divertido de repente…
– No importa -contesto Pericles con evasivas.
– Pues claro que importa -insistio Sarah severamente, y refreno su caballo para dejar bien claro que hablaba en serio-. Quiero saberlo, ?me oyes?
– ?De verdad? -Pericles tambien detuvo a su caballo, aunque en su semblante se leia que no queria decir la verdad.
– Por supuesto.
– ?Por que iba a reganarte? -Porque yo dicho que…
Miro a Hingis y parecio no atreverse a decirlo en voz alta. Entonces le hizo un gesto a Sarah para que se le acercara y el pudiera comentarselo al oido. La joven hizo lo que le pedia, se inclino en la silla hacia el, escucho atentamente… y se llevo una sorpresa.
– ?Le… le has dicho que el senor Hingis y yo estabamos casados? - pregunto Sarah abriendo los ojos como platos-. ?Y que lo trato como a un calzonazos?
– Mas o menos -admitio el guia timidamente.
– Es… es inaudito -exclamo Sarah-. ?Como has podido afirmar que…?
– Sarah -intervino Hingis de repente.
– ?Que? -resollo la joven.
– Creo que Pericles ha hecho bien recurriendo a una pequena mentira… No siento el menor deseo de acabar como esos de ahi.
Hingis senalo al otro lado del camino; Sarah miro hacia alli y se le corto la respiracion. En el margen del sendero habia cuatro arboles… de los que colgaban cuatro cuerpos sin vida.
Por la vestimenta que llevaban, eran griegos, guerrilleros a los que habian atrapado y ejecutado. A juzgar por el estado de los cadaveres, los habian colgado hacia unos dias, puesto que tenian la piel extranamente blanca y helada.
Habian prescindido de vendarles los ojos a aquellos hombres o de taparles la cabeza con un saco, y Sarah pudo ver sus semblantes inertes, petrificados por un terror infinito, que parecian observarla llenos de reproches mudos.
– Esto es una barbarie -se acaloro-, totalmente indigno de gente civilizada.
– Es evidente -asintio Sarah, que aparto la mirada de aquella imagen del horror y arreo de nuevo a su caballo.
– Entonces, no enfadada conmigo -pregunto el guia avanzando hacia ella.
– ?Por que habria de estarlo?
– Por decir cosas que no verdad.
– No -contesto Sarah con voz apagada-. Seguramente nos has salvado la vida…
Sin volver a mirar a los ahorcados, agito las riendas y continuo cabalgando, todavia conmocionada por lo que acababa de ver. Un enfrentamiento abstracto, que hasta entonces solo conocia a traves de noticias en los periodicos, se habia concretado de repente, habia adquirido un rostro, literalmente, cuatro.
Durante toda la tarde, mientras cabalgaban hacia el oeste por el angosto paso de montana, Sarah recordo los rostros inertes y rigidos de los rebeldes que habian sido ejecutados por los ocupantes turcos y, aunque ella no estaba implicada en el conflicto y hasta entonces le habia resultado indiferente su desenlace, se sorprendio al descubrir que sus simpatias recaian en el bando de los griegos.
Debido a la nieve que empezaba a cubrir tambien el camino, la caravana avanzaba lentamente; la temperatura aumentaba a medida que descendian y, finalmente, la nieve se transformo en lluvia. Al caer la noche, los viajeros buscaron cobijo en una casa de labranza en ruinas que se encontraba en un claro a unos cincuenta metros del camino.
Sarah supuso que hacia mucho tiempo que el edificio estaba vacio. No habia puertas ni ventanas, las paredes estaban agrietadas, la madera carcomida y parte del tejado, hundido. Sin embargo, encontraron una habitacion amplia con el techo aun intacto y que les ofrecia suficiente resguardo de la lluvia torrencial. Hingis y Pericles propusieron que Sarah se alojara alli, en tanto que ellos se contentarian con un cuarto menos seco. Sarah rechazo la propuesta con determinacion. No queria tratos especiales y estaba dispuesta a compartir todos los infortunios con sus camaradas. Asi pues, eligieron aquella habitacion como alojamiento comunitario, donde la joven y sus acompanantes extendieron las mantas y encendieron un fuego en la chimenea, que aun funcionaba a pesar de su ruinoso estado. Alexis, el cocinero, consiguio preparar una sabrosa comida al fuego. En el fondo, no contenia mas que alubias blancas y aceite de oliva, pero no solo reconfortaba y saciaba, sino que tambien tenia un sabor exquisito.
Sarah dejo que Pericles asignara las guardias. Cada turno lo cubririan dos hombres, y en cada uno solo ponia a un mulero. Era evidente que el macedonio no se fiaba demasiado de los hombres de Valaquia, que hablaban entre ellos en un extrano dialecto. Cuando, una vez mas, quiso prescindir de Sarah en la planificacion, ella insistio tambien en participar como los demas,
– ?Podra? -pregunto el guia con franco escepticismo.
– Confia en mi -contesto Sarah mirando el Sam Browne, en el que no solo llevaba una cantimplora, sino tambien un punal Bowie de fabricacion estadounidense y la pistolera con el Colt Frontier-. Se defenderme.
– No dudo sabe disparar -admitio Pericles mientras cargaba su arma, una pistola de aspecto anticuado y con ornamentos arabes, que despues volvio a meter en la faja-. Pero ?disparado contra alguien?
– Por supuesto -confirmo Sarah quedamente, puesto que no estaba orgullosa de ello.
– Usted, mujer extrana.
Sarah se echo a reir..
– Si he de serle sincera, me han hecho cumplidos mas placenteros - replico-. Pero, si no hay mas remedio, tambien acepto este.
– ?Por que todo? -pregunto el guia-. ?Por que hace esto?
– Para salvar al hombre que amo -explico Sarah sin dudarlo-. ?Me comprende?
– Cierto -asintio Sarah.
– ?Tambien su amor esta de odisea?
– En cierto modo -confirmo Sarah con melancolia.
Sin saberlo, Pericles habia dado en el clavo. Kamal estaba atrapado en una lejana odisea que le impedia regresar a casa, pero tambien ella lo estaba… Y en medio de aquel frio gelido y de la tormenta que bramaba fuera y enviaba los aullidos del viento a traves de las ruinas de la vieja casa de labranza, a Sarah le parecio de repente imposible que volvieran a encontrarse jamas.
Las probabilidades eran minimas…