Sarah no perdio un instante. Dio media vuelta y se dispuso a pasar al tragaluz para bajar por la escalera. Pero la mano del rabino se lo impidio.
– Suelteme -exigio la joven-. Tengo que encontrar a esa criatura y descubrir que oculta.
– Solo una cosa mas -dijo Oppenheim.
– ?Que?
– Le debo una respuesta, lady Kincaid. Segun la profecia, aquel que intente averiguar el secreto del Golem…
– ?Si? -lo apremio Sarah.
– … encontrara la muerte -contesto el rabino en un tono que contenia a la vez un pesar infinito y una contundencia terrible.
Sarah noto que se apoderaba de ella un nuevo temor, aun leve, que nunca antes habia sentido.
– Que mas da -dijo aun asi-. Todos seguimos nuestro destino, ?no?
Se solto y dio media vuelta, bajo por la escalera carcomida y empinada. Los travesanos crujieron de nuevo a sus pies y se alegro al volver a pisar el suelo de piedra del peristilo. Cruzo las salas iluminadas por velas y regreso a la entrada, esperando encontrar alli a sus acompanantes… Sin embargo, ni Friedrich Hingis ni Horace Cranston estaban en su sitio.
– ?Friedrich? -llamo Sarah en voz alta-. ?Doctor…?
Nada.
– Friedrich, ?donde esta? Doctor Cranston, ?donde esta usted?
Sarah continuo sin recibir mas respuesta que el golpeteo de la lluvia, que seguia cayendo con fuerza y casi habia anegado la callejuela donde estaba la sinagoga.
Sarah miro hacia el exterior, hacia la oscuridad que entretanto habia irrumpido, pero en la desoladora penumbra, surcada por hilos de lluvia resplandecientes, solo se distinguian las siluetas de los edificios colindantes. De sus acompanantes, ni rastro.
– ?Friedrich? -volvio a gritar-. ?Doctor Cranston…?
Un instante despues, se quedo sin aliento… Porque a pocos metros de distancia, al otro lado de la callejuela, vislumbro una sombra fornida que se agazapaba alli inmovil y no le quitaba la vista de encima.
?El Golem!
Capitulo 4
Estaba sola.
Abandonada por mis companeros, me hallaba en el portal de la sinagoga y vi a aquella criatura legendaria y enigmatica de la que me habia hablado el rabino Oppenheim y de la que en aquel momento solo me separaban ocho pasos a traves de una cortina de lluvia casi impenetrable. Y, sin poder evitarlo, me embargaron los viejos temores que creia desaparecidos hacia mucho tiempo…
Sarah no daba credito a sus ojos.
Primero penso que era victima de una ilusion, porque cuando intento volver a distinguir la silueta negruzca, esta parecio haberse desvanecido. Sin embargo, algo se movio de repente en la penumbra de aquel rincon, y todas las dudas desaparecieron.
Un verdadero espanto se apodero de Sarah cuando aquella figura se incorporo con toda su altura gigantesca. Llevaba una capa holgada para protegerse de la lluvia, y una capucha le tapaba el rostro. No obstante, Sarah estaba convencida, aunque su intelecto se resistiera con vehemencia a creerlo, de que se trataba de aquella criatura legendaria de la que le habia hablado el rabino Oppenheim…
Durante unos segundos, la joven fue incapaz de moverse. Sin embargo, luego recupero la calma y actuo. Metio las manos temblorosas dentro del abrigo para sacar el Colt Frontier que llevaba en la pistolera: ya no era el que habia heredado de su padre y que habia perdido en la busqueda del Libro de Thot, sino un arma practicamente nueva del mismo tipo que le habia comprado a un armero en Londres. Noto en la mano derecha la frialdad y el peso de la culata de nacar, que le transmitio una sensacion de seguridad que resulto enganosa.
Sarah no llego a sacar el arma, ya que la sombra gigantesca se movio en aquel momento. La capa le ondeo al viento al dar media vuelta y comenzar a caminar calle abajo sin haberle dedicado una sola mirada mas a Sarah. Era como si la hubiera evaluado y hubiera decidido que ella no le suponia ninguna amenaza.
?Quien era aquella criatura extrana?
Sarah tenia que averiguarlo. No podia quedarse a esperar el regreso de sus companeros; tenia que aprovechar la oportunidad que se le presentaba. Aunque ello significara hacer caso omiso a todas las advertencias que la condesa de Czerny le habia formulado con respecto a Josefov y la situacion que imperaba en aquel barrio.
Sarah noto que se le hacia un nudo en la garganta. Sintio malestar, pero se obligo a salir del amparo del peristilo y se deslizo rapidamente bajo la lluvia tras aquel espectro. Pudo distinguir la silueta gigantesca un buen trecho por delante. El Golem caminaba por el centro de la calle desierta como si no existieran la noche ni la lluvia, dando grandes zancadas, aunque lentas y, en cierto modo, vacilantes.
La luz de los pocos faroles de gas que aun funcionaban luchaba en vano contra la oscuridad y la espesa cortina de agua; resultaba ineficaz y no aportaba mas que manchas opacas y de color leonado a la triste penumbra, sin dispensar ni iluminacion ni consuelo. Con la cabeza agachada entre los hombros, como si asi pudiera protegerse de la lluvia, Sarah anduvo deprisa por unas cuantas callejuelas. Al principio se deslizaba del saliente de un muro a otro para que no la descubriera. Pero aquella criatura simplona caminaba en silencio sin mirar atras, de manera que Sarah pronto abandono las precauciones.
Al pasar bajo la marquesina de una tienda, que ya habia cerrado puertas y ventanas con rejas, vio dos figuras harapientas en la penumbra: dos mujeres jovenes, abrigadas con unas capas ajadas, que se estrechaban atemorizadas y miraron despavoridas a Sarah. Acelero el paso y diviso a mas gente sin hogar que intentaba resguardarse de la lluvia bajo algun portal angosto o en cualquier rincon; tambien en sus semblantes palidos se reflejaba sin excepcion el pavor.
Sarah no dudo de que la causa era el encuentro con el Golem y comprendio que aquella gente no veia en la legendaria criatura a un salvador, sino un mal presagio para la comunidad de Praga, igual que el rabino. A diferencia de trescientos anos atras, el hombre de barro sembraba miedo y pavor. Pero ?por que lo habian devuelto a la vida? ?Que siniestros propositos ocultaba el regreso del Golem?
La arqueologa no albergaba ninguna duda sobre la existencia de conexiones. No podia ser casual que el ano 1565 senalara tanto la aparicion del codicubus como la del Golem. Solo faltaba determinar el vinculo. Probablemente se trataba del «agua de la vida» de la que habia hablado Oppenheim.
Le estaba muy agradecida al rabino por la informacion que le habia dado. Mientras perseguia al Golem por las callejuelas, intentaba poner en orden y relacionar los conocimientos que habia adquirido, aunque solo lo consiguio en parte. Aun quedaban demasiadas preguntas abiertas para que las numerosas piezas del rompecabezas pudieran componer un todo con sentido, pero Sarah estaba mas que decidida a resolver el enigma con la misma precision y tenacidad con que un arqueologo se ocupaba de unir los