de ante, llevaba bombachos turcos y la tipica faja cenida a las caderas, donde guardaba un punal curvo de aire oriental y un revolver. Encima, una camisa a rayas de tonos azules, cortada segun la moda griega, y un chaleco de piel de borrego que abrigaba lo suyo. En la cabeza lucia un fez envuelto en un turbante blanco. Los porteadores y el cocinero vestian de manera similar y con ello atestiguaban hasta que punto los usos y las costumbres de los turcos habian marcado la vida griega durante los ultimos mas de cuatrocientos anos.

– ?Un lobo? -repitio el suizo no demasiado contento.

-Evet, en el Pindo hay muchos, ?no sabia? -pregunto Pericles, que hablaba un ingles aceptable y de vez en cuando lo salpicaba con palabras en dimotikr [6]o turco.

– No -confeso Hingis, agriamente-, no lo sabia…

– No son peligrosos -dijo el guia intentado tranquilizarlo-. Osos, mucho peor.

– ?Osos? -gimio Hingis.

– Nai -confirmo Pericles mientras levantaba receloso la vista hacia las rocas que los rodeaban y refrenaba el caballo-. Por ellos, yo tampoco preocupado…

– Entonces, ?por que? -inquirio Sarah, llevando a su caballo junto al del guia-. ?Ha descubierto algo?

– Chist -indico el guia, que se tapo la boca con la mano para darle a entender que callara. Luego echo atras la cabeza como un animal husmeando y escucho atentamente en el viento-. Ya no oye nada -senalo entonces-. Tamam.

Sarah miro a los demas, que tambien habian detenido las cabalgaduras, incluidas las mulas que llevaban los bultos. En los semblantes de los porteadores podia leerse el desanimo, tal vez incluso un poco de miedo…

– ?De que tienen miedo? -pregunto Sarah en voz baja.

– Kleftes -contesto Pericles, conciso-. O turcos. No diferencia.

– ?Kleftes? -pregunto Sarah.

– Asi llaman a luchadores griegos que se esconden en montanas. Han liberado el sur, pero quieren mas. Turcos no quieren dar.

– La misma cancion de siempre -ratifico Sarah-. Pero ?en que nos afecta a nosotros?

La mirada que le dedico el macedonio, que normalmente se mostraba despreocupado, fue sombria.

– Turcos ocupan puerto montana -explico-. Kleftes atacan a veces. Si hay lucha, mejor no en medio, o thanatos.

– Comprendo -dijo Sarah, cuyos conocimientos de griego clasico bastaban para entender al menos aquella palabra.

No sabia demasiadas cosas sobre la lucha por la libertad de los griegos, exceptuando que habia empezado hacia mas de sesenta anos y que se habia dirimido con una dureza atroz por ambas partes. En el ano 1821, el arzobispo de Patras habia urdido la revuelta y, en sus inicios, los rebeldes griegos masacraron a muchos turcos en la ciudad de Tripoli. Los gobernantes otomanos se vengaron cruelmente y, un ano mas tarde, mataron a decenas de miles de griegos en la isla de Quios para escarmiento de los cabecillas, lo cual avivo la llama de la resistencia, sobre todo tambien porque los helenos comenzaron a recibir ayuda del extranjero a partir de ese momento.

En octubre del ano 1827 se libro una batalla en la bahia de Navarino, en la que buques franceses, rusos y tambien britanicos se enfrentaron a la flota de Ibrahim Pacha y, aun siendo esta muy superior en numero, se alzaron con la victoria. El Peloponeso y partes de Grecia central se separaron de la union de reinos que formaban el Imperio otomano y consiguieron la independencia, aunque con ello se desato una lucha pertinaz por hacerse con la frontera norte de la recien fundada nacion. La contienda aun persistia y no tenia un vencedor claro. No obstante, una cosa podia afirmarse sobre ese y sobre cualquier otro conflicto en torno al poder politico y unos objetivos ideologicos abstractos.

Los ideales eran la primera victima en el campo de batalla…

– Jefe de los kleftes se llama Anasthatos -continuo explicando Pericles-. Muchas historias de el, pero pocos han visto, y yo no quiero ser uno.

– Yo tampoco -comento Sarah, que no sentia el mas minimo deseo de conocer a un bandido. Ya tenia bastantes problemas.

La caravana prosiguio su camino. A medida que ascendian, cada vez mas hacia frio y Sarah estaba helada a pesar de la pelliza que llevaba. Poco despues de mediodia se puso a nevar. Empezaron a caer en silencio copos pequenos de nieve, que cubrieron el camino y los arboles de los margenes con una capa blanca que amortiguaba cualquier ruido y brindaba un aspecto menos peligroso al paisaje agreste y escabroso, aunque esa percepcion habria sido erronea.

Por la tarde llegaron al puerto de montana. Las rocas y los arboles estaban cubiertos de nieve, igual que los tejados de los gruesos edificios de muros toscos que flanqueaban el camino. No obstante, como comento Pericles, podian franquearlo. Sarah lo miro con sentimientos dispares, puesto que se preguntaba como regresarian con esas condiciones meteorologicas…

Tal como habia anunciado el guia, el puerto, situado en las proximidades inmediatas de la frontera, estaba controlado por soldados turcos. Mirara donde mirara, Sarah veia combatientes vestidos con uniformes de color azul oscuro, y cuya imagen se completaba con el fez rojo y la tipica faja. Los oficiales llevaban casacas cortas con galones dorados y arabescos bordados, que denotaban un tradicionalismo otomano, igual que los bigotes que brotaban en los rostros de los soldados.

Tal como Sarah esperaba, los pararon y los sometieron a control. Apuntandolos con fusiles Remington y las bayonetas caladas, obligaron a los viajeros a desmontar y un peloton de soldados empezo a registrarles el equipaje. Lo que les parecia de utilidad, se lo requisaron de inmediato, entre otras cosas, calcetines gruesos de fabricacion suiza y una lata de petroleo. Sarah los dejo hacer, aunque seguramente ambas cosas les habrian resultado utiles a ellos. Era muchisimo mas importante cruzar el puerto lo antes posible…

El capitan de la tropa no hablaba ingles. Con Pericles haciendo las veces de interprete, Sarah le explico que era una britanica rica y excentrica, a la que se le habia metido en la cabeza visitar algunos lugares de la Grecia clasica. El guia seguramente anadio algo mas, ya que el capitan, que antes los miraba con recelo, de pronto parecio relajado, incluso divertido. Tomo el salvoconducto, lo examino y luego indico a sus hombres que los dejaran pasar.

Sarah, en cierto modo asombrada, volvio a montar, para divertimento de los soldados que, al parecer, nunca habian visto a una mujer a lomos de un caballo y aun menos cabalgando sobre la silla como un hombre. Sarah aguanto tambien eso: lo esencial era que podian proseguir el viaje y llegar lo antes posible al otro lado.

Un angosto camino abierto entre rocas descendia desde el puerto trazando una curva muy cerrada. La nevada arrecio y apenas permitia ver nada a treinta metros de distancia.

– Kako -comento Pericles, preocupado-. Tendriamos que haber quedado en el puerto y dormir alli.

– ?En compania de los soldados? -pregunto Sarah, que podia imaginar cosas mas agradables que pasar la noche entre una caterva de individuos que no habian visto a una mujer en semanas o, seguramente, en meses-. No, gracias.

– Se ha portado inteligente -la alabo el macedonio.

– ?Por que lo dice?

– No intentado sobornar a capitan. No es efendi, es oficial. Hombre de honor. Jamas ofenderlo.

Sarah comprendio a que se referia el guia. Por lo visto, entre los militares otomanos, al menos seguia habiendo algunos que se mantenian leales a su imperio y a su sultan.

– ?Que le ha dicho realmente al capitan? -pregunto-. Parecia tan

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