Ha sucedido lo que temia: el estado de Kamal ha empeorado dramaticamente. Su pulso es irregular y apenas se percibe. Si no consigo ayudarlo pronto, temo lo peor…
No se aparto de su lado en toda la noche. Habia escuchado atentamente y con espanto las palabras del doctor Cranston, pero no habia entendido realmente lo que decia. Habia hablado de un aumento de la temperatura corporal y de una disminucion de los reflejos, que quiza provocaria que pronto fuera imposible continuar suministrando al paciente los liquidos y la alimentacion que necesitaba tan imperiosamente para sobrevivir. Asimismo, las consecuencias de la alimentacion artificial comenzaban a notarse. El paciente estaba debil y era propenso a coger infecciones de todo tipo…
– No puedes irte, ?me oyes? Tienes que quedarte conmigo…
Sus labios formularon por enesima vez esas palabras, que se habian convertido en una especie de conjuro a lo largo de la noche. Cada vez que la desesperacion y la pena amenazaban con vencerla, Sarah lo pronunciaba y, de ese modo, consiguio realmente mantener sus sentimientos a raya. Sus mejillas estaban palidas y consumidas, y los ojos enrojecidos por las lagrimas.
Cogia continuamente un vaso de agua hervida que estaba sobre la mesilla de noche e intentaba verter unas gotas en la boca entreabierta de Kamal. Con suerte, eso lo mantendria con vida unos dias, quiza incluso una o dos semanas, pero no lo curaria.
Porque no era el agua adecuada…
Aunque el estado de Kamal habia empeorado (?o precisamente por eso?), Sarah seguia dispuesta a emprender el viaje y comenzar la busqueda del remedio. No podria llevarse con ella a Kamal, eso era incuestionable, y le romperia el corazon separarse de el. Pero, de no hacerlo, el enfermo se veria despojado de la ultima esperanza de curacion.
Se inclino sobre su amado y lo beso carinosamente en la frente ardiente.
– Ire a buscar ayuda, amor mio -le susurro al oido-. Buscare un remedio para ti y te liberare de la oscuridad; no importa lo que tenga que hacer ni con que poderes tenga que pactar. Te salvare, carino, ?me oyes? ?Juro que te salvare!
Se incorporo un poco para ver si sus palabras habian causado algun efecto. Pero el semblante de Kamal, que ya no parecia ni joven ni energico como unos dias atras, sino consumido y demacrado, no mostro ninguna reaccion.
Probablemente no podia oirla…
Pero no por eso su promesa era menos sincera…
Las lagrimas volvian a estar a punto de saltarsele cuando se abrio la puerta de la habitacion. Sarah se seco enseguida los ojos, puesto que supuso que serian Cranston o Hingis y no queria mostrarse tan debil y vulnerable ante ellos. Pero se equivocaba, ya que no fue ninguno de sus dos companeros masculinos quien entro en la sala, se acerco a ella con pasos silenciosos y le puso la mano en el hombro para reconfortarla, sino la condesa de Czerny.
– Se cuanto esta sufriendo -le dijo con voz queda-. Yo tambien vele a mi esposo en el lecho de muerte durante muchos dias y muchas noches. Luchas contra el destino y te preguntas por que te lo quitan todo.
– Aun no tengo motivos para luchar contra el destino, condesa -replico Sarah valerosamente-, porque aun hay esperanza y este no es un lecho de muerte.
– Por supuesto que no -se apresuro a decir la condesa, aunque se noto que lo hacia para tranquilizar a Sarah-. ?Aun tiene intencion de seguir su plan?
– Ahora mas que antes.
La condesa asintio pensativa; luego se sento junto a Sarah en el borde de la cama. Durante unos segundos, las dos mujeres se miraron profundamente a los ojos sin que pudiera saberse que pensaban una de otra.
– Es usted una mujer asombrosa, lady Kincaid.
– Usted tambien, condesa.
– No habia visto nunca a nadie con una voluntad tan inquebrantable.
– No se trata de voluntad inquebrantable -corrigio Sarah, sonriendo azorada-, sino de desesperacion.
– Pues no parece desesperada.
– Tal vez porque he aprendido a ocultar lo que realmente siento.
– Igual que yo.
– Bueno -replico Sarah quedamente-, entonces si que parecemos realmente hermanas, ?no?
La condesa asintio con un movimiento de cabeza. Sus miradas se encontraron de nuevo y, por un momento, fue como si el tiempo se detuviera a su alrededor.
– Si me hace el favor de acompanarme al salon -dijo finalmente la condesa Ludmilla-. Los senores Cranston y Hingis se han reunido alli para que hablemos.
– Ahora mismo voy -prometio Sarah.
Antes de levantarse y seguir a la condesa, le dedico de nuevo una mirada amorosa a Kamal y le acaricio suavemente la mejilla y el menton cubierto de barba.
Siguiendo el consejo del doctor Cranston, las cortinas de terciopelo de la habitacion estaban corridas, de manera que alli imperaba una penumbra tranquilizadora que el medico consideraba beneficiosa para el paciente. Cuando Sarah salio de la habitacion, la cego la luz que entraba por los altos ventanales del corredor. Si bien se habia enterado de que ya habia despuntado el dia, no le habia dado mas importancia. Entonces se dio cuenta de que habia empezado a nevar bien entrada la noche y que tanto las calles como los tejados de las casas vecinas estaban cubiertos por una capa blanca.
La condesa de Czerny la acompano personalmente al salon, donde, dado que el invierno habia irrumpido, la chimenea estaba encendida desde primera hora de la manana. El fuego chisporroteaba en el interior, enmarcado en estuco gris, y delante habia una mesa baja de madera con unas patas elegantemente torneadas. Encima habia un mapa desplegado. La mesa estaba flanqueada por unas butacas tapizadas con terciopelo, de las que dos estaban ocupadas. Los dos hombres que se sentaban en ellas interrumpieron la conversacion y se levantaron cuando Sarah y la condesa entraron en la sala.
– Hola.
– Buenos dias, Friedrich. Y tambien a usted, doctor.
– Sarah -contesto Cranston, y devolvio el saludo inclinando educadamente la cabeza y con una mirada de preocupacion-. ?Como se encuentra?
– Bien, gracias -mintio Sarah: en realidad se sentia consumida y miserable, no solo porque habia pasado la noche en vela, sino tambien porque esa manana sentia nauseas.
– Enseguida ire a ver a Kamal -prometio el medico-. Pero antes tenemos que hablar de algunas cosas. La condesa y el senor Hingis me han informado de lo que descubrieron en la biblioteca…
– Bueno -se limito a decir Sarah mientras la condesa y ella se sentaban. Acto seguido, Cranston y Hingis tambien tomaron asiento-. Al menos hay un indicio que valdria la pena seguir.
– ?Incluso despues de que el estado del paciente haya empeorado?
– Precisamente porque el estado del paciente ha empeorado -afirmo Sarah-. Ni usted ni ningun otro medico pueden curar a Kamal. El agua de la vida es su ultima posibilidad.
– No necesita convencerme, lady Kincaid. Si no confiara ciegamente en