investigadores en la escena del crimen. Tenia poca experiencia para aprovechar la situacion y observar las reacciones de los huespedes ante la noticia, o para escuchar con atencion lo que se dirian entre si mientras estaban reunidos. Nash no lo instruyo en nada.
Que le tomaran declaracion, y no tomarla el, fue una nueva experiencia para Kincaid, e intento ser tan conciso como supo sobre sus movimientos y la secuencia de los acontecimientos, sin dejar de observar el lento movimiento de Nash en torno a la piscina. Nash se agacho al lado del cuerpo de Sebastian, con los antebrazos apoyados en sus fuertes muslos y las manos colgando por delante. A Kincaid le recordo un buitre saciado. Repitio la postura delante de la ropa de Sebastian, cuidadosamente doblada, luego se acerco al borde de la piscina y estiro el cuello para ver el cable electrico.
– ?Que resolutivo! -sentencio-. Habia decidido quitarse de en medio. Muy listo, el chico. Lo ha enchufado arriba, lo ha dejado caer, ha bajado y ha saltado al agua. Si no hubiera muerto con la descarga, habria perdido el conocimiento el rato suficiente para ahogarse.
– No -se le escapo a Kincaid-. No ha podido ser asi. Alguien ha llegado mientras estaba todavia en el jacuzzi, de espaldas al balcon, donde estan los chorros mas fuertes. Alguien ha enchufado y descolgado el cable con sigilo. Aunque Sebastian lo hubiera visto caer no habria tenido tiempo de salir.
No dijo que el calentador debia de haberse apagado al entrar en el agua y por tanto la descarga de corriente habria durado unos segundos.
– ?Y usted por que sabe tantas cosas, muchacho? ?Puede ver el pasado? -Nash se volvio y miro a Kincaid con sus ojos de boton-. A mi me parece un suicidio. Mire la ropa, toda dobladita. Tipico.
– No. El era una persona ordenada, no me lo imagino dejando la ropa en un revoltijo. Probablemente lo hacia siempre. Anoche dijo abiertamente que le gustaba venir a ultima hora. Estoy seguro de que no encontraran sus huellas dactilares en el cable ni en el enchufe. Los suicidas no suelen usar guantes. Y el no era un suicida.
Ahora habia obtenido toda la atencion de Nash.
– Esta muy seguro de lo que dice, de repente, chico. ?No le habia dicho al inspector que solo llevaba un dia aqui? Hay que ver lo bien que ha conocido al senor Wade en tan poco tiempo.
Su voz se habia vuelto suave, con un poco mas de camaraderia. Kincaid apreto los punos y se mordio la lengua. Cualquier cosa que dijera sobre el rato que paso con Sebastian sonaria superficial, absurdamente sentimental. La unica salida era combatir con las mismas armas de Nash. Le sonrio y dijo, sin alterarse:
– Soy muy observador. Es mi trabajo, inspector, quizas se le olvida.
Cualquiera que fuera a ser la respuesta de Nash ante aquel gesto tan poco sutil de superioridad fue interrumpida por la llegada del equipo cientifico del distrito. Kincaid se sintio aliviado al ver que Nash era lo bastante competente como para retirarse y dejarles trabajar sin interferir, aunque tenia poca esperanza en los resultados.
El fotografo coloco los focos y las camaras con la facilidad que le daba la practica y empezo a sacar instantaneas del cuerpo. El biologo forense era un hombre rubio con dientes de conejo; llevaba pantalones cortos, una camiseta manchada y zapatillas de tenis, que no pegaban nada con los finos guantes de latex que se estaba poniendo. Se agacho al lado de la ropa de Sebastian, como habia hecho Nash, y se puso a inspeccionarla con dedos habiles.
No habia sombra de forense de la policia. Kincaid aguardo a que Peter Raskin estuviera libre un instante para preguntarle:
– ?Donde esta vuestro forense?
– Parece que ha recibido otra llamada. Pero han telefoneado a la medico del pueblo. Quiza no es buena idea, pero en este caso probablemente no importe.
– ?Esta de acuerdo con su jefe, pues, en que ha sido un suicidio?
– No, no he dicho eso. -Raskin se mostro cauto, y Kincaid vio un brillo de humor en sus ojos-. Pero un examen previo del cadaver no suele revelar mucho, y es el forense del distrito quien hara la autopsia cuando llegue. Mire - inclino la cabeza hacia las puertas de cristal-. Ahi viene la doctora.
El maletin profesional que llevaba en la mano derecha era lo unico que la identificaba. Vestia un chandal verde y zapatillas de deporte, y el cabello rizado y humedo enmarcaba su rostro en forma de corazon. Nash, ocupado con el fotografo, no la vio. Raskin la recibio y Kincaid lo siguio a una distancia discreta, tendiendo a su vez la mano, que ella apreto con fuerza.
– Anne Percy.
Desvio la mirada en direccion al bulto inmovil de Sebastian, y volvio la vista hacia ellos.
– ?Ya lo han preparado? He venido directamente, estaba corriendo -senalo su ropa, como excusandose-, antes de la consulta de la manana.
Una medico de pueblo, penso Kincaid, acostumbrada a asistir a moribundos rodeados por la familia, no a tratar casos criminales. Su parloteo nervioso tenia la misma funcion que el humor negro de los forenses de la policia.
– ?Que ha pasado aqui? ?Quien era?
Como miraba a Kincaid al hablar, tras una leve inclinacion de consentimiento de Raskin, el respondio:
– Sebastian Wade, el ayudante de direccion de la casa. Una muerte sospechosa. -Capto el arqueo de ceja de Raskin, un gesto que empezaba a reconocer como senal de burla-. Electrocutado, o ahogado despues de electrocutarse. Probablemente, anoche, tarde.
– ?Lo han encontrado en el hidromasaje?
Peter Raskin continuo el relato:
– El senor Kincaid lo ha encontrado cuando ha bajado a nadar esta manana.
– ?Ah! -Anne Percy parecio momentaneamente desorientada-. Yo creia que usted tambien era policia…
– Lo soy -respondio Kincaid-, pero de vacaciones. Soy un huesped.
– Bueno, no se que puedo hacer yo, mas que certificar la muerte. -Abrio el maletin y se arrodillo junto al cuerpo de Sebastian-. La temperatura corporal no sirve para establecer la hora del deceso ni tampoco lo hara la rigidez cadaverica. Solo la autopsia puede determinar la causa de la muerte -dijo, poniendose los guantes de latex despues de flexionar el brazo de Sebastian.
Kincaid se sintio extranamente incomodo, como si fuera indecente que mirara el cuerpo de Sebastian profanado, y se alejo cuando la doctora Percy se puso manos a la obra.
Cassie Whitlake estaba en la puerta, despeinada y desarreglada. En ella, un ligero desalino daba sensacion de un desorden terrible. Llevaba el cabello color castano sin peinar, por detras de las orejas; un faldon de la blusa fuera de la falda, y se habia puesto unas pantuflas en los pies sin medias. El habitual color claro de su tez hubiera parecido sonrosado al lado de su actual palidez.
Kincaid dejo de mirar la pared del fondo de la piscina, pensando que su aprension ya habia durado bastante. Ademas, la vision de Anne Percy compensaba el desagrado de la vision de lo que le estaba haciendo a Sebastian. No oyo que la puerta se abria.
Cassie se quedo como anclada al pomo metalico de la puerta, con los ojos dilatados y clavados en la escena que tenia delante. Por que razon no habran puesto a un policia en la puerta, se dijo Kincaid, encaminandose hacia ella, para evitar que pasen estas cosas. Le toco el brazo.
– Cassie…
Ella no lo miraba. Toda su atencion estaba centrada en el pequeno cuadro junto a la piscina. Anne Percy se quito los guantes con delicadeza y cerro la bolsa, hablando por lo bajo con Peter Raskin.
– Cassie -repitio Kincaid-, deje que la acompane…
– No. ?Que ha pasado? ?Que le ha pasado? No tenia derecho, el muy canalla.
Las lagrimas empezaron a correr por su rostro, mas de rabia y sorpresa que de lastima, le parecio a Kincaid.
– ?A que no tenia derecho?
– Se ha suicidado, ?verdad? Aqui. Tenia que hacerlo precisamente aqui. Por despecho. Dios mio… que voy a decir… Como lo voy a explicar… -Habia perdido su perfecto acento de la BBC con la conmocion, y las vocales alargadas traicionaban su origen del sur londinense.
– ?Explicarlo a quien? -pregunto Kincaid.