no le reprochare que me tome por loca. Pero le aseguro que mi presencia en esta ciudad se debe a motivos fundados.

– No tengo por que dudar de su palabra, querida amiga -replico la condesa sin vacilar-. Usted digame donde quiere empezar la busqueda y yo me ocupare de que disponga de toda la ayuda imaginable.

– En el barrio judio -dijo Sarah abiertamente.

– ?En el…? -El semblante palido de la condesa se desfiguro y dio la impresion de que no queria pronunciar el nombre-. ?Que piensa hacer en ese terrible lugar?

A diferencia de Sarah, que no conseguia explicarse la reaccion negativa de la condesa, Hingis parecia conocer los motivos.

– Ha oido bien, condesa -intervino Hingis-, y puedo asegurarle que he intentado convencer a lady Kincaid de que abandonara ese proyecto. Pero esta convencida de que alli podra encontrar los indicios ocultos por los que ha venido a Praga.

– De acuerdo. -Ludmilla de Czerny parecia un poco mas tranquila-. En ese caso, probablemente no tenemos otra eleccion…

– ?Por que? -pregunto Sarah con ingenuidad-. ?Que tiene de malo ese lugar?

– Josefov -explico la condesa lugubremente- forma un poblado aparte dentro de los limites de Praga. Hace mucho que no esta habitada solo por judios, sino tambien por obreros, jornaleros, mendigos, vagabundos… Y por alli callejea tambien chusma de todo tipo. Por no hablar de la suciedad, la porqueria y el hedor que cubre el barrio.

– Es innegable que tiene cierto parecido con el East End de Londres - anadio Hingis ilustrativamente.

– Eso parece -dijo Sarah con voz queda.

– De dia, ya es peligroso caminar por la juderia -prosiguio indignada la condesa-, pero visitar el barrio cuando cae la noche equivale a un intento de suicidio. No pasa una noche sin que alguien acabe degollado en el arroyo.

– ?Si es tan grave, por que no se toman medidas? -pregunto Sarah-. ?No hay policia?

– Por supuesto -musito la condesa-, y han hecho tentativas, pero es como intentar quitarle las pulgas a un perro sarnoso. Inutil, ?comprende?

– Perfectamente -aseguro Sarah.

La comparacion que habia utilizado la condesa habia sido algo impropia de una dama y, por eso mismo, mucho mas grafica. Igual que ella, Ludmilla de Czerny parecia ser partidaria de hablar sin remilgos.

– En las incontables callejuelas y rincones del barrio se esconde mas chusma de la se podria expulsar -continuo la condesa-. Y no solo el crimen encuentra alli un terreno abonado, sino tambien las epidemias de todo tipo. Segun los calculos mas recientes, en la juderia se hacinan entre diez y quince mil personas, y alli no hay suficientes instalaciones sanitarias ni un alcantarillado en condiciones… Dejo a su imaginacion lo que eso significa.

– Gracias -dijo Sarah secamente.

– No obstante -anadio tranquilizadora la condesa-, hay planes para acabar de una vez por todas con esa penosa situacion.

– ?De verdad?

– El barrio judio sera demolido y en su lugar se construira un barrio con grandes edificios nuevos que satisfaran las exigencias de la epoca moderna.

– Con ello se destruiran las tradiciones -objeto Sarah.

– Y se allanara el camino hacia el futuro -argumento la condesa serenamente-. Sin el fin de lo antiguo no hay inicio de lo nuevo.

– Yo no estoy tan segura.

– ?Discrepa usted, lady Kincaid?

– Bueno -respondio Sarah-, en mis viajes he aprendido que a veces el pasado alberga las claves del futuro. Y, si he de serle sincera, todas mis esperanzas se cimientan en que esta vez tambien sea asi.

– ?Se refiere a la medicina que busca?

Sarah asintio con la cabeza.

– Si es cierto lo que supongo, en ese lugar que usted ha descrito tan lugubremente se oculta el saber que necesito para salvar la vida de mi amado.

– ?Y si no es asi? -inquirio la condesa.

– De momento, no quiero ni pensarlo -contesto Sarah con voz queda, y de repente tuvo que combatir las lagrimas de desesperacion que estaban a punto de brotar en sus ojos.

?Tal vez tenia razon su anfitriona?

?Se habia precipitado al emprender aquel viaje? Cegada por el dolor y la pena, ?habia emprendido una cruzada insensata y absurda, al final de la cual solo la esperaba la perdicion?

Laydon la habia advertido: «El viaje te llevara directamente a las tinieblas».

Si las objeciones hubieran procedido de otra persona, Sarah se habria limitado a no tenerlas en cuenta. Sin embargo, en boca de aquella mujer que parecia asemejarse a ella en tantos aspectos, tenian mucho mas peso. Sarah no podia pasarlas por alto sin mas, pero habia recorrido aquel camino hasta demasiado lejos para poder regresar.

– No hay otro modo -dijo Sarah con voz apagada-. O encuentro ayuda para Kamal en ese lugar o no existe ninguna ayuda.

– Comprendo. -Ludmilla de Czerny asintio. Su semblante palido y estatico no dejo traslucir lo que pensaba sobre la decision de Sarah-. ?Existe algun indicio? ?Un punto de partida donde pueda usted comenzar la busqueda?

– En un periodico londinense -explico Hingis en lugar de Sarah- mencionaban a un rabino llamado Oppenheim. A lady Kincaid le gustaria hablar con el.

– ?Oppenheim? -La condesa enarco las cejas, finas y de color rojizo.

– ?Lo conoce?

– Personalmente, no. Pero ultimamente ha dado mucho que hablar porque asegura haber visto un monstruo en la juderia…

– El Golem -dijo Sarah quedamente.

– ?Lo sabia usted?

– No solo eso, sino que el Golem es el verdadero motivo de nuestro viaje a Praga.

– ?Que quiere decir?

– Es dificil de explicar -contesto Sarah-, pero tengo motivos para suponer que las fuerzas secretas que estan tras el Golem tambien podrian contribuir a devolverle la vida a Kamal.

– Entonces, ?da usted credito a lo que afirma el rabino? -Los ojos verde esmeralda de la anfitriona reflejaban un asombro desmesurado-. ?Cree que esa historia del Golem es algo mas que una simple historia de fantasmas?

– No se que debo creer y que no, condesa -reconocio Sarah abiertamente-. En los ultimos meses, mi vision del mundo se ha visto sacudida en tantas ocasiones, son tantas las cosas que estaba segura de saber y que han resultado falsas. Si quiero descubrir la verdad, solo hay un modo.

– Comprendo. -La condesa asintio con un movimiento de cabeza-. Pero

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