– Por que encuentre lo que busca -repitieron.
– Salud -dijo la condesa.
Sarah percibio un aroma intenso a ciruelas maduras y el olor acre del alcohol, y de repente sintio nauseas. Sin que pudiera explicarse el porque, todo en ella se resistia a probar aquel licor. Indecisa, sostenia la pequena copa entre sus manos.
– ?Y eso? -pregunto Hingis, que ya habia apurado la suya y tenia las mejillas enrojecidas-. ?Duda? Si no recuerdo mal, nunca ha rechazado usted unas buenas gotas…
– Es verdad -contesto Sarah, cuya renuencia iba en aumento-. Pero, en este caso, preferiria abstenerme. Disculpeme, Ludmilla.
– Por supuesto. -La condesa sonrio y tendio la mano-. Si me lo permite, me lo bebere yo en su lugar.
Sarah le dio la copa y la condesa la vacio sin que sus palidas mejillas cambiaran siquiera ligeramente de color. Solo el brillo de sus ojos verde esmeralda parecio intensificarse un poco.
– Bien -comento Cranston-, creo que todos tenemos cosas que hacer. Ire a ver al paciente y luego me preparare para el viaje.
– Yo tambien -afirmo Sarah-. Ademas, aun tengo que realizar algunas compras antes de partir.
– Hagalo -dijo la condesa-. Antonin volvera ahora mismo a la estacion a confirmar la reserva del coche cama y a arreglar las cuestiones economicas. No podemos perder tiempo, ?verdad? Propongo que nos volvamos a encontrar aqui, en el salon…, ?dentro de tres horas?
– De acuerdo -dijo Sarah, y puesto que Hingis y Cranston asintieron con sendos gestos de cabeza, ya estaba todo dicho.
Sarah Kincaid y los dos hombres se despidieron para dedicarse a sus propios asuntos, y la condesa se quedo. Cuando sus nuevos aliados habian salido del salon, la sonrisa solicita y dulce desaparecio del semblante de Ludmilla de Czerny como si nunca hubiera estado alli.
La condesa volvio a sentarse y, absorta en sus pensamientos, se quedo contemplando el fuego que ardia en la chimenea incluso cuando uno de los paneles de la pared se abrio, deslizandose a un lado con un leve rumor, y pudo verse un pasadizo que hasta entonces habia permanecido oculto. La condesa no se digno mirar a la figura gigantesca y cubierta con una capa que salio por el y se le acerco.
– ?Y bien? -pregunto el gigante.
– No cabe duda -contesto la condesa, permitiendose una risa contenida y sarcastica-. Ya es nuestro.
El gigante la miro y por fin la condesa se digno levantar la vista y fijarla en un rostro con una frente despejada, desde donde la observaba un unico ojo.
Capitulo 8
Recuerdo haber leido noticias sobre el Orient-Express en los periodicos: hablaban de una «maravilla extraordinaria», de un «milagro de la tecnica moderna». Teniendo en cuenta todo lo que veo y experimento, no puedo estar mas de acuerdo.
Antes de nuestra llegada a Praga, los vagones de la CIWL (o de la ISG, como la llaman aqui, en el Imperio austrohungaro) nos habian prestado un buen servicio, pero, comparados con los que cubren la ruta oriental, aquellos ofrecen una imagen antediluviana. Acero, cristal y madera de teca forman una unidad que no solo resulta preciosa, sino tambien sumamente practica, y el ambiente a bordo solo puede compararse con el de un baile o una recepcion solemne. Despues de lo acontecido en Praga, me siento como si nos hubieran apartado de la cruda realidad, pues a bordo todo parece girar alrededor del bienestar de los viajeros y su esparcimiento. Sin embargo, solo necesito mirar el rostro consumido y marcado por la enfermedad de Kamal para saber que este no es un viaje de placer.
El tren esta compuesto por un total de seis vagones que, segun me han comentado, se corresponden con la distribucion tipica del Orient-Express. La locomotora, una vigorosa bestia de carga negra como el azabache, que parece respirar vapor por todos los poros de su cuerpo acerado, va seguida por un tender cargado de carbon que, a su vez, esta conectado a un primer furgon de equipajes que sirve de almacen de viveres y de bebidas, asi como de alojamiento para el personal. Este conecta con un primer coche cama, uno de esos vagones enormes y espaciosos, en cuyos comodisimos compartimientos hay sitio para veinte personas, y en cuyos extremos se han instalado excusados separados para hombres y mujeres. Los compartimientos son amplios y estan bellamente decorados, con bancos que se transforman en camas cuando hace falta.
El centro, y a la vez la joya del tren, lo conforma el vagon restaurante: un salon sobre ruedas, recubierto con gobelinos de piel y terciopelo genoves, en cuya minuscula cocina un chef frances se ocupa de preparar especialidades de lo mas selecto; incluso han pensado en una pequena biblioteca y un saloncito para las senoras, y yo me siento infinitamente mas como en casa en la primera. El vagon restaurante esta unido a un segundo coche cama, que va seguido por el vagon de la condesa, en el que, gracias a la generosidad de Ludmilla de Czerny, podemos viajar todos muy confortablemente. El final del tren lo forma un vagon de equipajes donde no solo se guardan los voluminosos efectos que los pasajeros no necesitan durante el viaje, sino que tambien incluye (un lujo casi inimaginable) cabinas de ducha con agua caliente que hacen posible que los viajeros se aseen periodicamente.
Instalados en semejante lujo, avanzamos a buen ritmo.
Ya hemos dejado atras Viena y viajamos hacia Budapest, pasando junto a arboles cubiertos de nieve y llanuras salpicadas de escarcha. En tanto que en el exterior hace un frio de nieve, la temperatura en los vagones es agradable. El aroma a cafe y a pan y pastelillos recien hechos flota en el aire y se mezcla con los olores a cera y a cuero que parecen omnipresentes.
Casi lamento no poder viajar hasta Estambul en compania de mi amado Kamal. Me imagino que es nuestro viaje de bodas, del que tantas veces hablamos en broma, y la pena me embarga subitamente. Porque el viaje que hemos emprendido es muy distinto y, mientras que en el vagon restaurante corre el champan a raudales y sirven
La letra con que Sarah Kincaid habia escrito en las paginas de su diario parecia un poco torpe comparada con la de las anotaciones de dias anteriores. Si bien los vagones de la CIWL, con cuatro ejes y montados sobre modernos bojes, se correspondian con el nivel mas actual de la tecnica, no lo hacian tanto las vias por las que circulaba el tren y que pertenecian a la privilegiada red de los ferrocarriles del Imperio austriaco. Cada vez que un rail se unia al siguiente, el vagon sufria una sacudida que se plasmaba en la escritura de Sarah.
La joven echo de nuevo una ojeada a la anotacion, cerro el diario y lo dejo sobre la mesilla, que estaba situada debajo de la ventanilla y podia plegarse si era necesario, junto con los mapas que habia encima y el enigmatico objeto en forma de cubo.
El codicubus…
Sarah lo cogio por enesima vez y lo giro en sus manos, examinandolo por todas las caras. Habia creido que el cubo que antano la habia llevado a Alejandria era unico y que no habia
