descubierto el corpino y el nacimiento de sus pechos, pequenos y turgentes.

Ella se recosto mientras las manos experimentadas de Kamal los liberaban a ambos de toda prenda molesta. El rostro de su amado aparecio sobre el suyo y ella lo cogio entre sus manos y lo cubrio de besos mientras el la penetraba despacio. Sarah lo cino entre sus piernas y lo atrajo hacia si. Gozo sintiendolo en su interior, poseyendolo, entregandose por un dulce instante a la idea de que solo le pertenecia a ella, para siempre jamas.

Podia ver sus sombras en la pared, las siluetas titilantes de dos personas que se habian convertido en una. En las alas del amor, Sarah Kincaid encontro realmente el olvido, y su esperanza de poder dejar atras definitivamente las sombras del pasado parecio cumplirse en aquel momento.

Sin embargo, el viejo aforismo de su padre, segun el cual la historia nunca descansa, volvio a confirmarse una vez mas.

Porque esa noche regresaron las sombras.

Capitulo 3

Kincaid Manor, Yorkshire, noche del 17 de septiembre de 1884

– ?Abran de inmediato! ?Abran la puerta!

Los gritos roncos y el martilleo sordo de los punos que golpeaban la puerta de Kincaid Manor despertaron a Sarah, y esa vez estaba segura de que los ruidos no provenian de un sueno que la habia perseguido aun estando despierta.

Se incorporo alarmada.

Un nuevo punetazo contra la puerta.

– Abran la puerta de inmediato o emplearemos la fuerza -anuncio alguien energicamente.

Sarah noto que la ira fluia por sus venas. ?Quien demonios tenia el descaro de aporrear a esas horas de la noche la puerta de su finca y de solicitar la entrada de un modo tan irrespetuoso? Salto enfurecida de la cama y se cubrio con un camison que estaba colgado en un gancho de la pared. Kamal tambien se habia despertado, su mirada revelaba desconcierto.

– ?Que diantre…? -pregunto, pero ella, encaminandose ya hacia la puerta, le hizo un gesto con la mano para que no se preocupara.

Kamal se apresuro a seguirla. Se puso la camisa y los pantalones, lo minimo imprescindible. Sin perder tiempo, se echo atras los cabellos revueltos. Sarah ya estaba bajando. Con una vela en la mano, que habia encendido a toda prisa, se deslizo rapidamente por la ancha escalera de piedra hacia el vestibulo, donde ya la esperaban.

– Madam, no se que significa todo esto -murmuro aturdido Trevor, el anciano criado, con los cabellos blancos despeinados en todas las direcciones.

La camisa de dormir le llegaba hasta los tobillos y, a la luz tremula del candelabro que llevaba, le hacia parecer un fantasma. Entonces, desde la zona de la cocina, donde se hallaban las habitaciones del servicio, tambien se abrio paso un griterio nervioso.

– En nombre de su Majestad, ?abran la puerta! -trono de nuevo la energica voz-. ?O la abriremos por la fuerza!

– ?Quien es? -pregunto Sarah en voz alta y clara, para espanto de Trevor, que habria preferido esconderse en cualquier sitio.

– El inspector Lester de Scotland Yard -fue la respuesta-. Si no nos abren de inmediato, nos veremos obligados a usar la fuerza.

Trevor le lanzo una mirada interrogativa a Sarah, que asintio con un movimiento de cabeza. Evidentemente, no tenia sentido prohibir la entrada a los representantes de la ley de su Majestad. La cuestion era mas bien que buscaban a las cuatro de la madrugada a las puertas de Kincaid Manor, tan lejos de Londres.

Titubeando y con una expresion de desanimo en el semblante, el criado se acerco a la puerta y la desatranco. Una de las pesadas hojas cedio chirriando, y aparecieron los rasgos enrojecidos por la ira de un hombre que Sarah calculo que tendria unos cuarenta anos. El cabello rojo que sobresalia por debajo del esbelto sombrero de copa estaba alisado con gomina. Las miradas de aquella visita no deseada se clavaban en todas direcciones como dagas, y sobre sus labios delgados, que temblaban de furia, destacaba un bigotito perfectamente recortado, que probablemente pretendia ser atributo de un caballero. Sin embargo, sus modales eran los de un patan…

– ?Inspector Lester? -pregunto Sarah con acritud, y se le acerco con determinacion.

– Efectivamente. Y usted es…

– Lady Kincaid, la duena de esta finca -contesto asperamente-. ?Seguro que podra explicarme que significa su extrana aparicion a estas horas, inspector! Les ha dado un susto de muerte a mis criados.

– No era esa nuestra intencion -explico Lester sin mostrar ningun pesar-. Pero nos hemos enterado de ciertas circunstancias y teniamos que actuar de inmediato.

– ?En serio? -Sarah entorno los ojos, escrutadora-. Y, si es tan amable, digame, ?de que circunstancias estamos hablando?

– Tenemos motivos para suponer que bajo su techo se alberga un asesino muy buscado -declaro sin rodeos el inspector, detras del cual se apinaban varios agentes uniformados y armados que portaban antorchas.

– Eso es ridiculo -contesto Sarah, aunque en aquel momento tuvo la sensacion de que el mundo seguro que se habia esforzado en construir durante los ultimos meses se hacia anicos como un cristal viejo y gastado.

Oyo el leve gemido que habia soltado Kamal y vio por el rabillo del ojo que retrocedia lentamente.

– ?Usted! -mascullo Lester, que se habia percatado de su presencia justo en ese momento-. ?Es usted Kamal Jenkins?

– ?Por que? -fue la respuesta insegura.

– Lo interpretare como una afirmacion -replico el inspector, impasible-. Kamal Jenkins, queda detenido como sospechoso de asesinato.

– ?Sospechoso de asesinato? -pregunto Sarah, aterrada-. ?De que se le acusa exactamente?

– Se le acusa de haber apunalado al granadero real Samuel Tennant en la noche del 7 al 8 de abril de 1869. Tambien de haber herido gravemente y con premeditacion al granadero real Leonard Albright y de haberlo despojado de su virilidad.

Sarah contuvo el aliento.

Hasta entonces, esos dos soldados solo habian sido vagos espectros para ella; representaban algo que habia ocurrido mucho tiempo atras y que Kamal le habia confesado una noche junto al fuego en el desierto, cuando ambos se contaron mutuamente sus secretos mas profundos y ocultos. Acababa de oir por primera vez los nombres de aquellos dos sujetos y sintio una gran conmocion al comprender que el pasado estaba ahi para llevarse a su amado…

Asustada, se dio la vuelta hacia Kamal. En el espanto que se reflejaba en el rostro del hombre pudo reconocer que el tampoco habia contado con que le pedirian cuentas por un acto cometido tanto tiempo atras. Sin embargo, al temor que se reflejaba en sus ojos se anadia algo con lo que Sarah no habia contado.

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