salvar a un hombre de la horca.

?Valgame Dios, que morboso me estaba poniendo! Pero, ?donde demonios estaba Sally?

Las tres y cinco minutos. Escrute la zona pavimentada del cementerio de la abadia. De momento, no se veia un alma.

A las tres y veinticinco la sala estaba atiborrada de gente y yo habia oido dos veces el repertorio completo del trio. La camarera jefe se me acerco para preguntarme cuanto rato pensaba ocupar la mesa sin pedir nada, a lo que respondi con voz aburrida que trajera te para dos y pasteles.

A las cuatro menos diez se habia formado una cola en el interior de la sala. Observe que entre la camarera jefe y la chica que me habia traido el te se cruzaban unas palabras, despues de lo cual esta me dejo sobre la mesa, sin que yo se la pidiera, la cuenta de lo que acababa de tomar. Me llene la taza hasta los bordes, espere a que interpretaran una vez mas Call me Madam, pague la nota y me junte a los lectores de periodicos, sentados junto a la ventana.

Pese a que ya habia perdido las esperanzas de que acudiera a la cita, decidi concederle un rato mas y aguardar hasta las cuatro y diez. Demasiado tarde para arreglarlo, pense que habria sido mejor citarla en el Francis, ya que por lo menos asi habria tenido el incentivo de una copa.

Sali de The Pump Room, me meti en el coche y me dirigi a Royal Crescent, donde pude comprobar por mi mismo por que no habia comparecido Sally.

La casa estaba convertida en un edificio calcinado.

Por la calzada empedrada de enfrente se acercaba un coche de bomberos y una furgoneta policial. En el exterior de la casa habia un grupo de curiosos, pero no se observaba ningun tipo de actividad. Todo habia ocurrido a primera hora de la tarde. La obra de albanileria situada sobre las ventanas del primer piso habia quedado enteramente carbonizada hasta el nivel de la balaustrada. Todos los cristales estaban hechos anicos y la carpinteria absolutamente destruida. Los restos de los destrozos formaban un monton de escombros sobre un charco de agua negra en el sotano del edificio. Las paredes y zonas bajas de la fachada colindante estaban tenidas de un color mostaza oscuro.

Me acerque a una barrera con sirena junto al coche de bomberos, explique a los hombres que estaban en el interior de este que yo era un amigo de las personas que vivian en aquella casa y les pregunte cuando se habia producido el incendio.

– Hemos recibido la llamada a las dos y trece minutos -me respondio uno de los bomberos.

– ?Hay algun…?

– Una mujer ha tenido que ser trasladada al hospital. Estaba inconsciente y me temo que en muy malas condiciones.

– ?Donde se encuentra?

Me lo explico y, a la maxima velocidad permitida, me lance con mi MG a traves del trafico de la tarde.

Aparque en una plaza destinada a los medicos y, siguiendo las instrucciones que me dieron en el servicio de urgencias, me dirigi corriendo escaleras arriba. La primera persona que encontre fue Harry.

Estaba derrumbado en una silla de lona y acero junto a la puerta de la unidad de cuidados intensivos, los nudillos de la mano apretados contra los dientes. Levantando los ojos, me pregunto con voz monocorde:

– ?Que pasa?

– He ido a tu casa y me han dado la noticia. ?Que ha ocurrido?

– Esta inconsciente, padece asfixia y tiene quemaduras de tercer grado. No quiero verla en este estado.

– ?Hay alguna esperanza?

– No me dicen nada. Acabo de llegar. He estado todo el dia fuera de casa y, al llegar, a eso de las cuatro, me he encontrado con todo el panorama. ?Dios santo!

– ?Tienes alguna idea de cual puede haber sido la causa?

Harry volvio el rostro hacia mi:

– ?No me hagas reir, companero! Sally bebe, Sally fuma, ?esta claro?

– ?Han dicho que hubiera bebido?

– No han dicho nada.

Por razones de consideracion, opte tambien por no decir nada mas. Pese a que el hombre no me gustaba, no era el momento para poner en duda su logica. Sentado enfrente de el, trate de recapitular las circunstancias de lo ocurrido. Se que existen un monton de teorias acerca de las coincidencias, pero me resultaba increible que aquel hecho se hubiera producido precisamente hoy. Sally me habia prometido que nos encontrariamos, por lo que yo queria averiguar las causas de aquel incendio.

Todavia aguardamos unos veinte minutos hasta que aparecio un medico, el cual se quito la mascarilla antes de dirigirse a nosotros. Como Harry tenia la cabeza gacha, la primera mirada que vio el medico fue la mia por lo que, con voz excesivamente comedida para ser portadora de buenas noticias, me pregunto:

– ?El senor Ashenfelter?

Yo, con un gesto de la cabeza, le indique a Harry.

19

Pero la racha de malas noticias no habia llegado a su fin. Ya en las escaleras, un entrometido enfundado en un traje marron me corto el paso. Con un aire tan oficioso que yo juzgue excesivo para un funcionario de la Seguridad Social, levanto las manos con las palmas dirigidas hacia mi. Decidi que debia de tratarse de algun chalado.

Pero anadio:

– ?Un momento!

Para seguirle la corriente, con gesto aquiescente trate de hacerme a un lado, pero el, sujetandome por el brazo, me dijo:

– Nos gustaria hablar unas palabritas con usted.

– ?Usted y quien mas? -le pregunte.

Se saco del bolsillo un carnet metido en una funda de plastico y dijo:

– Inspector detective Voss, del Departamento de Investigacion Criminal de la policia de Bath.

Eche una ojeada al carnet. Parecia una tarjeta de identidad policial genuina. Levante los ojos y los fije en sus ojillos castanos, que brillaban debajo de unas gruesas cejas tiznadas de negro. He leido en alguna parte que los policias conceden una gran importancia a la manera en que reaccionan los demas a su mirada. A la que uno parpadea o desvia los ojos para fijarlos en el dorso de la mano, consignan el hecho en la hoja de cargos.

Asi que considere que habia salido airoso de aquella prueba, observe el resto de la persona: nariz achatada, barbilla informe y cuello musculoso, detalles que parecian muy idoneos para salir airosos de cualquier posible enfrentamiento. Tenia unos diez anos mas que yo, pero se conservaba en buena forma fisica, es decir, era un cuarenton que estaba hecho un toro y, por tanto, una persona contra la que no era prudente levantar el baston.

– ?Es suyo el MG que esta aparcado ahi fuera? -pregunto y, por un momento, una subita racha de optimismo me llevo a pensar que se trataba de una simple admonicion por haber dejado el coche en lugar indebido.

Pero no era asi, sino que lo que pretendia era que siguiese su coche con el mio hasta la comisaria central.

– ?De que se trata exactamente? -pregunte.

– En seguida lo sabra.

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