mirada se poso en el codicubus, que estaba en el suelo.

El ciclope habia dicho que tal vez aquello la ayudaria a contestar algunas de sus preguntas. Resuelta, se solto de sus companeros, recorrio a toda prisa los pocos pasos que la separaban del artefacto sin dueno y lo cogio.

– ?Sarah Kincaid! -se oyo decir en aquel momento al coloso agonizante con una voz terriblemente chillona-, ?Sarah Kincaid!

Sarah se quedo de piedra y miro aterrada al coloso, que se desplomo entre gritos horripilantes. De nuevo se dispuso a ayudarlo, pero sus companeros la agarraron y se la llevaron a rastras fuera del laboratorio, de vuelta al alcantarillado a traves de la galeria larga y estrecha.

Los gritos del titan resonaban detras de ellos.

Ninguno vio que el ciclope, presa del panico, se revolcaba en el suelo y extinguia las llamas; ninguno vio que quedaba tendido sobre las ascuas de su propia ropa y rodeado del hedor de cabellos chamuscados y piel quemada; ninguno vio que su poderoso pecho subia y bajaba al ritmo de los jadeos.

Y ninguno vio que una mano derecha, ennegrecida por el fuego y el tizne, se aferraba al suelo de piedra y una figura gigantesca y desfigurada por las quemaduras se incorporaba tambaleandose pesadamente…

Capitulo 6

Diario de viaje de Sarah Kincaid

Esta manana muy temprano he ido a misa a la iglesia de San Nicolas, con la esperanza de encontrar un poco de consuelo y paz interior, sin exito.

No me apetece reconocerlo, pero los sucesos de la pasada noche me han impresionado profundamente. No solo porque nos apresaron y solo pudimos huir por los pelos de nuestro captor; no solo porque me embargan mil temores y todavia oigo constantemente los gritos del coloso agonizando, sino tambien porque no dejo de preguntarme si puedo confiar en la informacion que me proporciono.

En algunos momentos me inclino a dar credito a sus palabras, pero luego vuelven a asaltarme las dudas. Me pregunto que entrana aquella enigmatica historia de los misterios divinos y los secretos del cosmos. ?Es esa la solucion al enigma? ?La pieza del rompecabezas que hace que todo encaje?

Hay cosas que parecen cobrar sentido, aunque de un modo extrano. Alejandria, la biblioteca desaparecida, La Sombra de Thot, el fuego de Ra… Visto en perspectiva, parece que realmente esten relacionados. ?He participado sin saberlo en descifrar los tres mayores misterios de la historia de la humanidad? ?En explorar la esencia del cosmos? Y, aunque la idea me espanta, ?recorrio mi padre tambien ese camino? ?Lo he seguido inconscientemente por esa senda y era eso lo que quiso decirme al final?

Son los mismos nombres, que siempre regresan. Los mismos personajes historicos, cuyo destino parece estar inseparablemente unido al del unico ojo.

Alejandro.

Arsinoe.

Ptolomeo.

?Que relacion existe entre ellos? ?Que los unia e hizo que sus destinos fueran tan semejantes? ?Que verdad se esconde tras todos esos mitos de los que me hablo el ciclope? ?Donde se situa el origen de esos seres extranos que fueron dotados de un solo ojo por la creacion? ?Como han podido pasar desapercibidos durante siglos? ?Y que entrana en si el codicubus? ?Que indicios contendra?

Por mucho que me atormenten tantas preguntas, me alivia seguir con vida. No quiero ni imaginar que habria ocurrido si el doctor Cranston no llega a encontrarnos. Despues de que Friedrich Hingis y el doctor se separaran mientras seguian al ciclope, el doctor continuo buscando por su cuenta y fue a parar por casualidad al viejo cementerio, donde dio con las huellas de unas botas de mujer que saltaba a la vista que iba sola. Puesto que eso le parecio muy raro, siguio el rastro, que lo condujo a la cabana del guarda del cementerio y, finalmente, hasta nosotros.

Naturalmente, Friedrich y yo nos deshacemos en elogios hacia nuestro companero y casi me averguenzo de haberlo considerado tan negativamente al principio. Tengo por seguro que, sin la ayuda de Cranston, nuestra mision habria encontrado un final prematuro e inesperado, y con ello se habria esfumado toda esperanza para Kamal. Sin embargo, contamos con una segunda oportunidad y, mas aun que antes, ardo en deseos de solucionar el misterio que parece rodearnos…

Palacio de Czerny, Mala Strana, Praga, 11 de octubre de 1884

Sarah Kincaid interrumpio su discurso cuando alguien llamo suavemente a la puerta de la habitacion del enfermo.

– ?Si?

La puerta se abrio y aparecio en ella el rostro de rasgos delicados de Horace Cranston, que mostraba preocupacion.

– Disculpe, lady Kincaid -dijo-, pero es la hora. La condesa la reclama.

– Gracias, doctor.

Sarah aparto el pequeno diario de viaje encuadernado en piel cuya ultima anotacion habia leido en voz alta mientras permanecia sentada junto a Kamal, estrechandole la mano. Cranston le habia dicho que era dudoso que Kamal se enterara de lo que ocurria a su alrededor, pero Sarah estaba convencida de lo contrario. Lo que los habia unido a Kamal y a ella habia sido tan fuerte que no podia haberse disipado. Con su voz, queria mostrarle que estaba alli y que lo esperaba, como un faro que senala el camino a casa a los marineros en medio de la tempestad. Y aunque Cranston hubiera tenido razon y Kamal realmente no percibiera nada de lo que sucedia a su alrededor, Sarah no habria desistido. Porque sentandose al lado de su amado inconsciente, estrechandole la mano y hablandole en voz baja, tenia la sensacion de que al menos hacia algo por el.

– ?Como esta nuestro paciente? -pregunto Cranston, y entro-. ?Sigue igual?

– Creo que si -contesto ella. Cerro el cuaderno y lo guardo. Luego acaricio por millonesima vez la frente ardiente de Kamal y contemplo su semblante noble y proporcionado-. Parece que este durmiendo.

– En el fondo es lo que hace -ratifico el doctor-. Se supone que las funciones corporales se reducen durante el sueno, como en un estado de inconsciencia.

– Con la diferencia de que el sueno normal termina al cabo de unas horas -anadio Sarah.

– En el mejor de los casos. -Cranston sonrio, y enseguida volvio a ponerse serio-. ?Sabe usted que la considero una persona muy valiente y audaz, lady Kincaid?

– Gracias -replico Sarah-, pero esas cualidades encajan mejor con usted, que fue quien nos salvo.

– Por casualidad. Si no me hubiera topado con sus pisadas…

– No me refiero a eso. Usted arriesgo la vida para salvarnos a Hingis y a mi: no se puede hacer mayor favor a un amigo. Me alegro mucho de tenerlo conmigo.

– Gracias, lady Kincaid.

– Sarah -lo corrigio.

– Horace -se presento el con una sonrisa jovial, a la que ella respondio

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