pista que se tenia, y se buscaba un testimonio escrito al respecto. A continuacion se investigaban las fuentes documentales, y asi una y otra vez. El entramado que se tejia a partir de esa ramificacion de informaciones formaba finalmente la base para verificar las propias teorias, y cuanto mas se metia en la materia, mas informacion obtenia y mas convencida estaba de que el azaroso remedio del que le habian hablado tanto el rabino como el ciclope existia realmente.

Durante toda la tarde y hasta bien entrada la noche, Sarah y sus companeros examinaron anotaciones escritas a mano y pasajes impresos: leyeron las obras de los clasicos latinos y las reflexiones modernas al respecto y profundizaron en la mistica medieval, en apuntes de alquimistas y en tratados filosoficos que giraban en torno a un mismo tema: la cuestion preponderante de como el hombre podria apropiarse de la creacion, de como podria descifrar sus secretos y convertirse en amo y senor de la vida y la muerte.

Sarah nunca se habia ocupado antes de esa materia, por eso la sorprendio tanto ver que las ideas fundamentales se manifestaban en numerosas obras tanto de Occidente como de Oriente. Ya fuera en la epopeya sumeria de Gilgamesh, en la mitologia griega o en los poemas epicos medievales; ya fuera en la Odisea homerica o en las Metamorfosis de Ovidio; en el Golem de la tradicion judia o en las leyendas cristianas del Santo Grial; en los libros de los muertos egipcios o en los estatutos redactados por galenos alquimistas: la idea de descifrar el misterio de la existencia y de asumir el papel de amos de la creacion, ya fuera mediante la magia, la tecnica o la intervencion divina, parecia manifestarse en todas las culturas. Por mucho que las distintas obras se diferenciaran en los detalles, todas hacian suyo el viejo sueno de la humanidad: no tener que seguir aceptando el final de la vida como algo inexorable.

Una de las palabras claves era «inmortalidad», que, si bien no se mencionaba, se repetia en los textos como un eco prometedor y a la vez petulante; la otra era «genesis», la fuerza para crear vida de lo inanimado. Y, de cuando en cuando, tambien se mencionaba el medio que podia hacerlo realidad.

Hydor biou.

Aqua vitae.

L'eau de la vie.

Water of life.

Por mucho que las denominaciones en los distintos idiomas fueran diferentes, siempre aludian a lo mismo. El agua de la vida…

– ?Esta segura de que realmente existe ese elixir milagroso? -objeto Friedrich Hingis cuando por enesima vez interrumpieron sus lecturas para poner en comun lo leido-. Quiza todos estos textos entranan un contenido metaforico; al fin y al cabo, al agua se le atribuye un significado espiritual y de dispensador de vida en casi todas las culturas.

– Cierto -admitio Sarah-, ?y no ha pensado nunca por que?

– Bueno, supongo que sin agua no puede haber vida, ?no? Porque es indispensable para la vida en este planeta.

– Cierto -admitio Sarah de nuevo-. Pero ?y si detras de todas estas historias se oculta una verdad mas concreta? El hombre que me enseno esta ciencia solia afirmar que todos los mitos tienen un fondo de realidad y, segun mi experiencia, tenia mucha razon.

– ?De quien habla? -pregunto la condesa de Czerny-. ?De su padre?

Sarah asintio, y una sombra se deslizo por un momento por su semblante.

– De mi padre -confirmo con voz queda, y no pudo evitar que, por un instante, en su mente no apareciera el rostro bondadoso y encuadrado entre cabellos canos de su padre, sino la cara descompuesta por el odio de Mortimer Laydon.

– Entonces, ?quiere decir que…? -la voz de Friedrich Hingis la retorno al presente.

– Estoy absolutamente convencida -puntualizo Sarah- de que ese fondo real tambien existe en este caso. Y que es la base donde arraigan todos estos textos. Pensemos en los ciclopes. O en el Golem. En ambos casos nos hemos enfrentado a seres mitologicos que, como se ha visto, tenian una correspondencia real.

– Eso es bien cierto -se vio obligado a admitir Hingis.

– Supongamos que su teoria es acertada -comento la condesa-. ?Donde iniciaremos la busqueda? ?Como separaremos lo que es verdad de lo que no lo es? ?El fondo real de lo que se ha anadido y ornado a lo largo de los milenios?

– En este manuscrito medieval -dijo Sarah senalando un antiguo infolio que tenia abierto delante- he descubierto una indicacion interesante. Se trata de una cronica monastica de finales del siglo XII escrita en latin.

– ?Como se le ha ocurrido buscar ahi precisamente? -pregunto Hingis.

Sarah sonrio.

– En un tratado sobre alquimia medieval y cabalistica judia he descubierto un indicio. Por suerte, en esta biblioteca disponen de una copia de esa cronica. Los monjes del monasterio donde se escribio el original eran conocidos por dedicarse a ciencias secretas. Por eso los proceso la Inquisicion. Les cerraron el convento y no pocos monjes acabaron en la hoguera.

– ?Y la cronica sobrevivio a todos esos avatares? -pregunto incredula la condesa.

– En efecto. Sin embargo, todas las indicaciones respecto a la localidad donde se encontraba el monasterio fueron suprimidas con minucioso cuidado, de manera que actualmente no se sabe donde estaba situado. Algunos suponen que en Bohemia, lo cual explicaria por que el Clementinum posee una copia de la cronica; otros, en el norte de Italia.

– Hmm -musito Hingis-. ?Y que ha descubierto usted ahora?

– Un monje llamado Atanasio emprendio un viaje a la lejana Grecia en el ano 1191, supuestamente para visitar a sus hermanos de orden bizantinos en los monasterios del noreste. Sin embargo, en la cronica se manifiesta la sospecha de que a aquel monje le habian confiado una mision secreta que tenia como objetivo conseguir materiae mirandae…

– Materias misteriosas -tradujo Hingis-. Sin duda, para elaborar mixturas alquimicas.

– Eso creo yo tambien -asintio Sarah.

– Aun asi, no deja de ser un indicio vago -objeto la condesa de Czerny-. ?Que relacion guarda con el «agua de la vida»?

– Sabemos por el rabino Oppenheim que el agua fue llevada al oeste de Europa desde Atenas por comerciantes judios -explico Sarah-. Ademas, en la mitologia griega aparece mencionada en diversas ocasiones. El heroe griego Heracles, por ejemplo, murio a causa de un agua con poderes magicos.

– ?Murio? -repitio la condesa-. ?Como encaja eso?

– No olvidemos que, segun dijo el rabino, existen dos elixires: uno que da vida y otro que la arrebata -explico Sarah-. El pobre Ptolomeo tambien lo supo por experiencia propia.

– Ahora que lo menciona -insistio Hingis-, he intentado encontrar pruebas documentales sobre el supuesto envenenamiento de Ptolomeo II. No las hay. Aparte del tal Josefo, ningun historiador habla del suceso.

– Porque el fue el unico que estuvo presente -replico Sarah.

– Pero entonces ?por que no compartio la informacion con otros cronistas como era costumbre?

– ?Tal vez porque no quiso? -arguyo Sarah-. Segun el rabino Oppenheim, el propio Josefo emprendio la busqueda del agua de la vida y, al parecer, la encontro.

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