– A ser posible, todo.
– Entonces le contare los origenes de la leyenda. Le hablare de la historia de los judios de Praga que tantas cosas tuvieron que soportar. Y de un lacayo de barro que les fue enviado para liberarlos de una terrible sospecha…
– Todo eso ya lo se, rabi Oppenheim -objeto Sarah-. Debo decirle que no he emprendido este viaje sin prepararme antes. He investigado y he encontrado mucha informacion sobre el Golem y su origen.
– Pues aun me sorprende mas que haya emprendido este largo viaje - replico Oppenheim.
– He venido porque esperaba que usted podria contarme mas cosas.
– ?Mas? ?A que se refiere?
– Me refiero al saber que no se encuentra en los libros -contesto Sarah quedamente-. A los conocimientos que se transmitian de generacion en generacion y que incluso trataban del secreto de la vida.
– ?El secreto de la vida? -El rabino miro de reojo a Gustav, que seguia aquel intercambio de palabras sin parpadear y con los ojos abiertos como platos. Por un momento dio la impresion de que sopesaba la idea de echar al muchacho, pero luego se lo repenso-. Eso son palabras mayores, lady Kincaid.
– Lo se, rabi.
– ?Que le hace pensar que yo podria saber algo?
– Gracias a mis pesquisas, se que un tal David Oppenheim fue el rabino mayor de Praga en el siglo XVII -contesto Sarah-. Al parecer, estaba en posesion de numerosos textos antiguos de gran valor, entre los que se contaban los procedentes del legado del rabi Low. Y no hay que ser vidente para suponer que aquel David Oppenheim era un antepasado suyo y que al menos dejaria una parte de aquellos escritos a su familia.
Oppenheim no contesto de inmediato. En su rostro barbudo se reflejaba la congoja; sin embargo, era imposible adivinar que estaba pensando.
– Asombroso -dijo finalmente-. Sumamente asombroso…
– ?Que quiere decir?
– Lady Kincaid, debo decirle que aquellos antiguos escritos estan ligados a una profecia.
– ?Una profecia?
– Asi es. A lo largo de los siglos en que esos libros se han encontrado en nuestra posesion, siempre se ha dicho que un dia llegaria alguien que preguntaria por su paradero. Probablemente, y esa idea me aterra profundamente, usted es ese alguien.
– ?Por que le parece tan terrible la idea? -pregunto Sarah- ?Porque soy mujer? ?Porque no soy judia?
– No -contesto el rabino con voz lugubre-. Es porque… -se interrumpio, cavilo un momento y luego parecio repensarselo-. ?Por que intenta averiguar el secreto del Golem? -pregunto finalmente.
– ?Como debo interpretar su pregunta?
– ?Busca la fama? ?Quiere conseguir la inmortalidad? ?Pretende imitar la Creacion divina? ?O incluso hacerle frente?
El rabino habia entornado los ojos, y la manera en que habia remarcado sus palabras para darles mas peso le revelaron a Sarah que hablaba muy en serio. La joven recordo sin querer que ya le habian planteado una pregunta parecida en otro lugar y en otro tiempo. La persona que lo habia hecho no era menos inteligente y sabia que el viejo rabino…
– El hombre al que amo esta agonizando -explico sin ambages y un poco a la ventura-. Una fiebre misteriosa se ha apoderado de el, y ninguno de los medicos a quienes he consultado conoce ninguna medicina para hacerle frente. He venido solo por eso.
– Comprendo -replico el rabino, de nuevo en un tono dulce y comprensivo-. Con todo, no comprendo por que la busqueda la ha traido precisamente aqui…
– El estado que mantiene cautivo a mi amado fue provocado artificialmente -contesto Sarah-. Un veneno, un bebedizo, algo que le administraron. No puedo explicarlo de manera concluyente, pero existen paralelismos.
– ?Paralelismos? -Oppenheim enarco las cejas.
– Con el modo en que, segun la leyenda, el Golem cobro vida -explico Sarah-. Ademas, he llegado a la desalentadora conclusion de que cierto circulo de personas tienen un gran interes en que realice este viaje.
– ?A que se refiere? Habla usted con acertijos…
Sarah suspiro. ?Como podia explicar algo que ella apenas comprendia? ?Como podia hacer entender algo que escapaba a su entendimiento?
– Es dificil expresarlo en palabras -admitio-. Alguien queria que yo viniera aqui. Me dieron una serie de indicaciones que debia seguir y que me han traido hasta este lugar. Hasta usted.
– ?Hasta mi? -El rabino le dedico una mirada interrogadora, la duda que se reflejaba en sus ojos no pasaba desapercibida.
– Ya se que parece extrano y es usted muy libre de tomarme por loca -dijo Sarah-, por una mujer de la nobleza que ha perdido la razon estudiando sus libros y que ha emprendido un viaje tan largo como absurdo para perseguir una quimera. Pero eso no cambia el hecho de que he venido aqui en busca de respuestas… Porque esas respuestas son lo unico que puede salvar a mi pobre Kamal.
– ?Kamal? ?Asi se llama?
– Si, rabino.
– Entonces, ?no es cristiano, sino seguidor de Mahoma?
– Asi es.
Oppenheim asintio con la cabeza, y una sonrisa de satisfaccion se deslizo por su semblante surcado de arrugas.
– Ahora se que cuando hablaba de los hijos de Dios, no se trataba de palabras vacias.
– En absoluto -aseguro Sarah-. Hace un tiempo pensaba de otra manera, pero ahora creo que todos somos hijos de un destino superior. Durante mucho tiempo intente negar ese destino y buscar respuestas con la razon, pero un dia tuve que reconocer que existe un saber que esta mas alla del entendimiento humano. Por eso he venido, rabi Oppenheim. Buscando respuestas he seguido mi destino, y este me ha traido hasta aqui.
El rabino le escatimo de nuevo una respuesta. Durante un momento que parecio infinito, fijo una mirada escrutadora en el semblante de Sarah, hasta que se decidio a asentir con cautela.
– Lady Kincaid -dijo finalmente con voz suave-, no se que significa todo esto ni como debo considerarlo. Pero hay algo en sus palabras y en su manera de pronunciarlas que me mueve a confiar en usted. Por eso me gustaria ensenarle algo que hasta ahora solo han visto unos pocos ojos. Sigame, por favor.
El rabino dio media vuelta y se puso en movimiento, seguida por Sarah, muy intrigada por lo que le ensenaria. El joven Gustav estuvo indeciso un momento, pero como nadie le pidio que se quedara, se les unio. Salieron de la sinagoga por una puerta y regresaron al peristilo que rodeaba el edificio. Despues de pasar por varias salas iluminadas con velas, llegaron a una puerta que Oppenheim abrio con una gran llave oxidada que habia sacado del sayo.
La puerta carcomida se abrio con un crujido y dejo ver una escalera de madera que subia empinada. En el fondo, se trataba mas bien de una escalera de mano que no inspiraba mucha