– Entiendo -dijo Hannah, mirandose las unas-. ?Y es un espia en nuestro territorio?
– No creo. Ni una cosa ni otra. Para Nash, sin duda soy un estorbo, y tener un rango superior al suyo no me ayuda.
– ?Cual es su rango, por cierto? Nash no lo ha mencionado, se referia a usted socarronamente como «su amigo Kincaid».
– Comisario. -Ella abrio mucho los ojos, sorprendida, y el se apresuro a anadir-: Ya, ya…, pero me acaban de ascender, asi que no es tan terrible como suena. Estudie en Bramshill. -Al ver su expresion desorientada, explico-: La escuela superior de policia, cerca de Reading. Una formacion especial. Acelera la promocion a inspector en unos cinco anos.
No dijo que solo los «jovenes policias de futuro prometedor» eran enviados a Bramshill, ni que de sus licenciados se esperaban carreras estelares. Si Nash habia visto sus credenciales, lo sabia, y eso lo pondria todavia mas en contra.
– Lo unico que yo queria era tener una semana de vacaciones y un poco de mantequilla para mi panecillo, * -dijo el, contrito. Consiguio que Hannah sonriera.
– Un humor algo facil, pero alguien que ha leido a Milne no puede ser del todo malo.
– ?Hacemos las paces? -pregunto el, tendiendo la mano.
– Si, de acuerdo. -Le dio una rapida palmada en la mano-. Me siento como una cria de diez anos.
– De eso se trata. -Vio satisfecho que estaba mas relajada-. Me iba a escapar. -Senalo la chaqueta-. Venga conmigo a York a cenar, alli nadie nos conoce.
Ella nego con la cabeza:
– No, ha sido un dia duro. Prefiero estar sola. Dejeme en la casa al pasar.
Kincaid dio la vuelta en el estrecho camino y dejo a Hannah, tal como le habia pedido, estirandose para abrirle la portezuela del Midget y que saliera. Las luces de las ventanas de Followdale House brillaban debilmente, lugubres como la muerte.
6
La sargento Gemma James aparco el Ford Escort en un sitio del tamano de una motocicleta. Pero ni siquiera su diestra maniobra logro superar la limitacion del espacio, y cuando apago el motor y puso el freno de mano, la parte trasera del coche sobresalia en la calzada. Habia llegado a casa temprano, toda una proeza, y aun asi no encontro aparcamiento, porque los hijos adolescentes de su vecina habian atestado la acera con sus cacharros. Hasta el pequeno habia dejado el triciclo volcado en medio de la calle.
Desato a Toby de su asiento y lo cogio en brazos. En equilibrio con el nino apoyado en una cadera y la bolsa de la compra en la otra, cerro la puerta del Escort con un impetu innecesario. Camino sin problemas hasta que metio el pie en una rueda del triciclo, tropezo y solto un juramento.
Un nombre que era una aliteracion y la hipoteca de la casa adosada de Leyton eran las unicas cosas que Rob le habia dejado, y las ventajas de la casa eran relativas: vistas a la carretera de Lea Bridge, ladrillos rojos, pintura desconchada, un jardincito reseco en la entrada y unos vecinos que parecian chatarreros.
Toby lloriqueaba y gritaba -abajo, abajo-, dandole patadas en el muslo.
– Chit. Enseguida, carino, enseguida. -Gemma lo sento mejor sobre su cadera y rebusco entre las llaves. Cuando dejo a Toby en el suelo del recibidor, noto una mancha humeda en su chaqueta de lino, a la altura de la cadera-. Maldita sea. Ya esta estropeada -mascullo. Toby estaba chorreando, y al volver a cogerlo noto el fuerte olor de orin acumulado-. Maldito dia -dijo. Toby arqueo una ceja rubia en una comica expresion de sorpresa y ella no pudo menos que reir.
– Maldito -repitio el nino, muy serio, asintiendo.
– Mi nino. -Lo abrazo con fuerza, con panales empapados y todo, y le susurro al oido-. Mama te esta ensenando cosas feas. Pero es maldito, de verdad.
Lo llevo al piso de arriba, y en la cuna lo desnudo y lo lavo con una esponja:
– Eres ya mayor para llevar panales. Tienes dos anos, ?verdad, tesoro? Eres grande.
– Yo dos -repitio Toby, con una gran sonrisa.
Gemma suspiro. Aquel verano ya se habia tomado las vacaciones, y no sabia como ensenarle mas cosas si no podia pasar unos dias en casa con el.
Le puso los labios en la barriguita y resoplo. Toby grito y rio encantado, ella lo bajo al suelo y le dio una palmada en el trasero. El nino salio corriendo como un tren de vapor, con sus piernecitas regordetas, y Gemma lo siguio mas despacio.
Reconfortada por una copa de vino espanol que saco de la nevera, guardo la compra y recogio el salon, guardando los juguetes y libros de Toby en cestas. Habia intentado crear un ambiente acogedor. Habia cubierto las bombillas desnudas con globos japoneses de Habitat, puesto estores de papel de arroz en las ventanas, almohadones estampados de algodon en el anodino tresillo, posters alegres de viajes en las paredes… pero la humedad seguia traspasando el papel de la pared y las grietas del techo se extendian cada vez mas.
De pronto, el ritmo sordo de una musica heavy metal en la casa vecina hizo que las paredes se pusieran a vibrar. Gemma aferro una escoba de la cocina y golpeo el mango contra la pared. El ruido bajo una fraccion de decibelio.
– Si no bajais ese maldito jaleo, os pongo una denuncia -grito a la pared, aunque sabia que no podian oirla.
Entonces se dio cuenta de lo absurdo de la situacion y se echo a reir al verse alli, chillando como una pescadera, con la melena roja flotando y la escoba en la mano, al modo de una autentica bruja. Sin dejar de sonreir, recupero el vino de la cocina, se sento en el sofa y apoyo los pies en el baul que hacia las veces de mesita. Toby, imperturbable a pesar del estruendo, empujaba un osito de peluche por el suelo y hacia ruidos de avion con la boca.
Deberia ser tan tolerante como el, se dijo Gemma ironicamente. Hacia solo diez anos ella era como sus vecinos; aunque quiza no exactamente. A los dieciocho le preocupaba mas vivir de forma diferente que pasarlo bien. Habia seguido cursando el bachillerato mientras sus amigas abandonaban los estudios para irse a trabajar como oficinistas o cajeras, o para casarse. Al cumplir los diecinueve, hizo la solicitud para entrar en la Policia Metropolitana. Al cabo de dos anos accedio al cuerpo de investigadores, segun el plan que llevaba trazado en su mente.
No habia contado con acabar en un vecindario como el que habia dejado. Pero tampoco con Rob James.
Toby se encaramo a su lado y abrio un libro ilustrado.
– Pelota -dijo, paseando el dedo por la pagina-. Coche.
– Si, que nino mas listo tengo.
Gemma le acaricio el cabello liso y rubio. La verdad es que no podia quejarse. No le habia ido nada mal, a pesar de las dificultades. Y al dia siguiente tenia medio dia libre y podria pasarlo con Toby.
Tal vez su mal humor se debia en parte, reconocio a reganadientes, al hecho de que se habia acostumbrado enseguida a trabajar con Duncan Kincaid, y a causa de su ausencia el dia habia resultado un poco insulso.
Y aquella era una tendencia, se dijo Gemma con firmeza, que debia mantener a raya.
El martes Kincaid se desperto tarde, con esa sensacion de malestar que resulta de dormir demasiado. La ropa de la cama estaba deshecha y arrugada. Tenia la boca pastosa, a consecuencia del mucho vino de la noche anterior.
Un sueno desagradable persistia en el borde de su conciencia, incomodandolo con jirones de imagenes. Un nino en un pozo, una vocecita llamandolo… pero el no podia encontrar la cuerda… bajar al pozo… el musgo cubria las palmas de sus manos como un pegamento gelatinoso… y encontro solo huesos, huesecitos, que se deshacian en polvo al cogerlos. ?Uf! Se sacudio y se dirigio a la ducha, esperando que el agua caliente le aclarara las ideas.
Cuando salio tenia un hambre feroz. Saco al balcon el desayuno preparado por el, pan con mantequilla, queso