– ?Donde? -pregunto la condesa.

– Supuestamente en Grecia. En cualquier caso, desde alli fue a parar a latitudes mas occidentales. Y debemos recordar que Alejandro tambien busco el agua de la vida para salvar de la muerte a su padre, Filipo, que estaba herido.

– ?Y? -pregunto Hingis.

– La antigua Pella, que fue capital de Macedonia y donde Alejandro paso su infancia y su juventud, esta a tan solo unos ciento treinta kilometros de los monasterios que el monje Atanasio visito en mision secreta.

– ?Casualidad? -intervino la condesa.

– Demasiadas casualidades para mi gusto -contesto Sarah-. Segun la leyenda, el agua con que fue envenenado Heracles procedia del Aqueronte.

– ?El Aqueronte?

– Segun la mitologia, el infierno griego estaba surcado por cinco rios: Aqueronte, Leteo, Cocito y Flegetonte, que desembocaban en el quinto, el Estigia. A quienes morian, los dejaban a orillas del Aqueronte y los entregaban a Caronte, el barquero de los muertos, para que los cruzara a la otra orilla. A los mortales se les solia negar la entrada al Hades. Sin embargo, algunos heroes como Ulises, Orfeo o Perseo se arriesgaron y regresaron sanos y salvos.

– Con lo cual volvemos a las leyendas -concluyo Hingis-. El circulo de las argumentaciones se ha cerrado por desgracia sin que hayamos podido presentar un fundamento solido basado en hechos demostrables. Solo tenemos suposiciones.

– Hasta ahora -admitio Sarah-. Pero ?y si en esas leyendas tambien se esconde un fondo real?

– ?Que intenta decir, amiga mia?

El matiz de duda en la voz de Hingis no le paso por alto a Sarah, ni tampoco la mirada esceptica de la condesa. Por consiguiente, se tomo un momento para contestar y ordeno de nuevo todos los argumentos.

– Bien -replico finalmente-, si personajes mitologicos como los ciclopes o el Golem tienen un origen real, es de imaginar que historias como las de Orfeo o Perseo en el Hades tambien se remiten a acontecimientos historicos. A cosas que realmente acaecieron.

– ?Habla en serio? -En el semblante de la condesa podia verse cierta expresion de divertimento.

– Lady Kincaid suele hablar muy en serio de estos asuntos -constato Hingis.

Dos anos antes, el suizo seguramente habria estallado en carcajadas, pero haber conocido a Gardiner Kincaid le habia ensenado que ninguna pregunta era demasiado audaz para que una mente despierta no pudiera plantearla, y que siempre valia la pena escuchar atentamente las explicaciones de su hija…

– Por supuesto que hablo en serio -se reafirmo Sarah-. ?Y si realmente existieron todas esas salvaciones del reino de los muertos? ?Y si en realidad solo se produjeron de una manera un poco diferente?

– ?En que sentido?

– Podria ser que todas esas personas que, segun la leyenda, fueron rescatadas del Hades, en realidad no estuvieran muertas, sino que simplemente habian caido en una especie de estasis… O en un estado que los antiguos no sabian diferenciar del de un muerto.

– ?Se refiere a una especie de muerte aparente?

– Coma, muerte aparente, llamelo como quiera. Lo que importa es que esa gente probablemente habia entrado en ese estado y, sobre todo, que algo los libero de el.

– Comprendo adonde quiere ir a parar -asintio Hingis-. El agua de la vida. Y usted supone que Kamal…

– Llamarlo suposicion seria afirmar demasiado -admitio Sarah-. Tan solo es una esperanza a la que me aferro, un leve consuelo.

Hingis asintio y fruncio el ceno mientras parecia cavilar.

– ?Quiere que le de una opinion sincera? -pregunto al cabo de unos instantes.

– ?Le habria explicado algo de no ser asi?

– De acuerdo. -El suizo se irguio y, por un momento, su semblante adopto una vez mas la expresion de sabelotodo por la que Sarah lo habia aborrecido en otras epocas. Ahora sabia que Hingis solo la utilizaba para disimular su inseguridad-. Amiga mia, creame si le digo que me he acostumbrado a presenciar todo tipo de cosas extranas en su compania. Y que jamas habria llegado a acercarme a la tumba de Alejandro, ni siquiera me habria atrevido a sonarlo, y, no obstante, fue una realidad. Sin embargo, alimento serias dudas. Lo que ha ocurrido, y no me refiero tan solo a lo que le ha pasado al pobre Kamal, sino tambien a lo que sucedio anoche, ha sido demasiado para usted y por eso no es de extranar que busque por todas partes indicios que pudieran salvar a su amado y retornarlo al mundo de los vivos.

– Comprendo -dijo Sarah con voz queda, y bajo la vista mientras se tachaba de necia. ?Como habia podido esperar que alguien compartiera siquiera en parte sus aventuradas teorias? Quiza Hingis tenia razon y el deseo de salvar a Kamal prevalecia sobre la razon…

– No obstante -anadio el suizo, arrancandola de sus pensamientos-, no conozco a nadie mas que, bajo la presion que suponen todos esos acontecimientos, sea capaz de efectuar unas reflexiones tan brillantes.

– ?Que?

Sarah levanto la vista. La condesa de Czerny tambien parecia sorprendida.

– ?Quien sabe? -dijo Hingis encogiendose de hombros-. A lo mejor tiene razon. Puede que los personajes que conocemos de la mitologia realmente corrieran una suerte similar a la del pobre Kamal. Quiza les suministraron un veneno que los mantuvo en un estado parecido a la muerte, hasta que una especie de antidoto los devolvio a la vida.

– Eso es exactamente lo que yo creo -corroboro Sarah-. Los medicos me han confirmado que probablemente exista tambien un antidoto para Kamal. Sin embargo, no supieron decirme que ingredientes deberian componerlo ni donde encontrarlo.

– En Grecia -dedujo la condesa.

– Es posible -confirmo Sarah.

– Pero ?donde exactamente? ?Hay algun punto de partida?

– Uno -asintio Sarah-. La unica indicacion sobre el origen de los elixires misteriosos se encuentra en el mito de Heracles.

– El agua del Aqueronte -recordo Hingis.

– Asi es. A diferencia del rio Estigia, el Aqueronte existe de verdad; nace en el monte Tomaros y fluye hacia el oeste cruzando el Epiro para desembocar en el mar. -Sarah cogio un atlas historico que habia abierto sobre la mesa-. Si trazan mentalmente una linea entre Pella, la capital de Macedonia, situada al este, los monasterios de Meteora y esta laguna, por la que pasa el Aqueronte en su camino hacia el mar, comprobaran que los tres puntos se encuentran muy proximos a un eje.

– ?Valgame Dios! -exclamo Hingis, que estaba mirando el mapa.

– Tiene usted razon -constato tambien la condesa.

– En esa laguna -continuo relatando Sarah-, en tiempos antiguos se encontraba el Necromanteion de Efira.

– El Oraculo de los Muertos.

– Efectivamente.

– ?En que consistia? -pregunto la condesa y, ligeramente avergonzada, anadio-: La historia de la Grecia clasica nunca ha sido mi campo preferido. Siempre me han atraido mas los misterios del antiguo Egipto…

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