los pies, el suizo se lo impidio.

– Tiene que huir, Sarah -musito-, es una trampa y yo soy el ceb…

No consiguio acabar la frase.

Antes de que llegara al final, se oyo un ruido metalico y una reja de barrotes macizos cayo desde el techo del pasadizo justo detras de Sarah y golpeo en el suelo con gran estrepito.

– ?No!

Sarah, que en ese momento se dio cuenta de que habia cometido un error fatal, se dio la vuelta. En un gesto espontaneo, pero bastante absurdo, se agarro a los hierros oxidados e intento levantarlos en vano. Habia caido en la trampa como un raton al que echan de cebo un pedazo de tocino, y se tacho de necia por haber picado.

– Era lo que queria decirle -comento Hingis, compungido mientras Sarah empezaba a liberarlo de sus ataduras-. Poco despues de que usted entrara en la sinagoga, aparecio de repente. Cranston y yo decidimos seguirlo, pero el ha sido mas astuto. Nosotros nos hemos perdido de vista en la marana de callejuelas. Recuerdo que estaba llamando a Cranston y entonces he visto una sombra oscura en la pared; luego, todo se ha vuelto negro.

– ?Lo ha dejado inconsciente?

– No, me ha metido en un saco como si fuera un nino rebelde y me ha traido directamente aqui -dijo indignado el suizo.

– ?Quien? -pregunto Sarah-. ?A quien se refiere?

En ese mismo instante se oyeron pasos en la galeria situada mas alla del laboratorio. Unos pasos pesados que producian crujidos sobre la piedra desnuda y se acercaban.

– ?Quien? -volvio a preguntar Sarah.

Hingis levanto el brazo izquierdo tullido.

– No me creeria -murmuro con los ojos vidriosos.

Sarah se dio la vuelta y se acerco a la reja. La pieza no era lo suficientemente alta para poder estar de pie, por eso se agacho delante de los barrotes, empunando con ambas manos el Colt cargado mientras los pasos parsimoniosos se aproximaban. De repente aparecio una sombra en la pared, la silueta de un ser gigantesco que iba encogido, llevaba una capa holgada y caminaba lenta y torpemente.

– El Golem -prorrumpio Sarah, y, un instante despues, el gigante entro en el laboratorio.

Capitulo 5

Sarah contuvo el aliento mientras la figura gigantesca, que ahora ya se veia perfectamente, se aproximaba a ella renqueando. La capucha seguia ocultando su rostro, pero Sarah jamas en la vida habia visto a nadie que se moviera con semejante parsimonia. Por lo demas, una fuerza bruta, sin domar, se expresaba en cada paso que daba.

– ?Quien es usted y que quiere? -exigio saber Sarah, empunando el arma mientras el gigante se acercaba.

– ?No deberia ser yo quien hiciera las preguntas? -fue la respuesta que llego desde la capucha. Era una voz sorda y lugubre, como si saliera de las profundidades… o de un pasado lejano-. Al fin y al cabo, es usted la que ha entrado indebidamente en mi reino.

– Porque usted me ha atraido hasta aqui -replico Sarah, imperturbable-. Y porque ha secuestrado a un amigo mio.

– Usted no sabia nada de su amigo. Solo trataba de adquirir conocimientos. De airear el secreto del Golem… -La voz del coloso se transformo en una risa cavernosa.

– ?Que le parece tan gracioso? -inquirio Sarah.

– ?Que le hace pensar que precisamente usted, lady Kincaid, seria digna de descubrir ese secreto?

– ?Sabe mi nombre?

– Se quien es usted y conozco los motivos de su estancia en Praga…

– ?Quien es usted? -pregunto de nuevo Sarah-. ?Quitese la capucha ahora mismo!

– ?Cree que entonces sabra quien soy?

– Quitesela -ordeno Sarah duramente, y amartillo el Colt para dejar bien claro que estaba decidida a todo.

– Como quiera -replico el gigante, cogio la capucha con la mano derecha, que llevaba enguantada, y se la echo hacia atras.

Lo que aparecio debajo horrorizo a Sarah, puesto que el gigante sin nombre no tenia facciones humanas. El semblante que la escrutaba era inerte, petreo, el rostro de una escultura de barro a tamano natural.

– El Golem -pronuncio de nuevo-. Entonces, es verdad…

Las risas continuaron y Sarah se dio cuenta en aquel momento de que justo donde se encontraban la frente y la boca de la criatura de barro se abrian dos orificios oscuros. El gigante se cogio la piel con ambas manos y volvio a desenmascararse… Y lo que aparecio entonces casi aterrorizo mas a Sarah que la vision del supuesto Golem. Porque el gigante que estaba frente a ella, al otro lado de la reja, no tenia dos ojos, sino tan solo uno, situado en el centro de su frente despejada y que le prestaba un aspecto horripilante.

– Usted no es el Golem -mascullo Sarah, retrocediendo hasta chocar contra la pared-. Es un ciclope…

– Es lo que intentaba decirle -apunto Hingis quedamente.

– Bueno, lady Kincaid -pregunto el ciclope-, ?que opina ahora?

Sarah no supo que contestar. Su mente se esforzaba en contener el espanto y, con una lentitud pasmosa, se dio cuenta de que habia incurrido en un error. La suposicion de que el ciclope con el que habia tropezado en Alejandria era un ejemplar unico, un grotesco capricho de la naturaleza, acababa de resultar claramente falsa. Pues claro, se dijo Sarah, y se tacho de estupida, puesto que esa teoria habia sido ante todo de Mortimer Laydon: otra mentira salida de la boca del traidor…

– ?Que ocurre? -pregunto el ciclope mientras Sarah seguia mirandolo fijamente. Comparado con el de Alejandria, aquel parecia muchisimo mas alto y fuerte, un autentico coloso al que no sin razon habian tomado por el Golem que habia regresado-. ?Verme la ha dejado sin habla?

– En absoluto -replico Sarah con un deje de aversion-. Solo intento entender…

– ?Que intenta entender, lady Kincaid? ?Por que existo? ?Que hago en este lugar? ?Por que ha vuelto a toparse con alguien de mi especie?

– Algo parecido -confeso Sarah con voz temblorosa.

– ?No se lo dijo Caronte? ?Tal vez olvido mencionar que hay mas ejemplares de nuestra especie? ?Que una vez fuimos intermediarios entre los dioses y los hombres?

– No -reconocio Sarah-, me hablo de todo eso…

– Pero usted no le creyo, ?verdad? Prefirio prestar atencion a su asesino.

– En aquel momento no podia saber que Mortimer Laydon era un traidor.

– ?De verdad? -El unico ojo se cerro en senal de reproche mudo-. Si hubiera escuchado a su corazon, habria conocido la verdad mucho antes.

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