soleada y ventosa. Un papelito amarillo pillado en el limpiaparabrisas del Midget se agitaba bajo el sol como una mariposa atrapada. Le habian puesto una multa de aparcamiento; al menos la guardia de trafico local funcionaba bien.
Kincaid recogio la multa y la metio en la cartera. Descapoto el Midget, se subio al coche y se quedo sentado en silencio, pensando. ?Que podia hacer ahora con aquella informacion inesperada? No podia ignorarla. Pero, por amor a las cosas bien hechas, ?por que no habian registrado la habitacion todavia? Hacia casi treinta y seis horas que habian encontrado el cuerpo de Sebastian, y Nash se habia limitado a mandar un comunicado para dar la noticia, ni siquiera habia entrevistado a la madre, por el amor de Dios. En realidad era mejor decir gracias a Dios, se corrigio, pues Nash no hubiera hecho nada por consolarla de su desgracia.
Tenia que contarselo a Nash, era inevitable. Y lo que el necesitaba era ayuda, decidio Kincaid. Puso el motor en marcha y cogio el telefono del coche.
Kincaid se consideraba muy afortunado por tener un superior como el suyo. El comisario jefe Denis Childs era un hombre inteligente, que a Kincaid le gustaba como persona y apreciaba como profesional. Kincaid sabia que el azar podia haberle deparado un jefe como Nash, aunque preferia pensar que un zoquete del calibre de Nash no habria pasado nunca a detective de Scotland Yard.
Denis Childs era un hombre corpulento, que superaba el metro ochenta y dos del esbelto Kincaid, y con su piel aceitunada y sus suaves rasgos inescrutables a veces le recordaba a un potentado oriental, con un ojo en la politica y el otro en su haren.
– Senor -dijo Kincaid, despues de los saludos de rigor-, me he encontrado con un pequeno problema.
– Vaya, vaya -dijo Childs con toda su calma, proclive como era a no alterarse-. ?Y es muy pequeno, ese problema?
– Bueno -vacilo Kincaid-, la situacion no es facil. Ayer por la manana encontre al ayudante de direccion de la multipropiedad electrocutado en la piscina. El jefe de policia que lleva el caso es de la opinion de que se trata de un suicidio, pero se daran cuenta de que no es asi cuando lleguen los informes del laboratorio. En cualquier caso, todo esto no me hace ninguna gracia. Ademas, casualmente he… esto… encontrado unos archivos de la victima que contienen informacion muy perjudicial sobre algunos de los propietarios de la casa.
– Vaya, casualmente. Lo que me temia: ha hurgado donde no debia, Kincaid. -La voz de Childs contenia una nota de aprobacion-. Chantaje, ?no?
– Curiosamente, no lo creo. Al menos, no directo. Me preguntaba si me podria usted allanar el camino para hacer algunas averiguaciones, con discrecion… No quiero pisar el dedo gordo de nadie…- Kincaid hizo una pausa-. La verdad es que me encantaria dar un buen puntapie en la espinilla a ese bastardo, pero por el interes comun del departamento…
– Imagino que esta metido hasta el mono. El subdirector apreciara que se modere -anadio Childs, sarcastico-. Pero se me ocurre una cosa. Creo que el jefe de policia del lugar es amigo del subdirector. Podria hablar con el de usted y ofrecerle refuerzos si el asunto se pone feo. Se lo mencionare. Mientras, intente no meterse en lios.
– Sere un angelito -dijo Kincaid-. ?Puedo llamar a la sargento James?
– Haga lo que le de la gana -respondio Childs, y Kincaid colgo, satisfecho.
Gemma James se puso dos horquillas entre los rizos pelirrojos, en un enesimo intento de domarlos y ganar en imagen. Fruncio las cejas al verse en el espejo, se quito las horquillas y se recogio el cabello rapidamente en una cola de caballo.
– Me rindo -dijo en voz alta. Si a Dios le habia parecido bien darle el pelo rojo y pecas, mas le valdria aceptarlo de una vez y dejar de desear secretamente ser una rubia gelida o una morena sensual. Un poco de maquillaje cubrio las pecas hasta convertirlas en manchitas apenas visibles, y con eso se conformo.
El telefono sono justo cuando levantaba al ruidoso Toby para llevarselo a la canguro. La manana libre habia mejorado su humor, y alcanzo el telefono con su energia habitual.
– No, carino, no, deja que lo coja mama.
Aferro los deditos de Toby con una mano y levanto el auricular con la otra, apartando el bolso y apoyando al nino en la cadera. Gemma puso la mejilla en el cabello completamente lacio del nino; gracias a Dios habia habido un salto genetico y no tenia ni sus rizos ni la mata negra del padre.
– ?Gemma?
– ?Jefe! ?Que tal las vacaciones? -Gemma sonrio sorprendida y contenta de oir la voz de Kincaid. No se atrevio a llamarlo por su nombre.
– Gemma, perdone que la llame en plena manana. ?Esta trabajando en algo en particular?
Llamaba por trabajo. Habia hecho bien en mantener las distancias.
– No, ?por que?
– Me gustaria que comprobara unas cosas, y de la manera menos oficial posible. Ya lo he hablado con el subdirector, pero no tengo autorizacion oficial.
– ?Chismorreo con viejas damas? -Gemma conocia los metodos indirectos de Kincaid.
– Eso. Aunque en algunos casos puede que tenga que hablar directamente con la familia. El problema es que no se que busco exactamente. Cualquier cosa en las vidas de estas personas que no encaje, que suene raro. Deje que le cuente.
Gemma escucho y escribio, pues hacia un rato que habia dejado al turbulento Toby en el suelo. Con parte de su atencion le oia sacar sartenes y cacerolas del armario, su pasatiempo favorito, pero su mente estaba concentrada en Kincaid, y cuando colgo lucia una sonrisa de satisfaccion.
Cuando Kincaid cerro el coche y se acerco por el camino de grava hacia Followdale House, el inspector Peter Raskin salio por la puerta y corrio con ligereza a su encuentro.
– Senor, ya lo daba por perdido -dijo Raskin a modo de saludo-. Pense que le interesarian los resultados del laboratorio.
Kincaid lanzo una mirada a las ventanas vacias detras de ellos.
– Tenemos que hablar. Alejemonos un poco.
Caminaron hasta el banco del fondo del jardin, el mismo lugar donde estuvo con Hannah hacia dos noches, y penso en lo alegre y acogedora que parecia la casa con las ventanas iluminadas.
– Usted primero -dijo Kincaid, cuando se sentaron.
– Tenia usted razon con respecto al calentador y el enchufe. No hay ni una sola huella que no pertenezca a Cassie Whitlake. Asi que, o lo enchufo Cassie, y en ese caso por que implicarse a si misma, o la persona que lo hizo uso guantes. Si hubiera sido Sebastian (aunque nunca he oido hablar de un suicida con guantes), ?que hizo con ellos? La ropa, los zapatos, la cartera, hasta el panuelo y el peine estaban bien ordenados al lado del banco. ?Enchufo el calentador, fue a dejar los guantes en algun sitio, volvio, se desnudo y salto? No me lo trago. -Raskin hizo una pausa-. El calentador podria haber provocado un cortocircuito antes de que el llegara a la piscina. Y no conozco a ningun verdadero suicida que no haya dejado una nota.
– Yo tampoco me lo trague -dijo Kincaid-. ?Que hay de la autopsia?
– Lo mas que puede decir el medico por el contenido del estomago es que fue entre las diez y las doce de la noche.
– No es mucho, pero tampoco esperaba mas. ?Ninguno de los huespedes tiene una coartada clara?
– No, que se sepa. Cassie dice que volvio a su casa sola a eso de las diez y que no volvio a salir. Los Hunsinger se habian ido a dormir, tras acostar a los ninos y tomarse una infusion. Marta y Patrick Rennie dicen que pasaron todo el rato en su habitacion, pero ella no parecia muy convincente. Las MacKenzie se retiraron hacia las diez, y para las once estaban dormidas. Janet Lyle tenia dolor de cabeza y su marido le preparo una infusion. Ella se acosto y el tambien. A ver, ?quien queda?
– ?Y los Frazer? -pregunto Kincaid.