– Ya han visto lo peor. No creo que unos minutos los perjudiquen todavia mas. Alguien tiene que quedarse con el cadaver. Si los mando subir solos sus padres bajaran inmediatamente, y es mejor que haya el menor lio posible antes de que llegue la policia.

Emma reflexiono un momento, con aire, ausente, abrazando la toalla doblada contra su cuerpo.

– De acuerdo -dijo, recuperando la eficiencia. Salio, acompanada por el ruido de sus chancletas sobre las baldosas.

Ella habia aceptado su autoridad sin cuestionarla, penso Kincaid, pero no todo iba a resultarle tan facil. Habia sido un estupido al fingir no ser quien era, y ahora tendria que apechugar. Tenia un instinto de policia demasiado desarrollado para sofocarlo. Sentia ya que sus sentidos se aguzaban, como al principio de cada caso. Pero este no era suyo, se recordo con determinacion. No estaba en su jurisdiccion, y sus colegas de la zona lo verian como un estorbo: Scotland Yard metiendo las narices donde no la llaman. No conocia a ninguna de aquellas personas, tal vez solo a Hannah. No queria tener mas que una relacion casual con ellos y no debia implicarse por nada del mundo. Sintio un aguijonazo en la conciencia. Sebastian le caia bien. De pronto, se noto agotado. Se le ocurrio, en el breve remanso entre el descubrimiento y la actuacion oficial, que estaba sufriendo cierto grado de conmocion. Siempre sentia un acceso de lastima y rabia al encontrarse con un cadaver, aunque habia aprendido a distanciarse, a categorizarlo. Pero nunca antes se habia encontrado con el cuerpo de alguien a quien habia conocido, tocado, con quien habia hablado horas antes. Sintio la necesidad de hacer un gesto especial, de reconocimiento. Se arrodillo y toco por un instante el hombro desnudo de Sebastian.

Se estremecio. Tenia la piel mojada y fria ahora que el acceso de adrenalina habia bajado. Por bien que le hubiera caido Sebastian, el no era responsable de su muerte, no tenia otro poder oficial que el de un testigo inocente. Y como no podia hacer nada mas por Sebastian Wade, volvio al lado de los ninos.

* * *

El policia de guardia no tardo en llegar, abotonandose todavia la chaqueta del uniforme. Era un hombre joven y grueso, de cara redonda y rubicunda y expresion ligeramente bovina.

– A ver, ?que es eso de que se ha ahogado un hombre en la piscina?

– No se ha ahogado -dijo Kincaid. Le hizo una senal a Emma, que le pisaba los talones al policia, para que se quedara con los ninos-. Se ha electrocutado. Con un aparato pequeno, supongo. Lo he desenchufado desde arriba, antes de sacarlo del agua, pero no he comprobado que era.

– ?Ha tocado el cadaver, senor?

Observo con calma a Sebastian que yacia como una ballena varada en el borde de la piscina, aunque a Kincaid le parecio que perdia algo de su color rosado.

– Pues claro que lo he movido. Tenia que comprobar que estaba muerto.

La exasperacion de Kincaid hizo que el policia se afirmara en su dignidad oficial. Se irguio en toda su altura, nada despreciable, saco cuaderno y lapiz y se balanceo sobre los talones.

– ?Y usted quien es, senor?

Por desgracia, chupo el lapiz antes de llevarlo al cuaderno, y eso le hizo perder algo de la imagen de competencia y autoridad que pretendia darse.

– Me llamo Kincaid. Soy detective. Comisario de Scotland Yard. Estoy aqui de vacaciones y casualmente he sido el primero en bajar, aparte de los ninos. Y, gracias a Dios, ellos no han tocado nada.

Habia averiguado que los ninos se llamaban Bethany y Brian, y que se habian escabullido de la habitacion mientras sus padres dormian.

– Es que queriamos explorar -le habia explicado Brian, con un ceceo exagerado por el hueco de un diente-. Parecia que el hombre estaba nadando y podia aguantar mucho sin respirar. Pero no salia y no salia…

– Y estaba muy raro -anadio Bethany-. No sabiamos que era Sebastian, no hemos visto su… y entonces Brian se ha echado a llorar. -La nina habia mirado con reprobacion a su hermano, con toda la superioridad de una hermana mayor, ahora que el horror se habia quedado al otro lado de la puerta-. ?Hemos hecho algo mal?

Brian hizo un puchero, al borde de las lagrimas, y Kincaid se apresuro a tranquilizarlos:

– Los dos habeis sido muy valientes y muy responsables. Vuestro papa y vuestra mama estaran orgullosos de vosotros, y en cuanto llegue la policia alguien os acompanara arriba, con ellos.

El policia parecia haber decidido que Kincaid no podia ya causar ningun dano. Despues de todo, llevaba solo con el cadaver un buen rato:

– Agente Rob Trumble, senor. Tengo que llamar a la central. Si no le importa…

– Claro. -Kincaid le hizo un gesto de despedida y se quedo ante el cadaver, indeciso. Con que diablos lo habrian hecho, se preguntaba. Se quito el albornoz y se introdujo en el agua templada. Se envolvio la mano con un trozo de tela, la metio en el agua y saco el objeto del fondo con cautela. Era un calentador electrico portatil, del tamano de un bolso de mujer, y si no estaba muy equivocado, lo habia visto, o uno muy parecido, bajo el escritorio metalico de Cassie.

* * *

El agente Trumble, sonrojado por la excitacion e imbuido de autoridad, dio permiso a Kincaid para secarse y vestirse, y Emma fue a acompanar a los ninos a su habitacion. Kincaid no tenia ganas de que los oficiales de la jefatura de policia de Mid-Yorkshire lo encontraran desnudo, mojado y sin documentacion. No tenia sentido ponerse en una posicion de desventaja psicologica. Se habia friccionado la cabeza con la toalla, se habia puesto los tejanos y un gastado jersey de algodon azul. Con zapatillas de deporte y la cartera y las llaves bien guardadas en el bolsillo, se sintio suficientemente armado. Cuando bajaba ya las escaleras de la piscina, un vacio en el estomago le recordo que no habia desayunado.

Cuando habia vuelto a su habitacion le sorprendio que fueran las ocho, y que la manana avanzara a su paso habitual. La prometedora calma de una hora antes parecia a anos luz de distancia. En la casa se iniciaba el revuelo. Oyo las puertas abrirse suavemente y movimientos en las habitaciones vecinas. La policia local tendria que apresurarse a retener a los huespedes antes de que iniciaran su exodo diario.

Kincaid volvio junto a Trumble, que vigilaba la piscina en silencio, y cuando llego el inspector jefe Bill Nash, acompanado del inspector Peter Raskin, Kincaid se alegro de ir vestido. Nash era calvo, corpulento y arrugado, como un elfo jovial con voz campechana de Yorkshire y ojillos negros y opacos como el alquitran. Nash dio un golpecito a la tarjeta que le mostraba, y Kincaid tuvo la sensacion de haber sido valorado y rechazado en cinco segundos.

– Estamos buenos -dijo Nash-, uno de Scotland Yard que no tiene nada mejor que hacer que meterse en los asuntos de los demas. Lo que nos faltaba. ?Y como ha llegado tan rapidamente al escenario, muchacho?

Kincaid disimulo su antipatia y se obligo a mostrarse razonable:

– Mire, inspector, por pura coincidencia. No tengo ninguna intencion de meterme por medio, pero me gustaria mirar, si no molesto.

– Pues procure no molestar. -Nash se daba cuenta de que no era conveniente desde un punto de vista politico echar del lugar a un oficial de Scotland Yard, pero su voz no era acogedora. Estudio el cadaver con detenimiento-. El senor Sebastian Wade, ?verdad?, ayudante de direccion. Ex ayudante de direccion, mas bien.

Permanecio en un silencio contemplativo por un momento mas, luego salio de su abstraccion.

– Peter, toma declaracion al senor Kincaid, para que pueda irse a sus quehaceres.

Puso el enfasis en la palabra «senor», y Raskin lo miro receloso, luego saco el cuaderno e invito a Kincaid a sentarse en el banco de madera adosado a la pared. No habia hablado desde que los presentaron. Ahora, mirando de reojo para asegurarse de que Nash estuviera ocupado, arqueo las cejas en un gesto de complicidad hacia Kincaid. Raskin era un hombre joven, enjuto, de rostro delgado y oscuro, de cara saturnina y un mechon de cabello negro estilo Heathcliff * sobre los ojos. Kincaid respondio a sus pausadas preguntas con la mitad de la atencion, mientras escuchaba a Nash con la otra.

Trumble recibio el encargo de ir a ver a los huespedes.

– Trumble te llamas, ?no? Vamos a ver, reunelos a todos en el salon, quieran o no, y que se queden alli hasta que los necesite. ?Entendido?

– Si, senor -dijo Trumble, con poco entusiasmo. Kincaid lo sintio por el: era el acontecimiento mas emocionante de toda su carrera, y lo relegaban a hacer de canguro. Se iba a perder el trabajo de los

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